La creación del futuro euro digital que prepara el Banco Central Europeo (BCE), cuyo objetivo es competir con soluciones privadas (como la fallida Libra de Facebook) o con criptomonedas de potencias rivales como China, está demostrando ser particularmente compleja.
El euro digital debe ser un complemento eficaz del efectivo, pero sin sustituirlo. Tiene que garantizar los estándares más altos en materia de privacidad, pero sin llegar al anonimato para evitar el blanqueo de dinero. Se ha concebido como una forma de "dinero público", pero se quiere evitar que acabe tumbando a las entidades bancarias privadas.
Aunque es el BCE el que está pilotando el diseño del criptoeuro, con una fase de investigación que durará hasta mediados de 2023, los Gobiernos de la eurozona no quieren perder el control del proceso: está mucho en juego. De ahí que el Eurogrupo discuta periódicamente cuáles deben ser los rasgos definitorios del futuro euro digital.
[El BCE inicia la fase final de diseño del euro digital que durará hasta 2023]
En abril se celebró un primer debate sobre las opciones en materia de privacidad. El Eurogrupo de este lunes discutió el impacto del criptoeuro sobre el sistema bancario y en el uso de efectivo. Para octubre se ha programado una sesión consagrada a los modelos de negocio de los diversos actores públicos y privados en el futuro ecosistema digital.
"El diseño de un euro digital debe evitar impactos negativos en la intermediación financiera y en la estabilidad", resalta el comisario de Asuntos Económicos, Paolo Gentiloni. "Un resultado claro de nuestra discusión fue que el euro digital sólo complementaría el uso de efectivo, no lo reemplazará", ha explicado el presidente del Eurogrupo, Paschal Donohoe.
Límites cuantitativos
El posible impacto del criptoeuro en el sistema bancario es una de las cuestiones que más preocupan a los ministros de Economía de la eurozona. "Estamos examinando cuidadosamente los riesgos para la transmisión de la política monetaria y para la estabilidad financiera que podría plantear la conversión de gran parte de los depósitos bancarios de la eurozona en euros digitales", admite el representante italiano en el directorio del BCE, Fabio Panetta.
"Los depósitos representan en la actualidad la principal fuente de financiación de los bancos de la eurozona. Si no está bien diseñado, un euro digital podría provocar la sustitución de una cantidad excesiva de estos depósitos", explica Panetta, que es el responsable de este proyecto en Fráncfort.
A su juicio, estas "consecuencias indeseables" del criptoeuro para la estabilidad financiera "deben minimizarse de antemano mediante el diseño". "Y, de hecho, es posible diseñar un euro digital con herramientas eficaces para evitar que se utilice como una forma de inversión y no únicamente como un medio de pago", asegura.
Entre las soluciones que presentó el BCE al Eurogrupo el pasado lunes se encuentra el establecimiento de límites cuantitativos por persona a la tenencia de euros digitales. La otra alternativa consiste en fijar "una remuneración desincentivadora por encima de un cierto umbral". Es decir, obligar al pago de un recargo cuando la cantidad supere determinado tope. El diseño del euro digital combinará ambos instrumentos, según ha adelantado Panetta.
"Nuestros análisis preliminares indican que mantener las tenencias totales de euros digitales entre un billón y un billón y medio de euros evitaría efectos negativos para el sistema financiero y la política monetaria. Esta cantidad sería comparable con los billetes actualmente en circulación. Dado que la población de la zona del euro es actualmente de alrededor de 340 millones, esto permitiría tener alrededor de 3.000 a 4.000 euros digitales per cápita", asegura el banquero italiano.
Exigencia de privacidad
La privacidad en las transacciones es quizá la principal exigencia que plantean los usuarios en todas las consultas públicas realizadas sobre el euro digital. Sin embargo, el BCE sostiene que el anonimato total (como en los pagos en efectivo) no es una opción viable porque haría imposible controlar las cantidades en circulación y prevenir el blanqueo de dinero o la financiación del terrorismo.
Eso significa que los usuarios deberán identificarse cuando empiecen a usar el euro digital. Los intermediarios supervisados, que según el BCE son los candidatos naturales para distribuirlo, son también los mejor situados para gestionar este proceso de incorporación.
A partir de ahí, en el escenario central el criptoeuro proporcionaría a los usuarios un nivel de privacidad igual o superior al de las soluciones digitales privadas. Los datos personales y de transacciones sólo serían accesibles para los intermediarios para garantizar el cumplimiento de las normas de la UE contra el blanqueo de dinero y la financiación del terrorismo.
Pero además, el Eurogrupo apoya "un enfoque basado en los riesgos para permitir una mayor privacidad en el caso de transacciones más pequeñas y menos peligrosas", según Donohoe.
En este sentido, el BCE está estudiando la posibilidad de una funcionalidad offline para pagos de proximidad, en la que los saldos y las cuantías de las transacciones no serían conocidos por nadie más que por el usuario. Es decir, una "privacidad total" que, eso sí, sólo se permitiría para los pagos más pequeños, por ejemplo por debajo de 200 euros.
"Considérese un pago offline en euros digitales en una tienda, con el pagador y el beneficiario muy cerca uno del otro. Esto sería muy similar a hacer un pago en efectivo. ¿Deberían aplicarse estándares diferentes para estos dos pagos, incluso si los perfiles de riesgo son similares?", relata Panetta
"Tomemos el ejemplo de un chip que puede almacenar hasta 200 euros en euros digitales: el riesgo de que se use para lavar dinero apenas parece mayor que el de un billete físico de 200 euros, especialmente si el chip requiere autenticación biométrica antes de poder usarlo", argumenta el representante italiano en el directorio del BCE.