Estamos viviendo años difíciles. La pandemia, la guerra en Ucrania, los problemas de abastecimiento energético y las disrupciones en las cadenas de suministro han sido una gran llamada de atención sobre el hecho de que estamos todos conectados y de que nunca ha sido tan importante cuidar unos de otros.
En este contexto duro y complejo conviene que no olvidemos un hecho fundamental: el cambio climático es el problema más acuciante al que se enfrenta la humanidad de modo colectivo. El lema del Día Mundial del Medio Ambiente, “Una sola Tierra”, nos recuerda que debemos tener un cuidado especial con nuestro planeta, puesto que, independientemente de lo que se lleguen a desarrollar los proyectos de viajes espaciales y los sueños de colonización de otros mundos, la Tierra es y seguirá siendo el único hábitat para la especie humana durante generaciones, quizá para siempre.
Por eso, tenemos una responsabilidad colectiva en el cuidado de nuestro hábitat y las empresas no pueden ignorar el impacto que su actividad tiene sobre el medio ambiente. Las empresas tienen una responsabilidad que va más allá de desarrollar productos de calidad para el consumidor y obtener beneficios. El hecho de que el 52% de los encuestados haya manifestado en el último Barómetro de Confianza de Edelman que no cree que las empresas estén haciendo lo suficiente para abordar los problemas medioambientales es un claro indicio de que la gente espera una mayor acción y transparencia en la forma en que las organizaciones miden su sostenibilidad e impacto social.
La clave para generar confianza es tener un plan de acción climática creíble. Y para elaborar ese plan de acción climática y una hoja de ruta que nos lleve hacia el objetivo de cero emisiones (Net Zero), el punto de partida tiene que ser una medición precisa del impacto climático de cada organización. Solo con esa información disponible pueden las empresas tomar decisiones y emprender acciones para reducir su impacto. Por lo tanto, es ahí donde las Tecnologías de la Información juegan un papel destacado en la descarbonización de nuestra economía.
Invertir en transparencia, potenciar a empleados
A la hora de medir el impacto, hay tres preguntas esenciales que deben hacerse las organizaciones. En primer lugar, en lo que respecta a sus productos y servicios, qué hacen, y por qué. En segundo lugar, en relación con su modelo operativo y su cadena de valor, cómo lo hacen. En tercer lugar, a quiénes influyen e involucran en el proceso: ¿a los empleados, a los clientes, a la sociedad?
Una correcta medición del impacto medioambiental es compleja, puesto que debe tener en cuenta todo el impacto que se produce en la fabricación, distribución, cadena de suministro, transportes, gestión de residuos y un largo etcétera. Se trata de un inmenso ejercicio de transparencia de las operaciones basado en los datos y que supone, además, un alto nivel de integración con los sistemas de información de proveedores.
Pero más allá de las operaciones, también es importante el empoderamiento de los empleados, que todos se sientan partícipes del proyecto común. Y hay ejemplos de actividades perfectamente medibles sobre las que todos y cada uno de los empleados, en combinación con las herramientas tecnológicas, pueden actuar. Me refiero, por ejemplo, a la huella de carbono de los trayectos hacia las oficinas. ¿Se hacen en coches privados, en transporte público, a pie…? ¿Estamos midiendo ese impacto? Y, lo que es más importante, ¿estamos ofreciendo alternativas a nuestros empleados para que puedan tomar decisiones y cambiar el modo de desplazamiento considerando su huella de carbono?
Otro buen ejemplo son los viajes de negocios. Una buena solución de gestión de los viajes en la empresa debe contener información sobre el impacto medioambiental de cada trayecto y potenciar las reservas de aquellos trayectos donde el efecto sea más reducido. Las líneas aéreas ofrecen esta información y, en función del modelo de avión y del trayecto, los viajeros pueden modificar sus decisiones de compra. ¿Está la información disponible para los viajes de empresa? ¿Tiene su herramienta de reservas algún tipo de configuración para optimizar la adquisición de los viajes en función del impacto medioambiental?
El desafío de gestión de la información para reducir la huella de carbono es inmenso. Solo invirtiendo en herramientas que hagan un seguimiento de las emisiones de alcance 3 (emisiones indirectas que se producen en la cadena de valor de una empresa) en la misma plataforma que analiza las emisiones de alcance 1 (emisiones directas de los activos propios y operados) y las emisiones de alcance 2 (asociadas a la compra de electricidad, calefacción o refrigeración para uso propio de una empresa), podremos obtener una imagen precisa y completa de los datos sobre emisiones. Y solo con esa medición es posible elaborar un plan de acción coherente.
En esta nueva era de responsabilidad climática, los datos sobre las emisiones de carbono de las organizaciones deberán ser tan fiables como sus datos financieros. Con la ayuda de la tecnología, juntos podemos aprovechar el potencial de los empleados, los proveedores y la sociedad para hacer que las empresas sean un actor eficaz en la construcción de un futuro más sostenible para todos.
*** Enrique Polo de Lara es vicepresidente senior y country manager de Salesforce en España.