Todos hablan últimamente del metaverso sin parar. Y es que estos de los ‘palabros’ nos encanta. Pero, por ponerlo un poco en perspectiva, y aunque esto del metaverso saltó a la palestra pública con el cambio de nombre de Facebook hace unos meses, la frase se acuñó en 1996 en el libro Snow Crash de Neal Stephenson, en el que el autor de ciencia ficción describía una versión inmersiva de Internet a la que se accedía a través de la realidad virtual.
El hecho de que, a pesar de iniciativas tan publicitadas como Second Life, todavía estemos esperando a que ese mundo inmersivo se imponga, quizá subraya las dificultades que ha tenido la tecnología para seguir el ritmo de esa visión.
Pero venga, os voy a contar algunos casos de uso empresarial de esta tecnología que van más allá de pasear a un monigote por un sitio raro. Perdón, avatar.
Gemelos digitales
Si hay algo que hemos oído mucho, sobre todo en entornos industriales, últimamente es el concepto de gemelo digital o digital twin. Estos entornos virtuales están diseñados para ser réplicas digitales exactas de los activos físicos y permiten a las organizaciones probar rápidamente los cambios en el mundo virtual sin tener que someterse a cambios costosos y que requieren muchos recursos en el ámbito físico.
Las configuraciones de gemelos digitales más sofisticadas ven el mundo virtual y el físico conectados de forma que los cambios en uno se replican en el otro. Es una relación de coexistencia que permite generar una cantidad considerable de datos que impulsan la productividad, agiliza la toma de decisiones, ayuda a validar nuevos desarrollos y permite a las organizaciones encontrar las configuraciones más óptimas.
Se trata de un mercado que ya vale 3.100 millones de dólares y que se calcula que tendrá un valor de 48.000 millones de dólares en 2026, con la pandemia de covid impulsando el crecimiento, especialmente en las industrias sanitaria y farmacéutica, pero también en sectores como el del automóvil y el de defensa. De hecho, Navantia es un claro exponente en nuestro país dentro de su proyecto Astillero 4.0.
El crecimiento de los gemelos digitales ha sido impulsado por las mejoras tecnológicas en áreas como el internet de las cosas y la conectividad inalámbrica. La llegada del 5G y las continuas mejoras en la inteligencia artificial prometen hacer que la tecnología sea aún más potente.
Con el 5G, se obtienen rápidas velocidades de carga, hasta 100Gbsp en muchas redes públicas. Pero en los despliegues industriales, imaginaos un puerto, una mina, fábricas dentro de un entorno 5G, las operaciones pueden reconfigurar la señal para soportar velocidades de subida aún más rápidas… ¡Hay casos con velocidades de subida de más de 1Gbps! Algo que con 4G o Wifi es, literalmente, imposible. Así que imaginaos cuando nuestras máquinas sean más inteligentes y fiables utilizando gemelos digitales… ¡una locura!
Mundos inmersivos
Aunque estos entornos inmersivos han sido los más adoptados en el ámbito de la fabricación, están empezando a imponerse también en otros sectores. Una de las aplicaciones más interesantes ha sido ‘StockCity’, desarrollada por la gestora Fidelity y que permite a los inversores recorrer una ciudad virtual en 3D, con edificios que representan cada acción y que se completan con datos pertinentes sobre esa empresa. Sí, algo parecido a lo de pasear un monigote que decía antes.
Aunque Facebook se ha llevado gran parte de la publicidad tras su renacimiento como Meta, el metaverso empresarial es un concepto que está en el punto de mira de muchas empresas tecnológicas. Por ejemplo, Nvidia es especialmente optimista y cree que la economía del metaverso acabará siendo mayor que la del mundo físico.
En el centro de su enfoque está su plataforma Omniverse, que es una herramienta de código abierto que permite a las personas construir activamente sus propios mundos virtuales y prevén que la mayoría de las aplicaciones a corto plazo sean impulsadas por y para las empresas. Los gemelos digitales han estado a la vanguardia de este movimiento, con Ericsson desarrollando una versión digital de las ciudades para explorar la mejor manera de desplegar las redes 5G.
Esta intersección entre el mundo físico y el virtual será probablemente clave, ya que la empresa destaca el potencial de los robots y el hardware para aprender en el mundo virtual antes de llevar ese conocimiento al mundo físico. Los vehículos autónomos son un ejemplo obvio de este escenario, y los investigadores del MIT ilustran cómo podría desarrollarse. O el ejemplo de la española Wallview que convierte las fachas de los edificios de una ciudad, los cuales reconoce, en un espacio interactivo.
Cambiar el ‘trabajo del conocimiento’
Sin embargo, las figuras de la industria no sólo trabajan en los cambios de la interfaz física/virtual y para muestra Mesh, de Microsoft, se dirige directamente a los trabajadores ‘de oficina’. Tal y como ilustran las investigaciones de la Universidad del Sur de California, cuando pasamos a trabajar a distancia durante la pandemia, pudimos ser tan productivos como en nuestras instalaciones, pero nuestras interacciones sociales se resintieron.
Mesh está diseñado para integrarse con la plataforma Teams de Microsoft y combina las herramientas de productividad de Teams con la funcionalidad de realidad mixta de Mesh. La empresa destaca un proyecto conjunto con Accenture, para facilitar uno de los principales problemas de las organizaciones en estos tiempo: la incorporación de los nuevos empleados, ya que las interacciones tácitas que son tan importantes durante los primeros meses de trabajo de un nuevo empleado son muy difíciles de mantener en un entorno virtual.
Ni tan mal, ¿no? ¿o sí?
Por supuesto, aunque los mundos virtuales pueden permitirnos cambiar algunos aspectos de nuestro comportamiento para mejor, también es probable que introduzcan sus propios desafíos. Por ejemplo, una investigación de Stanford descubrió que los mundos virtuales pueden aumentar nuestra empatía hacia los demás, mientras que una investigación de la Universidad de Canterbury demostró que puede ser un medio eficaz para el desarrollo del liderazgo, especialmente cuando se utilizan escenarios de juegos de rol.
Sin embargo, desde la Universidad de la Columbia Británica demuestra que los comportamientos en los mundos virtuales pueden ser diferentes a los del mundo físico, por lo que es importante que no caigamos en la trampa de suponer que los mundos virtuales se limitarán a reproducir lo que disfrutamos en los lugares de trabajo físicos.
Utilizar la realidad virtual, aumentada o mixta para examinar cómo piensa y se comporta la gente en la vida real puede llevar a conclusiones fundamentalmente erróneas. Esto tiene profundas implicaciones para quienes esperan utilizar estas tecnologías para hacer proyecciones precisas sobre comportamientos futuros. Por ejemplo, predecir cómo se comportarán los peatones cuando caminen entre coches sin conductor, o las decisiones que tomarán los pilotos en una situación de emergencia. Las experiencias en la realidad virtual pueden ser un pobre sustituto de la vida real.
Entonces… ¿me hago el monigote?
Por supuesto, ya hemos tenido una forma de metaverso antes, con el tan cacareado Second Life, que se lanzó a bombo y platillo en 2003 y, tras el rápido crecimiento del número de usuarios, se esperaba que las empresas crearan una presencia duradera en la plataforma, realizaran negocios e incluso hicieran entrevistas de trabajo en la esfera virtual.
Basta decir que esto no se materializó realmente y que la actividad de los usuarios en la plataforma se estancó. ¿Le irá mejor al metaverso? Se intuye que, para que se considere un éxito, tiene que atraer a algo más parecido a los 3.000 millones de personas que se conectan a Facebook cada mes que a los 900.000 que actualmente buscan señales de vida en Second Life.
El principal reto será la interfaz de hardware, por lo que los principales actores están buscando diferentes formas de dispositivos de acceso… sí, unas gafas. Será como la evolución del smartphone y tardará varios ciclos antes de llegar a una fase en la que sea utilizable durante periodos prolongados y, en última instancia, será como unas gafas normales. ¡Paciencia!
Pero lo fundamental será, aparte de los aspectos prácticos de la tecnología, el desarrollo de un caso de uso útil para el metaverso que anime a la gente a utilizar la plataforma. Tendemos a contratar productos y servicios para que nos ayuden a realizar trabajos, y la clave es, por tanto, entender si una nueva tecnología ayuda a hacer eso o no. Aunque no cabe duda de que los lugares de trabajo híbridos, que muchos creen que formarán una parte importante del trabajo del conocimiento en el mundo post-pandémico, todavía no está muy claro qué pretende hacer el metaverso para solucionarlo ni si será eficaz al hacerlo.
Hasta la fecha no hay ningún caso de uso tan tangible como el de los gemelos digitales en los que ser capaz de replicar eficazmente el entorno real tiene tantos beneficios. Todavía queda por debatir si esto surgirá y si las empresas serán capaces de utilizar el metaverso para superar los factores sociales y culturales que hacen que el trabajo a distancia sea un reto. La tecnología ya permite muchas cosas, la descentralización ayuda, el sector ocio entra con fuerza, los NFTs y cripto se mueven como pez en el agua… y los ‘malotes’ buscan incautos. Todavía es pronto pero no se detendrá. Mientras tanto, sigamos paseando el monigote y cogiendo sitio.