Cuando pensamos en “la fiebre del oro”, a comienzos del siglo XIX, imaginamos miles de personas buscando pepitas de oro en la orilla del río con fortuna desigual. Sin embargo, casi nadie piensa en la fortuna que hicieron los vendedores de picos, palas o tamices. Los pioneros, que llegaron antes que el resto a lugares como California o Alaska, fueron los que más beneficio obtuvieron con el oro y su éxito atrajo a otros buscadores, pero también a toda una industria.
Nada dura para siempre. El oro es un bien escaso. Una vez que la gran marabunta se instaló en aquellas tierras para buscar el ansiado metal precioso, fue más complicado tener “suerte” en el río. Había cada vez más competencia y, además, cada vez menos oro. Sin embargo, la industria de comerciantes de carretas, ropa vaquera (aquí empieza Levi 's), picos y demás herramientas siguió creciendo. Esto merece una reflexión: ¿lo más rentable en aquel momento era comprar una pala y echarse al río o invertir en una empresa de palas?
Hoy hay quien se hace la misma pregunta. Si traemos lo expuesto al actual mercado los activos digitales, vemos que los inversores pueden quizá encontrar oportunidades para su cartera sin necesidad de meterse en el río. Obviamente, hay diferentes niveles para, nunca mejor dicho, “mojarse”.
Uno podría instalar un equipo de minado de bitcoin, algo que de forma doméstica puede no ser lo más sencillo y donde la competencia es muy profesional (grandes empresas mineras de bitcoin). La alternativa más directa y sencilla para conseguir el preciado activo es invertir desde el móvil a través de plataformas de inversión digital.
Pero, ¿qué opciones tienen los que no quieran mojarse ni un poco? Hay quien no quiere tener ninguna criptomoneda en su cartera. La buena noticia es que el mercado de valores no es impermeable a esta tecnología ni a la industria que se genera a su alrededor. Las empresas mineras antes mencionadas ya cotizan en algunas bolsas como el NASDAQ.
El espacio cripto ha impactado de lleno en productos específicos. Por ejemplo, el uso principal de las tarjetas gráficas suele ser el gaming, aunque también se pueden utilizar para minar criptomonedas como bitcoin o ethereum. Compañías como Intel o AMD han visto romper su stock por estos usos alternativos e incluso ya diseñan tarjetas y chips dedicados exclusivamente a la minería.
La tecnología que hace posible bitcoin es la cadena de bloques descentralizada, la blockchain. Quien ve potencial en esa tecnología, podrá encontrar fácilmente compañías que desarrollan sus servicios en la cadena de bloques. Por supuesto, existen ETF que forman parte del ecosistema blockchain.
Son muchas las organizaciones que apuestan directamente por las criptomonedas. Uno de los casos más sonados es el de Tesla, con Elon Musk al frente, que anunció el pasado marzo la aceptación de pago en bitcoin, para luego rectificar esta decisión. Tesla posee bitcoin en su tesorería, nada más y nada menos que 1.500 millones de dólares (posteriormente vendieron el 10 %).
Meta Platforms, dirigida por Zuckerberg, hizo toda una declaración de intenciones con su reciente rebranding. El famoso metaverso, que aún estamos descubriendo, es para muchos una industria prometedora. Entre otros, los analistas de J. P. Morgan tasaron el potencial de este mercado en un billón de dólares. Siguiendo el camino del metaverso encontramos muchas marcas tan potentes como Nike, Adidas o Walt Disney, que apuestan por él.
En definitiva, observamos como este cripto espacio no convive ajeno ni apartado de las industrias tradicionales. Lo vemos ya, y lo veremos cada vez más, mezclándose de forma natural en el resto de sectores más allá del tecnológico y el financiero. Lo que hace unos años era una novedad remota para muchos, hoy ya cuenta con una base donde se están desarrollando infinidad de proyectos. Y esto acaba de empezar.
*** Alejandro Zala es country manager de Bitpanda España.