Aquellos maravillosos años
Todos los que hemos nacido entre lo 70 y los 90 no podemos evitar hacer una comparativa entre nuestra infancia y adolescencia y la de nuestros hijos. Es increíble cómo la tecnología dinamiza radicalmente a las generaciones. A medida que pasan los años, tendemos a pensar que nuestros hijos están siendo abducidos por la tecnología y que viven embelesados con sus redes sociales y absorbidos por sus móviles.
Pero, mirando atrás, nuestra era tecnológica también fue revolucionaria y emocionante, además de adictiva e incomprensible para nuestros padres.
Mi primer recuerdo infantil tecnológico es el de unas maquinitas de Nintendo que teníamos mis hermanas y yo. Eran muy básicas, con dos botones y un cuadro de mando de flechas. Recuerdo que mis padres nos regalaron una a cada una. A mí me tocó una marrón que consistía en recoger a unos paracaidistas para no ser devorados por los tiburones. Años después ampliamos nuestra colección con la famosa DONKEY KONG, esto sí era tecnología avanzada, doble pantalla y ¡se plegaba y todo! Cuando salieron los modelos de móviles plegables no pude evitar tener una sensación de déjà vu con su lanzamiento.
Nuestra adicción creció con un par de consolas nuevas. Una era del comecocos y la otra de una nave espacial que iba matando marcianos. Recuerdo que tenían la pantalla retroiluminada y nos metíamos en el baño para jugar a oscuras porque molaba un montón esa pantalla a color con luces. La de horas que hemos podido echar jugando y compitiendo para batir el récord. Más de uno ha estado así de enganchado con el Candy Crush no hace mucho.
Pocos años después aterrizó en casa nuestro primer ordenador Amstrad, era el modelo CPC 6128 y venía con un manual de usuario encuadernado con una espiral que incorporaba al final una serie de algoritmos y códigos para poder programar nuevos juegos en BASIC y más de una vez nos los "picamos" para ejecutarlos. Por aquel entonces nadie nos explicó a mis amigas y a mí que se podían editar y guardar los juegos, de modo que nosotras lo hacíamos directamente en la línea de comando. Se nos iba todo un día y la mayoría de las veces no nos compilaban los juegos por errores cometidos en el código. Pienso ahora en la de veces que le digo a mi hija que está perdiendo el tiempo mirando el móvil y me río al pensar en el tiempo que perdieron dos niñas de 11 años copiado un código de BASIC sin tener ni idea de lo hacían.
Este novedoso ordenador incorporaba la unidad de disco duro, una unidad frontal de disquete interna de 3” y un monitor retro, a color con el fondo azul y las letras en amarillo. Me metía en la cama por la noche y al cerrar los ojos ahí estaba esa pantalla. Ponía “BASIC 1.1” y debajo salía “READY” y el prompt. Iba todo por línea de comandos y en BASIC. Traía ese joystick con dos botones de disparos, que terminamos rompiendo de tanto jugar. Mi juego favorito era el DYNAMITE DAN, aún escucho su música si pienso en esos ratos. La famosa marcha turca de Mozart, una de sus piezas a piano más conocidas. La tengo descargada en mi Apple Music.
He debido echar miles de horas jugando, no menos horas que la que dedica ahora la adolescencia a mirar sus redes sociales al día.
También teníamos tendencias, no os penséis. Al igual que pasa ahora con los móviles, algunos amigos tenían otros modelos de ordenador. Por aquel entonces se llevaba ser de Spectrum o Commodore 64. Dos grandes titanes tecnológicos del momento. Pero Amstrad llegó para dejarnos soñar con unos gráficos increíbles llenos de colores, además de una potencia técnica muy superior a los modelos existentes. Algo parecido a lo que pasó con el iPhone de Apple cuando salió.
Como no existía internet, quedábamos en casa de los amigos para jugar y nos llevábamos nuestros disquetes con los juegos. Supongo que será lo más parecido a ver a nuestros hijos jugar ahora al Fortnite, la única diferencia es que ellos juegan partidas virtuales en línea y en remoto.
A finales de los 90, llegó la Game Boy y también me generó una dependencia enfermiza. Venía con dos juegos, Super Mario Land y el Tetris. Guardo recuerdos muy entrañables, sobre todo porque nos hicimos adictos toda la familia y nos turnábamos religiosamente. Jugábamos en la modalidad B que iba por niveles y arrancábamos en 9 corazón 5. Los que no han jugado al Tetris no entenderán nada, pero era súper difícil pasarse ese nivel (B-Type heart mode level 9 high 5 clearances).
Y ojo porque esta revolucionaria maquinita disponía en el lado derecho de un puerto que permitía conectarse a otra Game Boy a través de un cable Game Link y por primera vez podíamos jugar partidas de dos jugadores cara a cara con el Tetris. Lo más parecido a ver hoy a nuestros hijos jugando con el móvil a algún juego con sus amigos virtuales. Aquellos maravillosos años causaron una lenta revolución en nuestra generación.
Ahora todo evoluciona mucho más rápido y las novedades llegan sin que hayamos explotado o amortizado por completo los modelos anteriores.
Es inevitable no dejarse absorber por la tecnología, lo novedoso, la innovación. Ya lo fue entonces y más lo será ahora. Somos incapaces de contener o frenar el ritmo frenético que lleva la irreverente generación Z, los llamados Centennials, los primeros nativos digitales del nuevo siglo XXI. Debemos aceptar y comprender que, tras la expansión masiva de internet, el mundo es otro y este es su momento. Estos están siendo sus "maravillosos años".
Su iPhone, será nuestra Game Boy, su Instagram o TikTok nuestro DYNAMITE DAN, su MacBook nuestro Amstrad, y así sucederá con todo lo que venga. Cualquier novedad técnica o aplicación en las redes sociales que emerja, será devorada ipso facto. No lo vamos a poder parar. Como sociedad lo único que podemos hacer es intentar poner gobernanza en el contenido de datos y garantizar la privacidad de los individuos. Poco más.
Sus maravillosos años se quedarán atrás y en el futuro se enfrentarán a las nuevas tendencias tecnológicas que surjan, no quedándoles más remedio que adaptarse tan rápido como la innovación les permita porque sabrán, al igual que sabemos nosotros, que el que no se integra, deriva.
***Elena Viniegra, Cloud Lead para EMEA & LATAM en NetApp.