La tribuna
Atrapados por lo instantáneo entre lo real y lo irreal
La nueva tecnología seduce de inmediato a los no alfabetizados en ella con el poder de su alquimia. Lo asumen como algo totalmente nuevo, haciendo de la frase de Arthur C. Clarke: “Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”, una promesa autocumplida.
La citada analfabetización hace imposible prever las muy nefastas consecuencias a las que puede llevar, a veces, una acción instantánea en el internet social. Esto incluye, en ocasiones, a algunos inefables periodistas de la tecnología, muy propensos a fantasear tomando como fuente el efímero chispazo informativo de un súbito tuit, sin hacer el menor distanciamiento, presas de la misma seducción de lo instantáneo y lo sincrónico que miles y miles de usuarios.
Dan Gillmor, pionero del periodismo ciudadano, maestro de periodistas y director del Knight Center for Digital Media Entrepreneurship, advertía hace unos días en su twitter a sus colegas más compulsivos con este tuit:
Estimados periodistas: "Instagram es parte de Facebook. Por favor, por lo menos mencionad que esto es así, cuando se escribe sobre ambos en la misma 'pieza'. (En la columna ilustrada a continuación, el redactor no lo sabe, o, -al parecer-, no cree que sea relevante mencionarlo)."
rnDear journalists: Instagram is part of Facebook. Please at least mention that when you write about both in the same piece. (In the column pictured below, the writer doesn't know this, or doesn't think it's relevant to mention it.) pic.twitter.com/N4gjHvMtl6
rn— Dan Gillmor (@dangillmor) 19 de abril de 2018
Modelos irreales de Instagram, generadas por ordenador
La admonición de Gillmor venía a cuento en relación al contexto de la potente maquinaria de negocio de lo ilusorio que hay detrás del servicio de redes sociales más 'fashion': Instagram. Alguien con cierta maldad, -creo que fue en Github- la denominaba así: “La red social de las cabezas más huecas pero más fashion”.
La cosa podría ser una broma anecdótica, pero el asunto encaja con uno de los inventos ilusorios que más furor causa entre los fans de Instagram y del que se ha hecho eco incluso un medio tan serio como la BBC: las modelos ficticias, que en la terminología de los instagramers son denominadas Computer generated Instagram supermodels –supermodelos de Instagram generadas por ordenador–, cuyos espectaculares cuerpos, que nunca han existido en el mundo físico real, causan verdadero furor entre millones de usuarios de 'cerebro liviano', -eso incluye a influencers-, según Github.
Entre estas supermodelos, se lleva la palma Shudu Gram, que tiene ya en Instagram 104.000 seguidores. Para una de estas seguidoras, Fatou Suri, que explica: "Fue muy inspirador ver a una modelo de piel oscura 'ensalzada' de esa manera. Ella representaba a alguien increíblemente bella, perfecta en cuerpo y alma". Ante esto el columnista de la BBC Damian Foulder se pregunta cómo puede ser tan perfecta de alma una modelo digital que nunca ha existido como una persona real.
Foulder, como yo, muestra su asombro y dice “... estas modelos en Instagram no son reales. Están creadas digitalmente. Pero para mucha gente (millones de personas conectadas a esta red social), parece que eso no importa en absoluto”. Está claro que dentro de lo fashion, lo ilusorio es mucho más importante que lo real.
Esta irrealidad tan seductora tiene autor: el grafista Cameron-James Wilson. Él, que no parece filósofo precisamente, primero la definió como "una ‘personalidad digital’ llamada Shudu Gram, calificada como la ‘primera supermodelo digital del mundo". Intentando convencer de que su intención con esta creación no fue hacerla pasar por una modelo real.
Como fotógrafo de moda, Wilson quería ‘re-capturar’ un tipo de belleza que personifican algunas supermodelos negras como Alek Wek y Duckie Thot (más imperfectas, pero de carne y hueso). Pero, claro, estas ficciones mueven miles de millones.
Y esa industria es la que define a Shudu, en Instagram, como una “modelo basada en Londres”, es decir que también le han creado una vida ficticia, en una ciudad de residencia real. Todo ello, obviamente, para que tenga el contexto necesario y pueda asociarse con una supermodelo como las famosas de carne y hueso.
El objetivo es rentabilizar la confusión que induce esta primera supermodelo digital del mundo, integrándola en los escenarios y publicaciones sobre las it girls y adjudicándole un caché millonario por cada aparición digital. Es algo muy rentable, ya que el millonario sueldo que Shudu cobre por sus apariciones en la red o en las revistas, no creo que se lo quede para sí misma. Y desde luego es muy improbable que Shudu Gram haga nunca una huelga ni pague impuestos por sí misma, como cualquier ciudadana del mundo físico civilizado.
Nada nuevo bajo el sol digital
Naturalmente, tanto sus seguidores de Instagram como su creador afirman que Shudu es algo nuevo, pero no. Ya hay desde hace años, una famosísima cantante irreal (creada en Japón), llamada Hatsune Miku, -en realidad solo es un software de voz-, con millones de fans.
Incluso estos fans han compuesto miles de canciones para que ‘ella’ (un holograma) las interprete en directo sobre el escenario, acompañada por el potente sonido en directo con músicos de carne y hueso. Esta multitud de seguidores, que ya no parecen distinguir entre lo que es una cantante de carne y hueso y un holograma que canta, se ha convertido en una de las cumbres de la nueva economía digital de la atención.
La cantante holográfica mueve también cientos de millones de negocio. Es, en realidad, su éxito económico lo que quieren emular los creadores de Shudu Gram (es decir, quienes le encargaron y le pagaron su diseño a Wilson, y son los verdaderos propietarios de la ‘vida ficticia’ de la supermodelo irreal).
Al final va a ser cierto el dicho de que muchos humanos disfrutan siendo presa de engaños. Estudios muy serios de científicos del MIT Media Lab demuestran que en las redes sociales –y eso si parece nuevo–, los humanos transmitimos con ansia y más rápido los embustes que lo verdadero, porque estos engaños digitales son nuevas y sofisticadas formas de evasión, de huida de la dura realidad.
Todo podría ser aceptable si no fuera porque hay quienes consiguen negocios multimillonarios con ese cambiazo de lo real por lo ilusorio, sin que los desplumados sean siquiera conscientes de ello.
Pero a estas alturas... ¿quién desea ser consciente de su adicción digital o de cualquier otra cosa parecida? Por este camino pronto la gente no va a distinguir un atentado en un telediario de una secuencia de serie de ficción. ¿Habrá alguien a quien le preocupe que esa confusión sea inducida? Como ven el tema da mucho de sí. En otra entrega hablaré de otra vuelta de tuerca en estas confusiones digitales, la del ‘proyecto Sirena’. Estén atentos a esta pantalla.