El 2 de noviembre de 2020 se celebraron las elecciones presidenciales en los EE.UU. y los primeros datos del recuento daban la reelección a Trump. Pero, según pasaban las horas, las tornas cambiaron y quedó claro que el triunfo iba a ser de Biden. Algo que Trump y muchos de sus partidarios no estaban dispuestos a aceptar.
Todo eso provocó volatilidad en los mercados y, en general, inquietud. Eran días complicados en un año en el que se había vivido de todo: Wall Street había marcado máximos en febrero e, incluso el Ibex, descontando dividendos, también. Luego llegó el desplome de marzo.
Sin embargo, mientras las bolsas estadounidenses, y especialmente el Nasdaq, ya llevaban meses rebotando, el Ibex seguía muy deprimido, especialmente por culpa de sus bancos y Telefónica. Casi todos marcaron mínimos en esa primera semana de noviembre.
Pero iba a pasar algo que inundaría de optimismo a los mercados, y que tendría especial relevancia para el índice español que vivió el mejor mes (25,18%) de su historia. Algo totalmente inesperado en el momento en que se anunció y que pilló a muchos por sorpresa.
Pfizer, un 9 de noviembre a media mañana horario europeo, anuncia que dispone de una vacuna con un 90% de eficacia según el primer análisis intermedio de su ensayo de fase 3, la última etapa antes de pedir formalmente su homologación.
Albert Bourla
Él no es el típico graduado de alguna universidad cara y tampoco tiene estudios de empresariales o alguna ingeniería como es lo habitual entre los modernos ejecutivos de Wall Street. Obtuvo su doctorado -en Biotecnología de la reproducción- en una universidad de veterinaria, muy prestigiosa pero pública: la Universidad Aristóteles de Tesalónica.
Griego de familia judía, entró como veterinario en Pfizer en 1993, y llegó a ser director técnico de la división de salud animal de la empresa en Grecia. Uno de los cargos que ocupó en su ascendente carrera –él es un ejemplo del famoso “sueño americano”- fue el de jefe mundial de Vacunas.
Llegó al puesto de director ejecutivo el 1 de enero de 2019 y, un año después, asumió también la presidencia ejecutiva. Desde que empezó la covid, se empeñó en encontrar una vacuna, algo en lo que Pfizer nunca fue especialista.
Él lo sabía bien y por eso ya se asoció en marzo con otra empresa más pequeña (BioNTech) y que llevaba trabajando contra el coronavirus desde enero. Esta biotecnológica alemana que cotiza en el Nasdaq es fruto del trabajo de Ugur Sahin -actual director ejecutivo-, que fundó la empresa junto a su esposa (turco-alemana y médica como él) en 2008.
De repente se olvidó la rivalidad turco-griega y judío-musulmana y el resultado fue el compuesto BNT162b2.
Polémicas políticas
Muchos creen que la compañía retrasó el anuncio de la efectividad de su vacuna para no influir en las elecciones norteamericanas, lo que empeoró aún más el ambiente postelectoral en los EE.UU. (germen de lo que luego serían los sucesos del 6 de enero en el Capitolio).
Todo esto propició que las sesiones de hace un año en los mercados fueran especialmente volátiles, aunque el saldo acabara siendo claramente positivo.
Nadie recuerda un rally bursátil global provocado por el anuncio del éxito de un ensayo clínico, mucho menos en medio de una crisis política en el país más poderoso del planeta. Pero los inversores que apostaron por él acertaron de pleno.
Muchos inversores y fondos habían cerrado, prudentemente, parte de sus posiciones de riesgo por la polémica del resultado electoral estadounidense.
Muchos analistas advertían de un posible conflicto institucional grave en el país, y se advertía del peligro de alguna decisión radical del todavía presidente Trump en el tiempo que duraría la transición.
A un año vista
Esto llevó a que el movimiento alcista tras el anuncio de Pfizer pillara a muchos con el pie cambiado, y la necesidad de sumarse a la tendencia para no quedarse fuera, llevó a que la presión compradora fuera enorme.
De hecho, el 37% que ha subido el S&P500 desde la victoria de Biden supone la mayor revalorización jamás registrada en un primer año de un presidente estadounidense, y pocos dudan que las vacunas han sido determinantes en ello.
A esto hay que sumar que las cotizaciones de algunos valores rozaban niveles que, a día de hoy, parecen ridículos puesto que descontaban un escenario excesivamente negativo. Especialmente en España.
Si miramos valor por valor, hay 10 miembros del Ibex que han duplicado su cotización de entonces. Algunos suben incluso en torno al 150% como BBVA, Sabadell, Arcelor y Fluidra.
Sin embargo, el índice sigue lejos de los niveles pre-covid (10.000) que ya han superado todos los demás en Europa (incluso la bolsa italiana, que suele ir pareja con la nuestra, cotiza casi un 10% por encima).
La que más ha mejorado desde mediados de febrero ha sido el Dax alemán (15%), si bien hay que tener en cuenta que no descuenta dividendos. Teniendo en cuenta eso, los máximos pre-Covid reales del Ibex estarían en torno a 9.500.
Este peor comportamiento del Ibex tiene nombre: prácticamente la mitad de sus miembros cotizan por debajo del 18 de febrero de 2020, siendo los casos más llamativos IAG, Grifols y Telefónica.
Hubo muchos activos que hace un año tenían un precio que, en comparación a su cotización de hoy, pueden llevar a cualquier inversor a soñar con una máquina del tiempo: el bitcoin ha multiplicado por cinco desde entonces.
Pero incluso sin irnos a activos de alto riesgo, el bono a 10 años español rentaba en torno a un 0,10% y hoy a un 0,50%. En porcentaje, es una subida del 400%.