“Los científicos deberíamos ser agentes del cambio social, pero también del cambio político”. Con esta premisa se desarrolló uno de los debates que esta semana tuvo lugar en la conferencia Cassandra, un congreso internacional organizado por el centro tecnológico de Cataluña, Eurecat, en el que, entre otras cuestiones, se abordó el papel de la ciencia y la tecnología para paliar los efectos del cambio climático.
“Siempre he estado muy involucrado, por ejemplo, con ONGs y con todo aquel que sepa sobre la recuperación de áreas protegidas, pero creo que los científicos también deberíamos de alguna manera presionar para mejorar las políticas de los gobiernos en este sentido”, manifestó Carles Ibáñez, director científico del Centro en Resiliencia Climática y jefe de la Línea de Cambio Climático de Eurecat.
Entre los participantes al encuentro, también estaba Pernille Weiss. Miembro del Parlamento Europeo, forma parte de la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria, así como de la Comisión de Industria, Investigación y Energía, defendió la “libertad académica que hay en Europa” y apuntó a que son los políticos los que han de crear los “marcos regulatorios para fomentar la investigación y abordar los desafíos tanto de la pandemia como de la pospandemia”.
Eva Hernández, que lidera la iniciativa Living European Rivers de WWF, coordinando acciones para la protección de los ríos que europeos, habló desde su experiencia trabajando en una ONG ambiental: “No es tan fácil encontrar científicos comprometidos”.
Y aclaró: “Vemos muchos científicos en paneles como este explicando lo comprometidos que son, pero no tienen los pies en el suelo, están metidos en sus laboratorios y eso les impide estar en contacto con la realidad. Su principal objetivo es sacar adelante muchas publicaciones porque así es como obtienen la financiación para investigar”.
“Quizás sería mejor escribir más en periódicos, en publicaciones generalistas, utilizando un lenguaje que todos puedan entender”, apuntó Chrysi Laspidou, profesora en el Departamento de Ingeniería Civil de la Universidad de Tesalia (Grecia) y vicepresidenta de Investigación y Tecnología de Water Europe, organismo que promueve en Europa la innovación relacionada con la gestión del agua.
“Acercar las investigaciones al ciudadano medio ayudaría a que se incorpore la ciencia a la conversación de las personas desde el conocimiento”, añade. “Muchos ciudadanos son más escépticos o críticos sobre la ciencia, porque no tienen mucha información y eso puede resultar peligroso”.
Acercarse al ciudadano
La jornada ha contado también con un panel en el que los participantes han analizado la cuestión de cómo acercar la ciencia y su trabajo a la población.
Sobre este asunto, José Jorge Espí Gallart, responsable de Impacto Sostenible en Eurecat, considera que “deberíamos hablar el mismo idioma que los ciudadanos”.
Ha reconocido que “a veces, cuando se transfieren los resultados que obtenemos a una gran audiencia, no específicamente relacionada con la comunidad científica, es muy difícil que la gente entienda la complejidad de los problemas”.
Inés Breda, miembro de la Asociación Internacional del Agua (IWA, por sus siglas en inglés), y Sandra Casas, responsable de la línea de investigación del Agua de Eurecat en el área de Sostenibilidad Ambiental, creen que más que “traducir” el lenguaje científico para hacerlo “comprensible” para un mayor número de personas, lo que habría que hacer desde la comunidad investigadora es cambiar el enfoque.
Ambas proponen abordar cualquier estudio que se lleve a cabo pensando en ofrecer un producto o una solución que tenga un uso tangible, y no únicamente en su publicación.
Aunque Casas reconoce que “a veces trabajamos mucho en un aspecto técnico de un problema y brindamos soluciones, pero no siempre llega al mercado por dificultades en aspectos legales y gubernamentales sobre cómo implementar esas soluciones”.
En este punto, Lydia Vamvakeridou llama la atención sobre esas barreras legales y gubernamentales como una de las principales causas de la escasa escalabilidad de muchas investigaciones. (Vamvakeridou está especializada en modelado computacional e hidroinformática, actualmente trabaja en el Water Research Institute(KWR) de los Países Bajos y es directora de la red de colaboración internacional Watershare).
Esta investigadora hace referencia a proyectos de economía circular que se encuentran con estas trabas y concreta: “Los desarrolladores de soluciones digitales para la gestión del agua tenemos que luchar contra las legislaciones nacionales que defienden que los datos que tienen que ver con infraestructuras críticas no pueden almacenarse en la nube porque no la ven segura. Una posición que está del todo desactualizada”, afirma.
Un punto de vista que comparte Xavier Domingo, director de la Unidad de Inteligencia Artificial Aplicada de Eurecat, quien añade un factor más acerca del papel que desempeña la tecnología y la ciencia en la sociedad: “Se tienen que realizar más esfuerzos en educar a los niños desde pequeños en estas cuestiones usando, por ejemplo, herramientas de gamificación”.
Tecnologías para mitigar el cambio climático
En la conversación no faltan referencias a la innovación y las tecnologías más prometedoras para luchar contra el cambio climático. Como ingeniero en inteligencia artificial, Domingo no lo ha dudado y ha señalado “el potencial de las tecnologías digitales como la inteligencia artificial y el aprendizaje automático, junto con enfoques similares basados en datos, para proporcionar un soporte eficaz a las decisiones para adaptar y mitigar los impactos del cambio climático en Europa y en el resto del mundo”.
Vamvakeridou coincide con Domingo en señalar a la IA como uno de los puntales para frenar el cambio climático y menciona también al internet de las cosas como la revolución de la próxima década “porque nos dará la oportunidad de recopilar un sinfín de datos para, a través de la inteligencia artificial, monitorizar situaciones en tiempo real y, por ejemplo, lanzar alertas por inundaciones o gestionar cualquier tipo de crisis”.
Las redes sociales, como medio de comunicación de masas, también aparecen mencionadas como una tecnología innovadora. Vamvakeridou las señala como una forma de conocer cuáles son las inquietudes de los ciudadanos, mientras que Breda considera que pueden ser un buen soporte para que los investigadores transmitan sus mensajes.
Espí, con una amplia experiencia en el análisis de indicadores ambientales e interpretación de su impacto a través de diferentes metodologías, como Life Cycle Assessment (LCA), y análisis de ecoeficiencia, defiende el uso combinado de diferentes tecnologías: “No hay una sola tecnología que resolverá los problemas del cambio climático, creo en la unión de diferentes metodologías para encontrar soluciones específicas”.
La conferencia internacional Cassandra, desarrollada del 15 al 17 de noviembre en formato online ha contado de la UNESCO, de la Comisión Europea, de la Alianza Mundial para la Calidad del Agua, del Consejo de Ministros Africanos del Agua, del Banco Mundial y de la Unión por el Mediterráneo.