“Llegará un momento en el que los implantes de microchips en nuestro cuerpo serán considerados como algo normal”. Esta afirmación la realiza Len Noe, investigador en la empresa estadounidense de seguridad CyberArk y transhumano. Un movimiento ideológico que busca mejorar las capacidades de los seres humanos a través de la tecnología.
Durante la entrevista que mantiene con D+I, Noe confirma que en su cuerpo tiene 'instalados' seis microchips. Los usa para abrir la puerta del garaje, identificarse cuando llega a la oficina o pagar con su cartera de criptomonedas.
“También tengo un imán biosensor con el que puedo sentir las corrientes eléctricas y los campos magnéticos, además de usarlo como un truco genial en las fiestas”, dice sonriendo mientras muestra a cámara cómo un objeto de metal permanece colgado de uno de sus dedos.
La pregunta es inevitable: ¿por qué se ha aficionado a este tipo de implantes? “Empecé a hacerme modificaciones corporales en mi cuerpo cuando tenía 15 años con mi primer tatuaje. Ahora estoy tatuado de los pies a la cabeza y tengo múltiples piercings por todo el cuerpo, así que la idea de poder implantarme microchips fue el siguiente paso natural”.
Noe lleva casi 30 años relacionado con el sector de la tecnología. Primero, su curiosidad le llevó a descubrir cómo modificar el código de los juegos de su consola Commodore 64. Luego, se convirtió en un black hat hacker sorteando sistemas de seguridad informática. Ahora, es lo que se conoce en la jerga como white hat hacker o ‘hacker ético’: busca vulnerabilidades para mejorar la seguridad de las compañías.
Técnicamente, cualquier persona con un marcapasos u otro dispositivo implantado en su cuerpo puede ser considerado transhumano. También las modificaciones genéticas y CRISPR.
Desde su condición de transhumano, Noe reconoce que todavía existen muchas reticencias en la sociedad “por el miedo ante lo que no se sabe o no se entiende”. “Hay quien me ha preguntado si los chips que tengo implantados en mi cuerpo son los mismos que se utilizan en perros y gatos”, explica.
Confía en que esta tecnología se volverá cotidiana al igual que ya lo es el uso de los smartphones. “Cuando estos teléfonos empezaron a comercializarse había ciertas reticencias y preguntas acerca de si la radiación de las ondas de telefonía afectaría a la salud. Ante su practicidad, su presencia ya se ha normalizado”.
Traspasar los límites del cuerpo humano
El transhumanismo es un movimiento que existe desde 1958. Su precursor fue el biólogo Julian Huxley, hermano del conocido escritor Aldous Huxley (‘Un mundo feliz’), quien acuñó este término para referirse a cómo los avances científicos pueden ayudar a traspasar los límites del cuerpo humano.
“Técnicamente, cualquier persona que tiene un marcapasos o cualquier otro tipo de dispositivo en su cuerpo puede ser considerado transhumano. Hace años habrían sido vistos casi como un tipo de robot”, defiende Noe. “También se pueden considerar así las modificaciones genéticas y CRISPR”.
“Cuando la tecnología que puede beneficiar a la gente se ponga a disposición de las masas, será cuando empecemos a ver cosas increíbles”, afirma rotundo. Considera que aún estamos en las “primeras etapas del transhumano moderno”.
Y menciona algunas de sus futuras posibilidades, como un implante cerebral que sea la interfaz directa de un dispositivo o el desarrollo de un punto wifi que haga que las personas formen una red de comunicaciones a voluntad.
El siguiente reto, menciona, es conseguir una fuente de energía inocua, pero también mejorar la seguridad de estos dispositivos para evitar que estén expuestos a posibles ataques.
“Ahora mismo los implantes se mantienen, por así decirlo, en un estado pasivo. Escribes [programas] en ellos la información necesaria para un uso determinado y que se sea reconocida por el lector. Por ejemplo, con el código de la llave de un coche para poder abrirlo sólo acercando la mano”.
Cuando la tecnología que puede beneficiar a la gente se ponga a disposición de las masas, será cuando empecemos a ver cosas increíbles.
“El problema es que se trata de chips de un solo uso, por lo que si se vende ese vehículo a otro usuario hay que quitarse el implante porque no puede reprogramarse para otro coche”, advierte. “Además, cualquiera que tenga el tipo correcto de lector-escritor tendría capacidad para escribir la información que quisiera en esos dispositivos”.
En su caso, como medida preventiva, utiliza unos guantes que encargó expresamente con malla de Faraday, un tipo de textil fabricado con fibras metálicas muy finas que anulan los campos electromagnéticos para, así, “apagar mis chips”.
Dilemas éticos
Dudas éticas sobre su uso no faltan. En Estados Unidos, donde reside Noe, algunos estados tienen legislaciones que restringen el uso de implantes de microchips, pero no hay nada a escala federal. “Tampoco existe mucha supervisión acerca del asunto en otras partes del mundo”.
Este transhumano explica a este medio que es en Europa donde se están produciendo las mayores innovaciones. Y menciona el caso de dos iniciativas en este continente para implantar chips en las manos que guarden información sobre el historial médico de las personas. Justifica que “así, si tienes un accidente, los profesionales sanitarios pueden acceder a él fácilmente”.
En EE.UU., algunos estados tienen legislaciones que restringen el uso de estos implantes, pero no hay nada a escala federal. Tampoco existe mucha supervisión en otras partes del mundo.
Entre los dilemas éticos, este medio le plantea la desigualdad de acceso a esta tecnología en función de la capacidad económica de los usuarios. Con seis chips en su cuerpo, este experto en seguridad reconoce que es una cuestión sobre la que no se había detenido a pensar.
“Hay chips que solo cuestan 45 dólares, pero hay que pagar a parte su implantación por un profesional”. Cree “sinceramente” que con el tiempo todo el mundo podrá acceder a esta tecnología, “aunque seguramente se tratará de un producto que, como el resto, estará sujeto a los términos de la oferta y la demanda”.
Inmortalidad
La superación de los límites del cuerpo humano puede ser vista por muchos como una forma de lograr la inmortalidad o de prolongar la existencia más allá de las capacidades físicas. Noe asegura en la videollamada con D+I que él nunca se ha planteado el transhumanismo así, “entre otras razones porque no podía pagar tantos impuestos si viviera por tiempo indefinido”, afirma entre risas.
Después se pone más serio y se pregunta por la parte menos física de esa supuesta inmortalidad: “¿Se podría descargar un proceso de pensamiento consciente en un ordenador?”.
“Tal vez algún día tengamos corazones y pulmones mecánicos, e incluso lleguemos al punto en el que la tecnología cibernética permita reemplazar órganos que estén envejeciendo y tejido muscular, pero habrá un límite: la cáscara seguirá siendo un cuerpo de carne y hueso”, admite. Y en este punto se plantea qué es lo que hace al ser humano serlo: “¿El cerebro o el corazón?”.
Quiere aclarar que el movimiento transhumanista lo que persigue es ir más allá de las habilidades físicas que tiene cada persona. “Se trata de mejorar las condiciones de vida de las personas y que esto se normalice. En mi caso, no quiero llevar ni las llaves de mi casa ni la cartera encima”. Son los chips que lleva implantados en sus manos los que, según Len Noe, le permiten desprenderse de esas pequeñas preocupaciones.