Hoy termina la COP27, la última edición de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que lleva celebrándose desde el pasado 6 de noviembre en Sharm el Sheij (Egipto), sede no exenta de polémica.
Un encuentro internacional en el que se ha puesto sobre la mesa que, asumida que la realidad medioambiental es compleja, parece más difícil cumplir el principal objetivo del Acuerdo de París de 2015: limitar el aumento del calentamiento mundial a 1,5 °C en comparación con los niveles preindustriales.
Sin embargo, y a pesar del actual contexto de incertidumbre geopolítica y recesión económica –que también tendrá sus consecuencias en cuestiones climáticas–, las iniciativas para reducir las emisiones de CO2 y avanzar en la descarbonización de la economía siguen avanzando, aunque sea a un paso más lento del esperado.
“Los compromisos actuales a nivel global no son suficientes ni contendrán el calentamiento, pero sí hay un empeño claro por parte de la Comisión Europea, y asumido por las administraciones subsidiarias, de impulsar políticas con un impacto real en la descarbonización y en la mejora de la resiliencia a escala territorial”, afirma Efrén Feliú, gerente de Adaptación al Cambio Climático en el centro tecnológico Tecnalia, en entrevista con D+I.
Una conversación que mantiene con este medio después de haber participado en una de las ponencias que la Comisión Europea (CE) organiza estos días en el marco de la COP27, en la que ha presentado el ‘Informe de Cambio Climático’ de ESPON (European Observation Network for Territorial Development and Cohesion), el Observatorio Territorial Europeo.
Identificar territorios vulnerables
En este documento se combinan datos de diferentes escenarios de cambio climático con información socioeconómica para elaborar índices de vulnerabilidad. “Se trata de analizar si territorialmente somos más o menos vulnerables, estamos más o menos expuestos al cambio climático, o tenemos más o menos capacidad de respuesta ante los peligros asociados”, explica Feliú.
Para caracterizar esa vulnerabilidad a escala territorial, que en el caso de España serían las Comunidades Autónomas, Tecnalia ha trabajado de manera coordinada con el Risk Data Hub del JRC (Joint Research Centre), el centro común de investigación de la CE, y la Agencia Europea de Medio Ambiente. “La coordinación con ellos ha sido fundamental para acordar cuál es la información que integramos en el análisis”, asegura el investigador del centro tecnológico vasco.
[Los científicos avisan: luchar contra el cambio climático no solo es reducir CO2]
En ese acopio y ordenación de los datos han analizado “importantes volúmenes de información” provenientes del Servicio de Cambio Climático de Copernicus para “realizar proyecciones sobre qué va a suceder a finales de siglo en determinados escenarios”.
También han trabajado en el análisis de los futuros peligros asociados al cambio climático, como la subida del nivel del mar. “Para ello hemos compilado información socioeconómica de usos del suelo para entender cuál es su vulnerabilidad y, por tanto, los riesgos. Por ejemplo, las regiones con una población envejecida son más vulnerables a las olas de calor”, expone el gerente de Adaptación al Cambio Climático de Tecnalia.
“Todas las decisiones técnicas se han consensuado para normalizar los índices y obtener niveles de riesgo que pueden visualizarse en mapas [incluidos en el informe]”, añade.
Las primeras conclusiones arrojan que “existe un claro patrón de incremento de riesgo en el área mediterránea, en toda la vertiente atlántica y en el sur de Europa”, adelanta Feliú. Sin especificar países, parece ser más evidente en aquellas zonas donde hay una mayor concentración de población.
Datos para diseñar políticas
Este documento es “un punto de partida para diseñar políticas que mitiguen el cambio climático, reduzcan las emisiones y para la adaptación e incremento de la resiliencia climática de los entornos urbanos”, expone el investigador.
Áreas en las que su equipo en Tecnalia lleva trabajando tiempo. “La concentración de población y los riesgos a los que están expuestas las ciudades es un ámbito de especial atención en materia de adaptación al cambio climático”, apunta. (Recordemos que, aunque sólo ocupan el 3% de la superficie terrestre, las ciudades representan el 75% de las emisiones de carbono, y entre un 60% y un 80% del consumo de energía, según la ONU).
En el grupo de Feliú también trabajan en la caracterización de riesgos que ayuden en la toma de decisiones para la ordenación del territorio, “en cuestiones tan importantes como la gestión de zonas costeras e infraestructura en áreas naturales y espacios protegidos”. Además de analizar cómo afecta el cambio climático al sistema energético, “fundamental para poder abordar la transición que nos permita también reducir las emisiones e implementar la descarbonización de la sociedad”, asegura.
Para seguir avanzando, el investigador cree que no sólo es esencial el compromiso de los gobiernos, también el de la ciudadanía y el de las empresas. Y aboga por “seguir mejorando nuestro conocimiento mediante el diseño de herramientas que nos permitan entender cuáles van a ser los efectos de este cambio climático en el estado de incertidumbre actual”, concluye.