En Forskningsparken (en noruego, parque de investigación), situado estratégicamente entre la Universidad de Oslo y un hospital local, se levanta el Science Park de la ciudad. Un edificio de enormes dimensiones, en plena expansión como lo está casi toda la capital, en el que se da rienda suelta a la innovación en múltiples campos. Un equivalente a los parques científicos y tecnológicos de España, pero con una diferencia sustancial: un apoyo claro -contante y sonante- del gobierno noruego.
En ese entorno de excepción se erige un capítulo específicamente dirigido a "convertir Noruega en la mejor arena para la innovación en salud". Más allá de la ambición u osadía de esta proclama, lo que nos encontramos es con dos iniciativas trabajando conjuntamente -la incubadora Aleap y la iniciativa sin ánimo de lucro Norway Health Tech- que aglutinan a una red de más de 280 miembros en todo el país y prestan servicio a más de 50 startups en este momento.
"Nacimos hace cinco años con apenas seis compañías. Ahora superamos las cincuenta, que incluyen desde startups de dispositivos médicos hasta 'farma', pasando por soluciones digitales o software", explica a D+IU Shane West, asesor de Aleap. "También contamos con un programa corporativo con partners, tanto grandes empresas como el propio gobierno, ayudando en la fase de 'scale-up' de muchas de estos proyectos".
Con el abrigo del soporte público, las startups reciben no sólo 'networking' con otros proyectos ("especialmente a la hora de lidiar con la burocracia y las regulaciones del sector sanitario", añade Anita Moe Larsen, de Norway Health Tech), sino también acceso a servicios financieros y de consultoría legal y de negocio. Una incubadora al uso, sí, pero con la garantía de tener detrás a organismos oficiales como el propio Ayuntamiento de Oslo, Innovation Norway -el brazo armado del país para la transformación de su modelo económico- o SIVA, la corporación estatal para el desarrollo industrial.
Incluso en un entorno tan complejo y que requiere plazos de madurez muy diferentes a otras startups, los casos de éxito de este planteamiento ya se suceden como churros. Y a una velocidad insospechada, máxime en un país caracterizado por todo lo contrario.
El ébola como inspiración
El caso de EpiGuard es paradigmático. Fundada en 2015, esta startup ha creado una cápsula para el transporte de pacientes infecciosos que ya es utilizada por ejércitos y servicios de emergencias de medio mundo, desde Noruega a Alemania pasando por Canadá, Bélgica, Estados Unidos o Reino Unido.
"En aquel año, había un médico noruego que contrajo el ébola en África y necesitaba ser transportado a casa para ser tratado. Nos dimos cuenta de los enormes problemas que esto representaba y la falta de un medio adecuado para llevar a cabo ese viaje", explica a este medio Michael Eimstad, vicepresidente de Ventas y Marketing de EpiGuard.
"Un grupo de la universidad pensamos en cómo hacerlo mejor y así es cómo surgió nuestra cápsula", rememora el ahora ganador del Innovation Award de la Oslo Innovation Week 2021.
De nombre EpiShuttle, se trata de una futurista cápsula con varias ventanas en el perímetro, las cuales incluyen desde acceso a guantes para tratar al paciente desde el exterior hasta los controles de la ventilación o las vías para fármacos del individuo. Se puede, afirma Eimstad, incluso intubar a una persona si es necesario.
La cápsula permite usar tanto presión negativa (evitando que el enfermo infecte a los médicos, sin que estos tengan que usar ninguna protección adicional) como positiva (por ejemplo, para aislar a pacientes con cáncer de posibles infecciones del mundo exterior).
Con dos ventajas adicionales: no hay que desinfectar ningún vehículo y la cápsula puede ser reutilizada numerosas veces. "Contamos con dos mecanismos de desinfección del dispositivo, que requieren en torno a dos o tres horas. Pero ahorramos el tiempo de desinfección de los profesionales sanitarios y de los vehículos, que pueden volver a ser utilizados de inmediato", explica Michael Eimstad. "Tenemos validados más de 20 usos, aunque en Alemania se ha llegado a utilizar una de las cápsulas más de 150 veces".
Prevenir las migrañas
Quizás el caso anterior pueda parecer algo extremo (o seguro que nos lo parecía antes de la pandemia). Pero lo que sí que sufren millones de personas a diario, concretamente el 20% de la población mundial, son dolores de cabeza fuertes y migrañas de forma frecuente. Un 5%, además, necesita medidas preventivas para evitar su virulencia.
En esas surge otro de los proyectos incubados en este oasis del 'healthtech' noruego: Nordic Brain Tech. La startup, comandada por Cathrine Ro Heuch, aúna el biofeedback con terapias basadas en inteligencia artificial para controlar, anticipar y reducir el dolor de estos episodios.
"Comenzamos en 2015 como un proyecto de la Universidad de Oslo, uniendo la tecnología médica con el software, el machine learning y la analítica de datos", explica a D+I.
Su propuesta, constituida ya como empresa hace dos años, pasa por un sencillo sensor dactilar que monitoriza diferentes impulsos neurológicos y la respuesta al estrés. Los datos son analizados por un sistema automatizado que recomienda diferentes acciones a la persona para facilitar su día a día.
Con aplicaciones que van más allá de la propia migraña: desde dolores de cabeza tensionales hasta la ansiedad o la depresión pueden ser tratadas con esta fórmula. "Un complemento o alternativa a los fármacos", aspira Ro Heuch. Ahora queda por ver si la idea pasa los ensayos clínicos previstos para abril de 2022, en Trondheim y la propia Oslo.
De la pizza a domicilio al médico a domicilio
Y aunque en este Science Park se aceleran numerosas startups dedicadas a la medicina remota y las videoconsultas, hay una empresa que ha decidido ir en la dirección opuesta: la de acercar todavía más al facultativo a los enfermos.
Y, para ello, nada mejor que inspirarse en el modelo de delivery de alimentación o comida: un médico a domicilio en cualquier momento del día.
Hjemmelegene, nombre de difícil pronunciación fuera del mercado nórdico, cuenta ya con un centenar de médicos dispuestos a acudir a la casa de cualquier paciente. Su utilidad, con un número de pacientes crónicos en aumento y en circunstancias de difícil movilidad como la propia pandemia, está fuera de toda duda. Su reto es, no obstante, conseguir escalar el modelo sin perder calidad en la atención que prestan sus doctores.
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