Brecha: "resquicio por donde algo empieza a perder su seguridad".
El Gobierno ha presentado el decreto ley contra la brecha salarial que obliga a las empresas a tener un registro con sueldos de hombres y mujeres porque, como muy bien dijeron las ministras que lo presentaron, es esencial el "concepto de igual retribución por trabajos de igual valor".
La desigualdad salarial es una de las más graves brechas de género que se producen en todo el mundo, por cuanto acrecienta otras muchas inequidades y limita a las mujeres oportunidades en relación con tiempo para el ocio y la formación, autocuidados, autofinanciación, consumo, emprendimiento… Bienestar, en definitiva.
Y los datos están ahí: la brecha en España se sitúa en el 14%, según la ultima cifra de Eurostat de 2018 aunque, si medimos los demás complementos que las mujeres dejan de percibir por hacer malabares compatibilizando su vida personal, familiar y profesional, el resultado de la desventaja salarial se elevaría al 22%.
Esa brecha es la consecuencia de empleos de menor calidad consecuencia directa de las renuncias que las mujeres se ven obligadas a hacer tras la maternidad o con menos presencialidad y porcentajes inferiores de promoción profesional y asunción de responsabilidades no gratificadas.
Por eso es oportuno que, más allá de las medidas coercitivas concretas se siga avanzando en la raíz del problema. Bienvenidas son las auditorias retributivas y la adaptación en registros salariales de los salarios de trabajadoras y tra,bajadores, pero conviene recordar que la igualdad de todos los españoles está consagrada en el artículo 14 de la Constitución desde hace más de 40 años y, sin embargo, descritos están los datos de la brecha salarial que padecemos.
La igualdad de todos los españoles está consagrada en el artículo 14 de la Constitución desde hace más de 40 años
Como igualmente conviene recordar que los mismos principios de igualdad los promueve la Unión Europea con respecto a toda su ciudadanía y, sin embargo, países avanzados como Alemania, Francia o Países Bajos no solo tienen más brecha salarial que España, sino que su ritmo de recorte está siendo en los últimos años aún más lento que el nuestro.
Como también conviene recordar que la Declaración Universal de los Derechos Humanos arranca con el reconocimiento a la igualdad, antecediéndolo incluso a otros derechos como la vida, la libertad y la seguridad personal, y sin embargo, de no tomar medidas, se necesitarían 200 años para lograr la paridad salarial según nos ha advertido el Foro Económico Mundial.
Lamentablemente las brechas de género se dan en todo el planeta y, lo que es peor, conviven con naturalidad incluso en el mundo occidental que instauró la democracia liberal apelando a la libertad, la igualdad y la fraternidad, a raíz de lo cual se estableció el Estado de Derecho basado en la independencia de los Poderes según el cual hoy nos regimos. Sin embargo, acudiendo al refranero, podemos resumir que quien hizo la ley hizo la trampa o, para ajustarlo al caso, la permitió.
Conocido es cómo la Justicia está corrigiendo discriminaciones conocidas por todos, como la habitual en los hoteles entre las camareras de piso, 100% mujeres con salarios y complementos muy inferiores al de sus compañeros camareros, pese a estar en la misma categoría profesional.
Sólo sus protestas mitigaron el problema. Sobra también decir que las limpiadoras del hogar son mayoritariamente mujeres y aún esperan poder acceder a ERTE como el Ministerio de Trabajo prometió que sucedería nada más decretarse el confinamiento del mes de marzo.
Así se ha escrito la triste historia laboral de las mujeres, a base de demandas, desde que se las permitiera su incorporación al trabajo como mano de obra barata en la revolución industrial, entonces incluso sin derecho a la educación y con distinto trato político, civil o jurídico del que gozaban los hombres.
Es la hora, pues, del cambio cultural. El feminismo no es otra cosa que el movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres. Así de simple y, sin embargo, así de complejo puesto que pide un cambio de mentalidad.
Es la hora del cambio cultural. El feminismo no es otra cosa que el movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres
Por eso, en esta hora de proclamar el fin de las brechas salariales se imponen leyes, pero también acciones encaminadas a favorecer la conciliación y la corresponsabilidad en todos los ámbitos, para facilitar la incorporación de las mujeres a una vida profesional plena, impulsando su participación activa, en la empresa y la sociedad.
Y para eso, tendríamos que empezar por incorporar mujeres a los sititos donde ser resuelven los problemas, sin ir más lejos, a las negociaciones colectivas en las que los hombres siguen disponiendo de manera aplastante.
¿En qué porcentajes son ellos los que negocian los convenios colectivos? Nos abochornaría la respuesta, por lo que no es de extrañar que en las empresas se siga primando más la disponibilidad o presencialidad que el cumplimento de objetivos que generaran complementos salariales medibles por resultados. Solo por ese camino abordaremos el 8% de la brecha salarial que es estructural y que conviene explicar.
*** Gloria Lomana es presidenta de 50&50 Gender Leadership.