Siempre he mantenido que lo único que tenemos en común en la Unión Europea es que la gran mayoría de sus países miembros andamos con los mismos papelitos de colores en el bolsillo como dinero.
Y de hecho, en algunos países ni siquiera eso como en el caso de Suecia, Dinamarca, Croacia, Bulgaria, Hungría, Polonia, República Checa o Rumanía. Es más, también Reino Unido jamás se planteó el uso del euro.
Con el paso del tiempo, se está demostrando que más que la Unión Europea, esto se parece más a la des-Unión Europea. Cuenta con políticas fiscales diferentes, en donde un país puede hacer competencia con su impuesto de sociedades al 12,5% para atraer a la matriz de todas las multinacionales que realizan actividades en Europa. A la hora de pagar se lo llevan al país más barato, o donde cada país tiene unos impuestos de IVA diferentes.
[Se necesita un gran pacto de rentas para vencer a la hiperinflación]
Y no todo se reduce al ámbito fiscal. También el legal que si bien está sujeto a normativa europea, no se puede pedir la extradición de una persona que ha cometido un delito en un país miembro de la Unión Europea si en el país en donde se encuentra dicho acto no es delito.
La verdad es que a uno le da la impresión que la Unión Europea no es más que un invento para que los 705 diputados del parlamento europeo, más todo el mundo que rodea a las distintas instituciones europeas y que involucra a miles y miles de políticos, asesores y empleados, puedan vivir de manera bastante relajada a costa de sus contribuyentes.
Es por ello por lo que dudo mucho que estén preparados para afrontar lo que nos viene por el camino en los próximos meses y, de ahí que mantengan sus esfuerzos por mantener una complacencia frente al riesgo extremo hacia el que nos encaminamos.
La pandemia ha provocado una extensión sin precedentes de un techo de fin de ciclo. Incluso se está llegando a mentir en las encuestas de sentimiento de mercado por el mero hecho de que los inversores están atrapados con lo que llamaron la democratización de los mercados, con lo vivido con GameStop y Robinhood como máximos exponentes.
Luego vino la caída de la criptomonedas y el drama de la caída del euro, aunque más bien debería decir la revalorización del dólar estadounidense contra todas las monedas.
Y es que la inacción del Banco Central Europeo (BCE), que aún no ha subido los tipos de interés y que es posible que solo los suba un cuartillo de punto pasando de esa manera el verano todavía con tipos en negativo, está y va a tener un efecto demoledor que mucha gente no está teniendo en cuenta.
A modo de ejemplo, para que se puede entender más fácilmente lo que quiero decir, basta con comparar el precio del barril de petróleo del año 2008 con el de ahora.
Entonces teníamos el precio del petróleo brent a 150 dólares y ahora a 107. Sin embargo, el precio de la gasolina entonces acababa de romper la barrera de un euro y ahora ya no la encuentras en ningún lado por debajo de los dos euros.
La explicación no es difícil de encontrar: el cambio del euro contra el dólar estadounidense entonces estaba en 1,57 cuando ahora está rallando la unidad. Eso significa que el barril de petróleo entonces costaba 95,5 euros y ahora nos está costando 106 euros.
No obstante, esto por sí solo no explica que ahora la gasolina (y el gasóleo) valga el doble. Obviamente, tenemos que tener en cuenta la inflación de 14 años y sobre todo también que los costes de producción de la gasolina y del gasóleo se han disparado.
Lo han hecho como consecuencia de la prácticamente nula inversión y mejoras realizadas a lo largo de estos años debido a que en breve los vehículos con motores de combustión estarán prohibidos.
Además, no olvidemos que el petróleo que importamos tiene altas concentraciones de azufre y para poder retirarlo se necesita gas natural y ya sabemos a qué precio se ha puesto el gas y el problema más que evidente que vamos a tener este próximo invierno.
Nos espera un crudo invierno en todos aspectos.