Pocas industrias han sido tan violentamente golpeadas por la actual pandemia como la aeronáutica. De la noche a la mañana, todas las proyecciones que señalaban crecimientos sostenidos del tráfico aéreo para las próximas décadas saltaron por los aires. El coronavirus obligó a las flotas de todas las aerolíneas del mundo a enfilar el camino al hangar sin fecha concreta de vuelta.
Además, las compañías de este sector viven inmersas en una carrera contrarreloj en materia de sostenibilidad. Necesitan ser capaces de crear nuevos modelos de aviones que reduzcan significativamente el impacto medioambiental de los vuelos para adecuarse a los objetivos de sostenibilidad fijados por los estados de medio mundo.
Lo que parece poco menos que una tormenta perfecta para el sector se ha convertido en el impulso perfecto para acelerar las estrategias de innovación de los principales actores de esta industria. Una revolución que conoce bien nuestro invitado de hoy José Enrique Román, vicepresidente de Boeing Research & Technology, ya que su día a día siempre ha estado pegado a los últimos adelantos de la industria aeronáutica.
¿Cómo afronta Boeing el actual contexto tan complicado para la industria aeronáutica?
Estamos en una época que no tiene precedentes. La primera medida con la que hemos afrontando esta situación es invirtiendo en nuestra plantilla a nivel mundial. Sabemos que el sector aeronáutico ha pasado por momentos también duros en el pasado y siempre hay una serie de factores subyacentes que permiten a las personas recuperar el deseo de viajar.
Desde que me dedico a la I+D en Boeing veo elementos ilusionantes. Los equipos siguen teniendo la misma pasión y los mismos niveles de creatividad e ingenio para desarrollar soluciones innovadoras para resolver problemas complejos del mundo real.
El sector ya tenía importantes retos antes de la pandemia. La situación actual, que esperemos sea coyuntural, nos está obligando a retomar este tipo de esfuerzos.
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 hubo cambios importantes en el transporte aéreo. Ahora, las proyecciones también vaticinan que tendencias como el teletrabajo han venido para quedarse. ¿Cree que vamos a un mercado aéreo muy distinto al anterior a la pandemia?
Nuestras previsiones siguen confirmándonos que el sector aeroespacial superará estos retos a corto plazo y volveremos, primero a una fase de estabilidad, para luego resurgir con fuerza. La historia de la aviación comercial nos dice que el transporte aéreo ha tenido un crecimiento anual sostenido del 15% durante su historia.
Tras el 11-S el tráfico tardó año y medio en volver a recuperarse. Ahora, nuestras proyecciones señalan que podemos tardar unos tres años en recuperar los niveles de 2019. Además, puede que nos cueste algunos años más en volver a los niveles de crecimiento que teníamos antes de esta crisis sanitaria.
Los fundamentos que han hecho que la aviación haya crecido durante cinco décadas permanecerán tras la pandemia. En las últimas dos décadas duplicamos el tráfico aéreo. Una vez que recuperemos una situación de normalidad retomaremos esta senda. En este sentido, el resurgir del mercado requerirá ciertos ajustes en afianzar elementos como todo lo relacionado con la salud o los aspectos medioambientales.
La sostenibilidad se presenta como el siguiente reto de esta industria. ¿En qué dirección trabajan para reducir el impacto de los vuelos en el medioambiente?
La preocupación y el interés por mejorar la eficiencia en el consumo de combustible están en nuestro mapa genético. Afortunadamente, el interés económico en este sector para hacer los viajes más asequibles va de la mano de un menor consumo de combustible y, por lo tanto, de un menor nivel de emisiones.
No podemos permitirnos que, con el crecimiento del tráfico previsto para el futuro, el elemento medioambiental no sea clave en la estrategia de nuestra empresa. Estamos trabajando en cuatro ejes: la sustitución de aviones, la eficiencia operativa de la gestión del tráfico aéreo, la transición a energías renovables y el establecimiento de un sistema de compensación de emisiones.
¿Qué papel puede jugar el hidrógeno en el futuro de la industria aeronáutica?
Vemos dos caminos que no son excluyentes entre ellos. Necesitamos trabajar tanto en combustibles sostenibles como en hidrógeno. Las dos opciones contribuyen a alcanzar los objetivos marcados, pero la escala del tiempo es muy diferente entre ambos.
En lo que tiene que ver con los biocombustibles la regulación ya esta lista. Técnicamente podemos reducir un 80% de las emisiones si conseguimos implantar los biocombustibles. Para 2030 el 100% de nuestros aviones tienen que estar listos para operar con el 100% de este tipo de combustibles.
En este sentido, tenemos un proyecto con el gobierno de Aragón para poner una planta experimental que nos permita cubrir el 100% de las necesidades de esta región utilizando exclusivamente recuros disponibles de esta zona. Me refiero a residuos forestales, urbanos o cultivos vegetales que no compitan con la cadena alimentaria.
El hidrógeno puede permitirnos ganancias tremendas en lo que tiene que ver con las emisiones. Podemos utilizarlo como combustible. Lo combinamos químicamente con el oxígeno y produce calor, por lo tanto, lo podemos usar en un motor de combustión. En este caso nuestras estimaciones nos dan una reducción de emisiones del 75%. Otra fórmula es utilizar una pila de combustible. El hidrógeno se combina con el oxígeno pero genera electricidad directamente. Las mejoras de eficiencia pueden llegar al 90% en este caso.
El hidrógeno es una clara solución. ¿Qué ocurre? Que desde el punto de vista técnico tenemos retos por resolver. Actualmente el 95% del hidrógeno se produce con combustibles fósiles. Además, están los retos técnicos para hacer que las pilas de combustible den la densidad de potencia necesaria. Ahora mismo, la potencia que nos pueden dar por unidad de masa haría el avión demasiado pesado y no nos serviría. El camino que queda para escalar esta modalidad hasta que nos sirva para los aviones comerciales de largo radio aún está lejos.
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