Soy una periodista con suerte. El trabajo en medios y en comunicación institucional me ha permitido viajar por todo el mundo, asistir a infinidad de congresos, escuchar a los mejores conferenciantes y conocer a mucha gente brillante, interesante y poderosa (no siempre las tres cosas a la vez).
Pero de todos los eventos a los que he ido durante estos más de 15 años, a un lado u otro del espectro informativo, había uno que sobresalía: el MWC.
El 'Mobile' era tan grande que daba la impresión de estar constantemente perdiéndote algo interesante. Cada día se convertía en una maratón para llegar al máximo número de puntos posibles y, al mismo tiempo, ser capaces de escribir y enviar los textos a tiempo para la edición.
En una de las conferencias inaugurales escuché decir que los asistentes del MWC caminaban, de media, 11 kilómetros al día. Desde luego, una cifra muy verosímil.
A partir del segundo año, subías a categoría de experto/a: organizabas tu agenda dibujando rutas de un máximo de 10 minutos de distancia entre los puntos, y calculabas milimétricamente los tiempos que dedicarías a dejarte llevar por alguno de los pabellones de Fira de Barcelona.
Parar a comer era secundario, incluso prescindible. Por suerte de vez en cuando llegaba un mensaje del tipo "En el stand de ‘Mengano’ quedan pinchos de tortilla". Toda una lección de comunicación efectiva.
Y entonces llegó el covid-19
La cancelación del MWC de 2020 fue el momento que me hizo ser consciente de la dimensión de la amenaza sanitaria. Recuerdo una entrevista en televisión al presidente de la GSMA, John Hoffman, que no podía contener las lágrimas. Parecía irreal.
Este año, nadie sabía a ciencia cierta cómo evolucionarían la pandemia y las restricciones turísticas. Trabajando ya en la asociación DigitalES, se nos preguntaba frecuentemente por este MWC, esperando una suerte de "información privilegiada" que, simplemente, no existía. "Ojalá pueda celebrarse", respondía, y lo mantengo.
Hoy arranca un MWC que se asemejará muy poco al de otros años y que, por qué no, se disfrutará igual o más si cabe.
No será justo medir el éxito de esta edición en términos de asistentes; ni siquiera, por los kilómetros que estos hagan por la Fira. En lugar de 2.400 empresas expositoras, habrá 300, cantidad más manejable pero igualmente elevada para visitar en un máximo de cuatro días.
También habrá stands virtuales y una enorme variedad de conferencias, incluyendo un Digital Future Society Summit que, en pleno desafío de la reconstrucción de Europa, se torna más pertinente que nunca.
Se echará de menos a algunos grandes nombres que han optado por no asistir a esta edición del congreso, por supuesto, pero creo que la Fundación Mobile World Capital Barcelona y la GSMA han acertado al decidir celebrar este MWC 2021.
Durante cuatro días, los ojos del mundo estarán puestos en Barcelona y en España. El MWC refleja los mejores valores de la España por la que trabajamos y a la que aspiramos: un país de vanguardia, referente mundial en el ámbito de la tecnología móvil, precursor de los grandes debates sobre las dimensiones humanistas de la digitalización, y serio y solvente en la organización de grandes eventos internacionales.
Esa proyección exterior de Barcelona -y de España en su conjunto- tiene un valor económico muy difícil de determinar, pero seguro muy destacable y a todas luces muy necesario.
Hoy arranca un MWC diferente y es una buena noticia para todos. Feliz MWC 2021.
*** Elena Arrieta es directora de Comunicación de la asociación DigitalES