Mar González se crio en un pueblo de 500 habitantes muy cerca de Pamplona. Cuando era pequeña, su madre, médico de profesión, hizo un doctorado en Gestión de Bases de Datos Médicas durante una excedencia. A su hija le encomendó la tarea de “guardar e imprimir las gráficas de quesitos”, recuerda esta investigadora española desde Seattle, donde trabaja actualmente, durante una videollamada con D+I.
“Ahora los niños y niñas están más familiarizados con los ordenadores e incluso ayudan a sus abuelos a organizar los canales del televisor, casi se puede decir que es una forma de empezar a programar. Pero en mi época [tiene 35 años] tener contacto con un ordenador a edades tan tempranas era raro”.
Cuando llegó el momento de elegir a qué quería dedicarse optó por cursar Ciencias de la Computación en la Universidad Llull de Barcelona. Se graduó como primera de la clase. Después de completar un Máster en Ingeniería Biomédica, obtuvo su doctorado en Realidad Virtual Inmersiva y Psicología Clínica como estudiante visitante en el MIT MediaLab.
González admite que desde pequeña le interesó saber cómo funcionaban las cosas, pero reconoce que con eso no basta. “Cualquier carrera profesional comienza en la universidad, donde hay que buscar a personas que sepan más que tú del tema que te interesa. Trabajar con ellos facilita dar el salto al siguiente nivel y llegar a la élite de la investigación”.
Tras pasar por Airbus y la startup Traity, desde 2016 forma parte de Microsoft Research. Por eso, atiende a nuestra llamada desde Seattle, la ciudad donde se ubica la sede central de la compañía.
Investigación con impacto
Microsoft Research es el laboratorio de investigación de esta gran tecnológica. En él trabajan en sistemas operativos, sistemas concurrentes, computación por visión o computación gráfica; pero también en el cambio climático, análisis de virus o almacenamiento de datos de ADN.
“Ahora mismo la computación es una ciencia que forma parte de cualquier investigación. En el laboratorio hay una persona experta en cada ámbito y, aunque nos organizamos en grupos, trabajamos de forma independiente y decidimos nuestras propias investigaciones”, describe.
Su trabajo, como parte del equipo EPIC (Extended Perception Interaction and Cognition), se centra en la computación espacial mediante la creación de nuevos dispositivos y experiencias, al mismo tiempo que estudia el comportamiento humano, la percepción y la neurociencia.
“La ventaja de estar en un sitio que es industria y no académico es que tenemos la posibilidad de trasladar los resultados a un producto que impacta en millones de personas”. También hace referencia a la eliminación de los procesos burocráticos: “para investigar en el mundo académico necesitas acceder a becas que requieren mucho trabajo previo. Aquí, solo es necesario redactar un breve documento y la empresa lo evalúa”.
Durante la conversación, menciona la aplicación Soundspace como “uno de los proyectos más bonitos a los que he contribuido”. Una app que las personas con problemas de baja visión pueden utilizar para moverse como si se tratara de un mapa, pero orientándose a través de sonidos. No es un sustituto de un bastón o un perro guía, sino un complemento.
“Guiarse por los sonidos, en lugar de seguir indicaciones de voz, da a la persona la capacidad de decidir cómo llegar a su destino y ayuda a crear mejores mapas mentales”, explica la investigadora. “Hasta ahora hemos tenido el contenido dentro de una pantalla, pero la computación espacial, haciendo uso de la realidad virtual, aumentada y mixta, hará que ese contenido esté alrededor nuestro”.
Tecnología 'abierta'
Otra de sus líneas de investigación está centrada en el diseño de avatares para mundos virtuales donde, apunta González, “existe un problema acerca de cómo se representa uno a sí mismo y a los demás”.
Sus aplicaciones en sociología y psicología permitirán son solo comprobar cómo reaccionan las personas desde un punto de vista ético –algo que es relativamente fácil de controlar a través de los cuestionarios tradicionales–, también cuál sería su comportamiento inmediato en determinadas situaciones, como una pelea en un bar.
“Empecé a trabajar en ello durante mi postdoctorado en la Universiy College de Londres (UCL) y Scotland Yard mostró un gran interés. Ahora, estoy preparando una serie de herramientas para su uso público disponibles en GitHub” [GitHub es una plataforma propiedad de Microsoft donde los desarrolladores comparten software de código abierto].
La investigadora defiende que compartir el conocimiento en este momento en el que se está produciendo una “explosión” de la tecnología es fundamental para su desarrollo. “Es un poco arrogante, y también ingenuo, pensar que el que crea una nueva tecnología también ha de decir cómo usarla. Debe existir más interacción con el usuario final y los early adopters, solo así encontraremos las aplicaciones más interesantes”.
Es inevitable que durante la entrevista se haga mención al reducido interés de las niñas por materias científicas y la escasez de talento femenino en la industria. Sin embargo, por su experiencia, cree que el problema no está tanto en las empresas como en lo que se inculca desde la infancia: “Hay que romper con la idea dedicarse a lo que es tu pasión y buscar aquello en lo que se es bueno. Si te gusta la filosofía, puedes ser un perfecto candidato a estudiar ingeniería”.
González también alude al hecho de que a los niños se les suele infundir la responsabilidad de mantener a su familia, mientras que las niñas pueden dedicarse a lo que quieran. “Una elección que, en ocasiones, se vuelve en contra de ellas y nos les permite tener la independencia que desearían. Aunque –recalca– nunca es tarde para darle un giro a la vida profesional”.