Aunque no figura en ninguna de las virales listas de los mejores aeropuertos del mundo, el de Oslo-Gardermoen sorprende a todo aquel que aterriza en él. En lugar de las frías paredes de paneles industriales o los suelos de moqueta o baldosas fáciles de mantener, lo que uno se encuentra frente a sus ojos es el imperio de la madera. Y es que, como reza uno de los emblemas promocionales de Noruega, el país está "impulsado por la naturaleza". No en vano, y más allá de los ya míticos fiordos del país, el uso de la madera es una constante en viviendas y espacios públicos.
No es la única de las naciones nórdicas en hacer un uso generalizado de este recurso natural. Y es que la madera es un material que todos los países de la región tienen muy a mano: tres cuartas partes de Finlandia son bosque, por el 50% del territorio sueco o el 25% del noruego. Si a esta amplia disponibilidad le unimos el hecho de que la madera es un recurso renovable, mucho más sostenible que las alternativas existentes tanto en construcción como en envases y un sinfín de productos más (principalmente derivados del petróleo, como el plástico) no es de extrañar que estos estados nórdicos -conocidos por su liderazgo en el terreno de la sostenibilidad- se estén planteando si la madera podría convertirse a corto plazo en el nuevo plástico y, por asimilación, en la nueva gran industria local actualmente dominada por la explotación del crudo.
"En 1960, en Noruega teníamos una gran explotación de los bosques y la producción de papel, pero abandonamos esos sectores por el petróleo. Ahora es el momento de volver atrás, porque sabemos que los biomateriales tienen el potencial para ser un gran negocio, quizás no tanto como el petróleo, pero muy interesante al fin y al cabo", explicaba Jørgen Ingeberg, del clúster Emballasjeforeningen, durante la reciente Oslo Innovation Week. "Queremos ser un ejemplo para el resto del mundo, pero somos conscientes de los problemas para pasar completamente del plástico a los biomateriales, especialmente en áreas como el ‘packaging’. Aunque estamos haciendo el cambio muy rápido y tenemos que ser más críticos con los casos de uso que tiene el papel".
Más allá de hacer esa necesaria pausa, lo cierto es que la ambición de los países del Norte por comandar la lucrativa economía circular basada en los biomateriales es encomiable. La vecina Finlandia, a través de Antro Säilä, CEO de The Finnish Packaging Association, juega con un discurso en el que combina una cierta modestia ("hay espacio para la madera, el plástico y otros materiales, simplemente tenemos que buscar y seleccionar con cuidado dónde queremos usar nuestro valioso recurso natural") con la confianza de estar inmersos en una misión de país que pasa por aprovechar "los objetivos sostenibles y los biomateriales para construir la próxima Nokia". Madera en detrimento de telefonía: todo un signo de nuestros días.
Esta harto complicada misión no sólo involucra a los colosos industriales de la zona, sino que también está fomentando todo un ecosistema innovador en esta arena, especialmente en Noruega y Finlandia. Es el caso, por ejemplo, de B’Zeos, una startup noruega que ambiciona a sustituir las pajitas de plástico por componentes naturales que permitan seguir usando estos icónicos accesorios pero respetando el medio ambiente. O la finesa Woodly, que lleva desde 2011 trabajando en un material de embalaje transparente, de apariencia similar al plástico pero hecho de derivados de la madera. Otra compañía de este mismo país, llamada Paptic, ha conseguido que sus coloridas bolsas de papel reemplacen a las de plástico en las míticas Galerías Lafayette de París.
TENDENCIA NEGATIVA
Por desgracia, la producción mundial de plásticos ya ha alcanzado los 350 millones de toneladas anuales y no muestra signos de disminución. Al contrario, se prevé que crezca a una tasa compuesta anual del 3,5% en los próximos años.