Empezaré diciendo, que los problemas y las oportunidades perdidas con respecto a la inversión y el dinero, son prácticamente los mismos en hombres y mujeres a día de hoy. Todas las personas, sin importar el sexo, tocamos el dinero cada día, pensamos en él, nos preocupa, nos alegra cuando llega… pero casi nadie piensa en la inversión.
Vivimos de lo que entra en la cuenta cada mes y tratamos, a veces, de intentar que entre más pidiendo un ascenso o cambiando de trabajo, incluso jugando a la lotería; pero, sorprendentemente, muy poca gente se preocupa de multiplicar eso que recibe o que ya tiene. Cosa que, a diferencia de lo anterior, está en su mano, es barato, sencillo y puede activar de inmediato.
Esto, no sé si es un problema, pero desde luego no parece lógico, ¿verdad? Pues realmente sí lo es, porque todos tenemos miedo a lo desconocido. Y en España la inversión es algo muy desconocido. Recuerdo una mujer en el pueblo del norte donde veraneaba de pequeña, siendo yo muy muy pequeña y ella muy muy mayor, que tenía miedo a la televisión.
No se rían, porque para mí ese miedo era tan incomprensible como el que yo misma sentí cuando, de intercambio en Australia, mi hermana de 10 años cogía arañas enormes como si fuesen peluches y me ofrecía acariciarlas. Mientras yo me apartaba horrorizada, ella no entendía mi miedo. Simplemente, ella sabía cómo funcionaban las arañas y cuáles eran las peligrosas, y yo no. Por eso ella no tenía miedo y yo sí.
En nuestro país casi dos de cada tres personas afirman que el mundo de las finanzas es un tema "muy complicado de entender" y más de un tercio de la población admite no saber lo necesario para tomar las decisiones adecuadas, según un informe de Funcas.
Esta desinformación fomenta la falta de confianza, sobre todo en mujeres, que reconocen más carencias que los hombres en las nociones económicas. Siendo conscientes de esto, quizá esté bien no invertir. Bueno, sí y no. Lo ideal sería formarse en algo que es transversal en nuestra vida y que tiene un impacto absoluto en casi cada decisión que tomamos hasta que nos morimos.
Y como prometía el titular hablemos de las diferencias entre hombres y mujeres. Porque sí las hay. Pero como siempre, debemos diferenciar entre cantidad y calidad. Si hablamos de cantidad, el porcentaje de hombres que invierten es muchísimo mayor que de mujeres. Hay varios motivos que pueden explicar esto.
El motivo principal, a pesar de lo que muchos pueden o quieren pensar no es un tema psicológico. No es que el cerebro del hombre esté hecho para invertir y el de la mujer no. La razón principal es, y aunque esto está cambiando, que hasta hace muy poco las únicas personas que invertían eran aquellas que trabajaban en la industria financiera o de inversión. Nadie más. Sin importar su sexo.
La explicación es doble: eran quienes tenían el conocimiento de cómo funcionaba y el acceso a los mercados. Y hasta hace pocos años esa industria, como las demás estaba formada por hombres. Pero, de nuevo, por unos pocos hombres.
Recordemos que hasta hace apenas 50 años una mujer no podía tener una cuenta de banco a su nombre sin intervención masculina… eso de invertir quedaba muy lejos. Pero decimos que esto está cambiando, porque desde hace décadas la mujer está plenamente incorporada a la universidad primero, y por tanto a la vida laboral después. Creo que en este momento, ya tenemos todos claro eso de que las mujeres facturan.
Ahora hay mujeres en la industria financiera, y estas invierten, claro. Y lo hacen bien, porque volviendo a Cuéntame, a pesar de no tener cuenta de banco, tradicionalmente las mujeres son las que han administrado las finanzas familiares.
Este pasado nos deja un bagaje que se mantiene en la actualidad y aquí sí entramos en psicología… y en la calidad frente a cantidad. Varios estudios apuntan que las mujeres tenemos mayor capacidad de ahorro que los hombres por nuestra aversión al riesgo y valoramos más la asesoría financiera en temas de inversión.
Como inversoras somos más previsoras y conservadoras, no hacemos tantas operaciones ni nos dejamos llevar por los impulsos o las fluctuaciones del mercado. En promedio, pensamos en estrategias de inversión más a largo plazo y tenemos prioridades como, por ejemplo, ahorrar para la jubilación, según una encuesta de EFPA.
En segundo lugar, el acceso ya no es exclusivo. Como mencionábamos, hoy cualquier puede invertir desde un euro, de forma segura, desde su móvil y casi en cualquier producto, las 24 horas del día, los siete días de la semana. Y esto entronca con la visión prudente y largoplacista de la mujer.
Cuando el acceso a los mercados se abre para todo el mundo, y ya no sólo para los expertos, son los hombres los que en un porcentaje mucho mayor entran a invertir. Y esto no es sólo en las generaciones sénior sino también en la Generación Z. Según un estudio de Bank of America, en el caso de las mujeres más jóvenes, estas continúan sintiéndose menos preparadas que los hombres en materias de inversión.
Por lo tanto, básicamente estamos ante un problema de educación financiera. De falta de ella para ser más exacto. Mientras a los hombres esa carencia parece frenarles menos, las mujeres no se sienten seguras de entrar a invertir. Quizá aquellas arañas eran como peluches y quizá mi hermano las acarició sin dudar cuando fue a Australia al año siguiente con la misma familia.
Sea como sea, aunque las consecuencias son distintas, la solución es la misma. Hombres y mujeres hoy facturan y tienen acceso total a los mercados, sólo deben adquirir el conocimiento que los llevará a poder aprovechar las ventajas de invertir su dinero con éxito.
***Mireya Fernández es Country Lead de Bitpanda en España.