Mapfre Economics, el servicio de estudios de Mapfre, advierte que, tras un primer trimestre que invitaba al optimismo, “el condicionante geopolítico ha profundizado el shock de oferta, lo que va a provocar un deterioro importante del nivel global de actividad y un aumento de las presiones sobre los precios, con divergencias por regiones”.
Según incluyen en el informe 'Panorama Económico y Sectorial 2022: perspectivas para el segundo trimestre', publicado hoy, los economistas esperan un crecimiento global del 3,6% para 2022 y 2023, frente al 4,8% y 3,6% del trimestre previo, con una inflación al alza que alcanzaría el 6,8% y el 4,1% en promedio en el último trimestre de cada uno de esos ejercicios.
Para España, y en su escenario central, Mapfre Economics prevé un crecimiento del 4,2% este año (frente al 5,5% del anterior informe Panorama) y del 3,0%, el siguiente (frente al 4,3% que preveía anteriormente). Como riesgo principal apunta al coste energético “y una posible ampliación de la inflación a todas las rúbricas”.
Estas son las cifras que manejan en su escenario base o central, es decir, aquel que más probabilidades tiene de que se cumpla. Pero, para ello, el impacto de la pandemia debe ser mínimo y el conflicto geopolítico debería ser más limitado en tiempo, con unas sanciones consistentes con las ya establecidas que perdurarán más allá de 2022.
En este escenario, los precios del petróleo y gas permanecerán por encima de los 100 dólares durante todo el año. Pero, dada la incertidumbre, el Servicio de Estudios contempla, como es habitual en sus informes, un escenario estresado, más cercano a una situación de estanflación y en el que se daría un recorte adicional de 4 décimas al PIB y un aumento de la dinámica inflacionista. En última instancia, aunque con menor probabilidad, añade ahora un escenario de shock que incluye el riesgo de recesión.
En este sentido, las subidas en la alimentación son evidentes (6,8% marzo) y los altos precios de los fertilizantes “los agravarán”; mientras que la subida de precios en la producción es sorprendentemente alta (+40,7% en febrero), debido a los costes de la electricidad y del gas, motivando la interrupción de la producción en muchas fábricas.
En opinión de los expertos, “el problema energético no tiene una rápida solución y la intervención en el precio, aunque no convencional, permitiría ajustarla a la realidad del mix de producción español”. “Se debe actuar con cautela pues, de no llegar a una fórmula de precio coherente, se puede desincentivar la inversión justo cuando es más necesaria”, añaden. No obstante, se muestran optimistas con la recuperación del turismo y, de nuevo, ven clave “el aprovechamiento eficaz de los fondos de la Unión Europea para generar dinamismo en la economía española”.
El servicio de estudios considera que la eurozona va a ser la región más perjudicada por el conflicto de Ucrania, tanto por el nivel de vinculación comercial como por su dependencia energética. "El riesgo para la economía de la eurozona es principalmente el repunte de la inflación, que va a reducir la renta disponible de los consumidores y los márgenes de las empresas, haciendo que estas sean más cautelosas en sus decisiones de inversión, lo que pasará factura al crecimiento de la economía", subrayan.
El problema energético
Además, "la resolución del problema energético será clave en los próximos meses e incluso años. Mientras la inflación solo se moderará por el efecto base, el ciclo vicioso de la subida de precios ha empezado y volver a encauzar la dinámica inflacionaria será una tarea difícil", explican. Esto les ha llevado a rebajar su previsión de crecimiento del 3,9% al 2,9% para este año, mientras que mantienen el 2,7% para 2023.
Para Estados Unidos (con una previsión de crecimiento del PIB del 3,2% para 2022 frente al 4,0% anterior), esperan un impacto menor de la crisis geopolítica. “Su autosuficiencia energética, el limitado vínculo comercial con Rusia y un mercado laboral sólido, dotan de una resiliencia mayor de lo anticipado a un consumo en claro deterioro en términos reales”, indican.
Por último, aunque con lazos menos estrechos y dependientes, los mercados emergentes se enfrentan a un impacto más fragmentado: positivo para aquellas economías exportadoras de materias primas como el petróleo y derivados, metales y ciertos alimentos, entre otros, y negativo para aquellas economías emergentes intensivas en manufacturas que afrontan estos elevados precios en su capacidad productiva.
“En el caso particular de China (con una nueva previsión de crecimiento económico del 4,8% para 2022 frente al 5% anterior) y ciertos satélites intensivos de la industria asiática, se suma tanto el riesgo de las sanciones directas que podrían amplificar el problema, como el entorno de la política de tolerancia cero ante la pandemia que está provocando nuevos confinamientos en ciudades como Shanghai, Changchun, Jilin, Shenzhen y Langfangy, agravando con ello los cuellos de botella de origen asiático que, dada su relevancia global, exacerbarían el shock de oferta y, con ello, el riesgo de estanflación”, señalan.