Hasta que las piezas políticas, geoestratégicas, económicas y financieras del tablero mundial se recoloquen de nuevo, y en una nueva composición, muy diferente de la anterior al 24 de febrero, vamos a transitar por un período de caos.
Lo más parecido a esta situación que se ha vivido desde la II Guerra Mundial ha sido la década que transcurrió entre 1973 y 1983, con sus dos choques energéticos incluidos. A mitad de camino entre los dos momentos más críticos de entonces (1973 y 1979) los Sex Pistols publicaron (en 1976) su afamado “Anarquía en el Reino Unido”. Alguien imitará aquel hito y publicará, si es que aún no lo ha hecho, “Caos en la economía global”.
El parecido actual con aquella década no podría ser más acusado. Entonces hubo dos subidas súbitas del precio del petróleo. La URSS invadió Afganistán. Hubo una guerra entre Israel y dos aliados (Egipto y Siria) de los países productores de petróleo de Oriente Medio, además de una revolución en otro de esos productores (Irán). La inflación estuvo desatada en EEUU como consecuencia de que la Reserva Federal había cedido a las presiones de los diferentes presidentes (Johnson, Nixon y Ford) y había estado aplicando una política monetaria laxa. La inflación se agudizaría por la subida de los precios de la energía.
En aquella década, la situación llegó a ser tan mala en alguno de los países más ricos que, el Reino Unido, la primera potencia militar de Europa Occidental, necesitó la ayuda del Fondo Monetario Internacional y del Banco Internacional de Pagos de Basilea para salir adelante, debido a la delicada situación de su economía y por su incapacidad de contener la depreciación de la libra esterlina. También estaba presente, como ahora, la percibida debilidad de EEUU, tras la ocupación de su embajada en Teherán y el secuestro de quienes en ella se encontraban…
Solo cuando el recién nombrado presidente de la Reserva Federal de EEUU, Paul Volcker, decidió subir los tipos de interés del dólar desde el 11% en que estaban en septiembre de 1979 hasta el 19% al que llegaron en junio de 1981, la situación empezó a encauzarse. No sin antes haber pasado por cuatro recesiones en 12 años (dos de ellas separadas nada más por seis meses de alivio). Como consecuencia, la tasa de paro en EEUU subió del 5,6% hasta el 10,8% rematando un proceso de deterioro económico que se había iniciado en 1969, cuando la tasa de paro había bajado hasta el 3,4%.
En el inicio de este episodio de caos en la economía global y en los mercados financieros que se avecina la tasa de paro de EEUU está en el 3,8%.
El caos, por ahora, se percibe en algunos frentes de manera muy destacada. En otros, está aún por llegar.
El caos, por ahora, se percibe en algunos frentes de manera muy destacada. En otros, está aún por llegar. Para los consumidores, lo mas evidente es la subida de precios del petróleo y sus productos derivados, como la gasolina sin plomo y el gasoil. También la del Gas Natural, sobre todo porque induce la fuerte subida de precio de la energía eléctrica. Si en EEUU eso hace que la subida del IPC en los 12 meses últimos sea del 7,9% anual (se estima que un 16% si el cálculo se hiciera con la metodología de los años 1970s) en España ya es del 7,6%.
Por si el panorama de los precios en USA fuera poco espeluznante, hay una medida del IPC conocida como “IPC de los precios flexibles” (se elabora con los productos que cambian de precio con mucha rapidez) que ha subido casi al 20% anual.
La subida en lo que va de año del precio del petróleo tiene (en algo peor) un parecido extraordinario a la que tuvo en 1979. Aquel año, para disgusto del vicepresidente económico Fernando Abril Martorell, el IPC anual terminó en el 16% (cuando su objetivo era del 10%). Ya puede irse preparando la ministra Calviño para lo que viene, con tan malos augurios.
Y es que los procesos que la invasión de Ucrania ha agudizado ya estaban en marcha. Las Bolsas, venían cayendo desde el 3 de enero y su comportamiento parecía, y parece, calcado del que tuvieron en el inicio del año 2008. La subida del precio del petróleo ya recordaba la que tuvo en los comienzos de 1979 antes de que el ejército ruso irrumpiera en Ucrania.
Estamos, pues, en un año 2022 que combina lo peor de 1979 en el terreno de la energía y lo peor del 2008 en el apartado de las Bolsas, aunque la crisis financiera, que fue la característica de 2008, no haya hecho acto de presencia todavía. Pero no tardarán en aparecer las víctimas financieras de los actuales acontecimientos. Algunas ya están saliendo a la superficie: desde los fondos de inversión cotizados (llamados ETFs por sus siglas en inglés) porque tenían una buena parte del patrimonio de los partícipes invertido en Rusia y/o en rublos (clientes de gestoras de fondos de inversión como BlackRock y Pimco estarían en esa situación, según el Financial Times) hasta las pérdidas del “rey del acero inoxidable” chino, Xiang Guangda, cuyas pérdidas estimadas en el Mercado de Metales de Londres podría ascender a 8.000 millones de dólares, tras apostar a la bajada del precio del níquel que, contrariamente a su expectativa, se triplicó en dos días.
La subida en lo que va de año del precio del petróleo tiene (en algo peor) un parecido extraordinario a la que tuvo en 1979.
Ésta es la más espectacular faceta del caos, por ahora: el níquel lleva una semana sin poder cotizar en Londres, y algunos días en Shanghái, y todas las 5.000 operaciones de compraventa realizadas el último día en que hubo sesión (por valor de 4.000 millones de dólares) han sido anuladas. La ultima vez que se vio algo así fue en 1985 y a propósito del precio del estaño. Los que acumulaban ganancias en el momento de suspender la cotización seguramente demandarán a la Bolsa de Metales de Londres.
Pero ya hay, o se entreven, damnificados financieros, en otras áreas. Las acciones de empresas chinas que cotizan en EEUU han perdido el 70% de su valor y los índices de las empresas tecnológicas han caído el 20%.
El problema en los mercados financieros y de materias primas pudiera surgir por vía de quienes hayan hecho apuestas muy fuertes sobre la dirección de los precios, sobre-endeudándose para obtener unas ganancias mayores, como le ha pasado al magnate chino del acero, y quedándose en el lado equivocado de la transacción. Los bancos que les prestaban también se verán afectados..
El mayor peligro en el mundo financiero es el que representan las conexiones entre distintos componentes de las finanzas globales y que solo se conocen cuando salen a la luz con motivo de una quiebra sonada como la de Lehman Brothers. Es lo que entonces se llamaron “las cañerías” del sistema financiero, un sector poco conocido del gran público y que afecta a la financiación en los mercados monetarios por vía de la utilización varias veces de los mismos títulos en operaciones de venta con pacto de recompra.
El caos en el resto de los mercados se adivina por diferentes horizontes: desde la desaparición de la flota mercante rusa de las rutas mundiales (lo que aumentará los cuellos de botella de las cadenas de distribución al verse éstas con una menor capacidad instalada) hasta la retirada de Maersk de las rutas que empiezan o terminan en Rusia; desde la escasez en el mercado de destilados del petróleo por falta de las existencias adecuadas, como en 2008 (lo que provoca que el gasoil y la gasolina sin plomo encabecen ahora el ranking de las subidas de precio y que impulsará probablemente nuevas subidas del precio del barril de Brent al aumentar la demanda de las refinerías) hasta la exclusión de los valores rusos de los índices de Bolsa de los mercados emergentes; sin contar, claro está, con el impacto recesivo que las subidas de precio van a provocar o la escasez de alimentos en los mercados que ya están señalando las subidas del precio de las materias primas agrícolas.
El caos en la economía global y en los mercados financieros internacionales está servido para al menos unos cuantos meses. La “recolocación del rompecabezas mundial” se tomó 10 años (1973-1983) en la última ocasión comparable. No es de prever, de momento, que esta vez sea mucho más corta. Pero tampoco hay que alarmarse en exceso. Si logramos sobrevivir entonces, también lo haremos ahora. Aunque los costes van a ser importantes.