En Europa se ha abierto una guerra cruenta entre los favorables a considerar tecnologías limpias el gas y la energía nuclear y los que aseguran qué no lo son. Y todo porque la Comisión Europea pretende etiquetar estas dos fuentes energéticas como ‘verdes’ en determinadas condiciones dentro de la nueva taxonomía.
Es una herramienta de la UE que prevé orientar las inversiones del sector privado hacia una economía acorde con los objetivos de lucha contra el cambio climático, además de otros cuatro retos ambientales (agua, economía circular, prevención de la contaminación y biodiversidad).
El debate se ha calentado tanto que la Comisión Europea ha decidido extender del 12 al 21 de enero el plazo para consultar a los estados de la Unión Europea sobre su propuesta de clasificación como "sostenibles" invertir en ellas.
No será una decisión definitiva. Tras la publicación del texto definitivo, durante un plazo de cuatro meses, el Parlamento Europeo tendrá la posibilidad de rechazarlo por mayoría simple de votos.
Guerra entre países
"Es una cuestión conceptual y no hay regulación ni normativa europea que determine qué es energía verde", explica a EL ESPAÑOL-Invertia el abogado experto en el sector energético José Luis Casajuana, del despacho JL Casajuana Abogados.
"Atendiendo solo a su definición, se considera energía verde a la renovable, a la que no consume recursos naturales finitos, y tanto el gas como la nuclear, que necesita de uranio para su producción, no serían energías verdes".
"Sin embargo, si se considera que son energías limpias, es decir, aquellas que tienen bajas o nulas emisiones de CO2, entonces sí podrían incluirse el gas y la nuclear". Y todo pese a que la nuclear genera residuos radiactivos y el gas es emisora de gases de efecto invernadero, pero a niveles muy inferiores al carbón y al petróleo.
"La Comisión Europea hace trampa y confunde energía verde y energía limpia", continúa el abogado José Luis Casajuana. "Pero porque hay una lucha política entre los países por ver quién se queda con el trozo del pastel de las inversiones".
Por un lado, el Gobierno español no quiere incluir estas tecnologías porque España se centra en la industria renovable (eólica, fotovoltaica, termosolar y las emergentes, como el hidrógeno verde y el almacenamiento). Sin embargo, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ya ha anunciado la construcción de más centrales nucleares y Alemania, con su plan de cierre del carbón y la nuclear, debe apoyarse en el gas si quiere asegurar el suministro al país.
"Es un tema bastante político", continúa por su parte Ana Barillas, Head of Iberia en la consultora internacional Aurora Energy Research. "Cada país tienen que cubrir sus necesidades energéticas en función de sus diferentes recursos", explica a este diario.
"En España y Portugal, por ejemplo, el recurso solar, eólico e hídrico es tan grande que no tiene sentido hablar de gas o nuclear". De hecho, no hay ni se espera ninguna nueva central nuclear, ya que sus costes son prohibitivos. "En otros países europeos tienen más dificultades de disponer de renovables. No todos los países están en la misma posición".
Además, la experta apunta que "en el caso de la nuclear, lo más importante es que se aborde el problema del desmantelamiento de las centrales antes de construirlas. El tema de los residuos y sus costes deben ser tenidos en cuenta".
En el caso del gas, "es un problema para la transición energética porque no es necesaria para toda la generación en las próximas décadas pero, en función del ritmo del proceso de descarbonización, será más o menos necesaria". Además, "si se generan 8.770 horas de electricidad al año, descarbonizar 8.000 horas es fácil, pero hay horas que se complican porque no hay viento o sol y por tanto, el gas deberá respaldar esa falta".
La decisión de los inversores
La decisión política final tendrá un peso en la toma de decisiones de las inversiones públicas y privadas, y por eso, el Grupo de Inversores Institucionales sobre el Cambio Climático (IIGCC), una poderosa coalición de fondos de pensiones y gestores de activos, advirtió que etiquetar el gas fósil como una inversión sostenible podría correr el riesgo de canalizar capital hacia actividades que son incompatibles con la ambición climática de Europa.
Las organizaciones ecologistas también se han unido en contra, y la ONG de movilidad limpia Transport & Environment (T&E) advirtió que la UE estaba "dispuesta a eliminar sus propias reglas de finanzas sostenibles mediante el lavado verde del gas".
Sin embargo, la propuesta de la Comisión Europea, basándose en el informe del JRC (Centro Común de Investigación), una Dirección General de la Comisión Europea, dice que "la energía nuclear contribuye todavía más a la mitigación del cambio climático a través de la sinergia con las energías renovables". Más aún, la energía nuclear "evita el uso de tecnologías de generación de altas emisiones de carbono que a menudo se utilizan como respaldo (gas natural)".
Y los defensores del uso de gas para generación eléctrica, como la organización de la industria del gas, Eurogas, dicen que las turbinas de gas son críticas para una rápida transición de la generación de energía a base de carbón.
"Eurogas tiene la ambición de descarbonizar completamente la red de gas poco después de 2045. Los umbrales decrecientes progresivamente, como se espera en la taxonomía, ayudarán a impulsar eso, pero los puntos de partida realistas son imprescindibles", ha argumentado el grupo de la industria gasista.