Es loable la intención de crear oportunidades de vivienda digna para todos. Pero en el sector inmobiliario intentar limitar al mercado puede dar lugar a efectos perversos. Dos de ellos son: el aumento de la corrupción y la escasez. La Ley de vivienda puede aumentar la corrupción. En España, la concesión de licencias de construcción ha sido uno de los cauces de la corrupción política. Hace ya tiempo que hemos cambiado el grito de la revolución.
En el siglo XIX y parte del XX ese grito fue: ¡La tierra para el que la trabaja! Ahora nadie quiere la tierra, donde haya subvenciones que se quiten los sinsabores del arado. Ya lo cantó Juan Manuel Serrat en su canción Canço de Bressol (Canción de cuna): "Por la mañana roció, al medio día calor, por la tarde los mosquitos, no quiero ser labrador…".
Por eso, hoy en día en la campiña española el grito es otro. Es: "el solar para el que lo recalifica". La mejor cosecha es la de la fruta variedad solarina. Basta una línea trazada por el arquitecto municipal y aprobada por el pleno del Ayuntamiento, para que los de una parte se enriquezcan y los de la otra se mantengan en la profesión agraria ¡Y ya se sabe lo que es eso en la España vaciada!
Cuando el propietario agrario levanta su cabeza, pone la mano sobre la frente, para tapar el sol y mirar a lo lejos, no está calculando si vendrá la lluvia, o el granizo, o la nieve; está viendo si las edificaciones, que indican la transformación de rural en urbano, se están acercando a no.
Esa concentración de poder en unos pocos técnicos y algunos políticos es una incitación a la corrupción. En teoría se da ese poder para evitar aberraciones urbanísticas y eso es sensato. Pero la tentación para ejercerlo de manera arbitraria en provecho propio es tan grande que conduce a la corrupción.
Una corrupción que para que se dé necesita de otro ingrediente: escasez de solares edificables. La escasez de oferta para una demanda determinada es lo que en un mercado produce subida de precios. Subida de precios que alimenta la corrupción. Porque si no hay beneficio sustancial no se dispara el proceso de la corrupción. No hay corruptos sin beneficio.
Si no hay beneficio sustancial no se dispara el proceso de la corrupción. No hay corruptos sin beneficio
De manera, que en toda Ley de vivienda y/o urbanística, que produzca concentración de poder en unos pocos, el riesgo de la corrupción y con la escasez se multiplica. La corrupción se alimenta de la escasez de terreno construible, y se ceba por el interés de los corruptos que saben que el aumento generoso de los solares construibles acaba con su negocio.
No habría escasez si los terrenos en los que se puede construir son muchos. En algunos casos, unos pocos, la limitación de solares se debe a condiciones físicas. En una isla hay el terreno que hay. Pero en la mayor parte de nuestras ciudades y pueblos se debe a reglas impuestas por los 'urbanistas' oficiales. De ahí el riesgo de corrupción y escasez que, como hemos visto, se ceban la una a la otra.
Por eso escribo este artículo; para que los legisladores lo tengan en cuenta. Una Ley que pretenda ayudar a que haya vivienda para todos los ciudadanos, si no va acompañada por la liberación de suelo urbanizable, es un acicate a la corrupción y la escasez.
Se podrá decir que la Justicia está para evitar la corrupción. Estoy de acuerdo. Pero lo mejor es no tenerla que aplicar. ¡Tengas pleitos y los ganes! Dicen que es la maldición gitana llena de sabiduría.
El Gobierno ya ha hecho su labor política enviando un proyecto a las Cortes con mensajes populistas: alquiler barato para todos; vivienda social y protegida; recortes de beneficios y riqueza a los grandes propietarios; ninguna vivienda vacía sin impuestos… ¡Hay que ver que buenos son!
Ahora, señores diputados y senadores, toca poner sensatez a la ley y encontrar la forma de liberalizar suelo a la vez que se legisla para hacer la vivienda asequible. Un objetivo loable que hay que hacer de manera razonable.
*** J. R. Pin es profesor del IESE.