Era una pesadilla para muchos productores y se ha convertido en la nueva realidad: la era del petróleo barato. A finales de 2014 y después de seis meses de desplome, el precio del barril de Brent, referencia europea, caía por debajo de los 60 dólares. De este modo, el crudo caía a la mitad de los máximos de la crisis, cuando llegó a cotizar por encima de 120 dólares en 2012 durante la Primavera Árabe.
Ya en 2016, el próximo destino del barril de petróleo podría estar otra vez en la mitad: caer hasta 30 dólares. No es un escenario descabellado, al contrario, parece el más probable después de que se haya desplomado ya un 11% en las cuatro primeras sesiones del año, hasta caer por debajo de 34 dólares. Algunas casas de análisis, como es el caso de UBS, creen que el descenso actual se prolongará durante unos meses antes de asistir a un rebote. Prohibido hablar de apreciación del crudo mientras continúe la guerra de precios de algunos productores y el exceso de oferta que hay en el mercado.
Por el contrario, el escenario que sí que hay que descartar es el de una subida de los precios con fuerza en los próximos años, las rebajas en el petróleo van a seguir por mucho tiempo, más allá de 2020.
El mercado está descontando ya que el precio del barril de petróleo no volverá a superar los 55 dólares antes de 2020 y que no volverá a los 60 dólares antes de 2022. Así se desprende de la curva de cotización de los futuros del Brent en el mercado. A medio plazo, si la recuperación de la economía se consolida, el crudo se apreciará paulatinamente, pero lo hará a un ritmo muy lento.
Esta es una gran noticia para España, ya que permitirá ahorrar en torno a 20.000 millones de euros cada año en importaciones de crudo. Y no sólo se beneficiará la macroeconomía, sino que el efecto positivo se va a seguir percibiendo en los hogares, desde el coste de los carburantes hasta la influencia que tiene la energía en la caída del IPC que ha ayudado a elevar la renta disponible real de las familias.
Petróleo ‘a peseta’
El nivel de producción de crudo a nivel mundial marcó máximos históricos en 2015 y las previsiones de los expertos apuntan a que esta es la nueva normalidad. Los países de la OPEP producen más de 32 millones de barriles al día, por encima del nivel que acordaron en diciembre de 31,5 millones de barriles. Por su parte, EEUU produce ya de forma sostenida más de 9 millones y Rusia más de 10 millones.
Nunca antes se habían bombeado tantos litros de oro negro. Y como pasaría con el oro dorado si se descubriese una beta con millones de toneladas, la oferta sube y los precios se desploman.
Los grandes productores mundiales tienen la firme intención de seguir aumentando su producción, lo que elevará el exceso de producción e impedirá que los precios se recuperen. Los principales culpables son tres: Arabia Saudí, Irán y EEUU.
En primer lugar está el conflicto político entre los dos países árabes. Los dos países están dispuestos a morir matando, esto es, producir más petróleo para perjudicar a su rival, aunque esto también tenga efectos negativos para ellos. “Lo que van a hacer los dos países en un entorno de hostilidades es producir mucho más petróleo”, explica Daniel Lacalle, analista financiero y gestor de fondos, “es lo que suelen hacer ante una situación de conflicto”.
El potencial de los dos Estados para inundar el mercado es máximo, por eso los precios están temblando. Arabia Saudí tiene potencial para aumentar su producción en el corto plazo en 2,25 millones de barriles al día, según los cálculos de Bloomberg, lo que supondría elevar la producción mundial en casi un 5%.
Irán está volviendo a exportar crudo a Occidente después de años de sanciones por su programa nuclear, por lo que pretende volver a elevar su nivel de producción. El objetivo del país es superar los 3 millones de barriles en el corto plazo para recuperar todo el tiempo perdido.
EEUU planta cara
Además está Estados Unidos, el centro de todas las iras de los países de la OPEP. La irrupción de la técnica de extracción de petróleo no convencional conocida como fractura hidráulica o fracking, ha permitido al país marcar sus niveles históricos de producción, superando las cifras de los años setenta y ochenta.
El problema de esta técnica (además del grave impacto medioambiental que provoca) es que los costes de producción son mayores que en la extracción convencional. Sin embargo, el avance de la tecnología está haciendo que los nuevos pozos sean mucho más productivos y, por tanto, ofrezcan mejores retornos.
Si en 2007, los pozos más modernos tenían una capacidad de extraer 40 barriles al día, actualmente se consiguen 427 barriles, según los datos de la Administración de Información de Energía (EIA, por sus siglas en inglés). De esta forma, EEUU ya puede competir en precios con los países árabes y promete dar guerra.
Los productores siguen ajustando a la baja sus costes de extracción de crudo, lo que alimenta la guerra de precios. Mientras tanto, los países consumidores (principalmente los europeos y Japón) se frotan las manos ante la perspectiva de que las rebajas en el petróleo seguirán durante años.