Aunque la expresión que da título a la columna de hoy nació para referirse a formas originales e ingeniosas de resolver un problema, ha llegado nuestros días como sinónimo de ocurrencias estrambóticas y sin sentido. Así que espero que a este colectivo de profesionales no le importe que la utilice para el anuncio de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, de lanzar las ya famosas "Cartillas Covid-19", una especie de pasaporte sanitario para las personas que han superado la enfermedad.
Sobre el papel, la idea de dar libertad de movimiento a quienes ya no pueden contraer el coronavirus ni contagiarlo resulta muy tentadora. Estos individuos podrían regresar a sus trabajos e impulsar la economía a través del ocio y el consumo sin aumentar la gravedad de la pandemia. Pero, en la práctica, existen muchos factores que no solo la vuelven inviable sino también discriminatoria y peligrosa.
Distintos expertos llevan mucho tiempo advirtiendo de que este enfoque resulta todavía prematuro y, por ende, inseguro. Así que considero que la comparación con la expresión resulta bastante justa. "Hace solo cuatro meses que conocemos este virus. Realmente nos faltan datos", dijo ya en abril el profesor de salud global de la Universidad de Boston (EEUU), Donald Thea, sobre este asunto.
Uno de los mayores escollos contra los pasaportes de inmunidad reside, precisamente, en las incógnitas que aún rodean a la propia inmunidad
Y lo cierto es que, desde entonces, el panorama no ha cambiado demasiado. Uno de los mayores escollos contra los pasaportes de inmunidad reside, precisamente, en las incógnitas que aún rodean a la propia inmunidad. La principal es que no sabemos cuánto dura ni cuál es el nivel de protección inmunológica que una persona necesita para volverse resistente al virus.
De hecho, este problema es común a las vacunas. Aunque algunos candidatos prometedores ya han demostrado que son capaces de aumentar la respuesta inmune, todavía no se sabe cuánto tiempo la mantienen, un dato clave tanto para cualquier estrategia de contención de la pandemia basada en la vacunación o en haber superado la enfermedad.
La escasa información disponible tampoco resulta muy alentadora. Un pequeño estudio con enfermos de cuatro tipos de coronavirus distintos y más leves que el que nos acecha revela que algunos pacientes llegaron a infectarse hasta cuatro veces en un mismo año. Si el SARS-CoV-2 sigue el mismo patrón que sus 'primos', la inmunidad contra él duraría muy poco. Y, aunque las investigaciones preliminares parecen sugerir lo contrario, lo único que está claro de momento es que no hay certeza de una cosa ni de la otra.
A esto hay que sumar el hecho de que los test serológicos encargados de encontrar los anticuerpos específicos contra el SARS-CoV-2 todavía no tienen la eficacia suficiente para utilizarse como sello de garantía inmunitaria. De hecho, aunque los identificaran con un 95% de precisión, una cifra suficiente para el ámbito clínico, este porcentaje no serviría de nada a nivel epidemiológico.
Si se supone que la enfermedad ya ha calado en el 5% de la población, 2.500 personas serían positivas y, por tanto, inmunes, pero no conseguirían un pasaporte de inmunidad
Como explica el primer artículo enlazado, ese 5% restante implica que, si se somete a la misma prueba a un millón de personas, 50.000 de ellas obtendrían un resultado equivocado. Y, si se supone que la enfermedad ya ha calado en el 5% de la población, 2.500 personas serían en realidad positivas y, por tanto, inmunes, pero no conseguirían un pasaporte de inmunidad. Pero, lo peor, es que otras 47.500 personas no inmunes podrían dar positivo por error.
Bajo este escenario, no solo habría gente encerrada injustamente, sino que decenas de miles de personas vulnerables tendrían permiso para circular libremente, a pesar de que podrían contagiarse y propagar el virus, independientemente de si desarrollaron los síntomas o no.
Y más allá de los problemas técnicos de las Cartillas COVID-19, también hay una ristra de bloqueos éticos. Por un lado, está esa 'nadería' llamada Constitución Española que dice que todos los españoles somos iguales ante la ley. Por otro, está el hecho de que, salvo que se encargue la empresa, el coste económico de someterse a un test serológico de forma privada recae en las personas. Y, como todos sabemos, es algo que no todo el mundo puede permitirse.
Por mucho que queramos recuperar la normalidad (no la nueva, sino la buena, la de antes), queda claro que hacerlo mediante pasaportes de inmunidad todavía resulta inviable. Puede que algún día seamos capaces de superar los retos técnicos y la economía permita que todos nos sometamos a estas pruebas de forma frecuente y gratuita. Pero, hasta que todo eso pase, las Cartillas COVID-19 seguirán siendo una 'idea de bombero', y no en su significado original, sino en el que conocemos ahora.