El nivel de precios marcó en marzo un nuevo máximo histórico en la eurozona debido al aumento desbocado de la factura energética -que se ha descontrolado aún más desde el estallido de la guerra de Rusia contra Ucrania- y también a la subida de los alimentos, que se debe igualmente al conflicto.
En concreto, la inflación anual se disparó hasta el 7,5% en marzo, 1,6 puntos más que en febrero, según la estimación preliminar publicada este viernes por Eurostat, la oficina estadística comunitaria. Un incremento que pulveriza de nuevo todos los récords desde la creación del euro.
El mal dato redobla la presión sobre el Banco Central Europeo (BCE), cuyo objetivo de inflación es el 2%, para acelerar la retirada del arsenal de estímulos desplegado para hacer frente a la crisis de la Covid-19.
La presidenta, Christine Lagarde, ha confirmado esta semana que si la inflación no se relaja, el BCE pondrá fin en junio a la compra de deuda pública, que ha permitido mantener bajo control las primas de riesgo de Italia y España. Un movimiento que despejaría el camino para una primera subida de tipos de interés antes de fin de año. La inflación desbocada impedirá al BCE salir esta vez al rescate de la eurozona en la crisis de la guerra de Ucrania.
Si se analizan los principales componentes de la inflación de la eurozona, la mayor subida corresponde a la energía (44,7% de incremento anual frente al 32% de febrero); seguida de alimentación, alcohol y tabaco (5% frente al 4,3% en febrero); productos industriales no energéticos (3,4% frente al 3,1% en febrero) y servicios (2,7% comparado con el 2,5% en febrero).
Por su parte, la inflación subyacente (que excluye los componentes más volátiles como son la energía, alimentos no procesados, alcohol y tabaco) también sube del 2,7% en febrero al 3% en marzo.
Los incrementos de precios más fuertes se registran en Lituania (15,6%), Estonia (14,8%), Holanda (11,9%), Letonia (11,2%) y España (9,8%). De hecho, la inflación en nuestro país supera en 2,3 puntos porcentuales la media de la eurozona, lo que amenaza con derivar en una pérdida de competitividad.
Pero incluso los países con menos tensiones inflacionistas superan el objetivo del 2% del BCE: Malta (4,6%), Francia (5,1%), Portugal (5,5%) o Finlandia (5,6%).
La presidenta del BCE ha dicho esta semana que hay tres factores principales que seguirán empujando los precios al alza, al menos a corto plazo. En primer lugar, los precios de la energía se mantendrán altos durante más tiempo: el petróleo se ha disparado un 64% desde principios de año y el gas ha subido un 52%.
En segundo lugar, el BCE prevé que siga aumentando la presión sobre la inflación de los alimentos. Rusia y Ucrania representan casi el 30% de las exportaciones mundiales de trigo, mientras que Bielorrusia y Rusia producen alrededor de un tercio de la potasa del mundo, un ingrediente clave en la producción de fertilizantes, lo que exacerba la escasez de suministro.
En tercer lugar, es probable que persistan cuellos de botella en las cadenas de suministro mundiales en ciertos sectores. Por ejemplo, Rusia es el principal exportador mundial de paladio, que es clave para producir semiconductores.
En la crisis de la guerra de Ucrania, Lagarde ha dejado claro que la primera línea de defensa debe correr a cargo de los Gobiernos nacionales, que pueden habilitar ayudas públicas y rebajas de impuestos para los sectores más afectados. Las medidas presupuestarias adicionales anunciadas por los Estados miembros desde el inicio de la invasión ascienden al 0,4% del PIB de la eurozona.
La presidenta del BCE reclama además una respuesta presupuestaria a escala de la UE, que debe empezar por reajustar el fondo de 800.000 millones Next Generation, que se creó en respuesta a la crisis de la Covid.