La búsqueda de lugares en los que vivir donde prime el bienestar se ha convertido en una prioridad para muchas personas. No solo en cuanto a la ubicación de la vivienda y su entorno, también por las características de su construcción. Valores como la eficiencia energética y el tipo de materiales utilizados en los edificios empiezan a adquirir importancia.
Si un comprador o residente quiere asegurarse de que un inmueble cumple con determinadas pautas, desde los años 90 del siglo pasado existe el certificado Passivhaus (casa pasiva). No es el único, pero sí es uno de los más extendidos de consumo de energía casi nulo. Se desarrolló en Alemania y a España llegó más de una década después para aplicarlo a espacios de oficinas e inmuebles residenciales.
Para conseguirlo, un edificio tiene que cumplir con una serie de criterios que, entre otras cosas, garanticen una baja demanda de energía para calefacción y refrigeración –no más de 15 kWh/m2 al año–, aseguren el aislamiento de la construcción y proporcionen una buena calidad del aire interior. Características que todo el mundo querría en el lugar donde vive y que adquieren más relevancia con el paso de los años.
Cuando en la Residencia de Ancianos de Camarzana de Tera, en Zamora, se decidió ejecutar una ampliación se fijaron en este certificado. “En el edificio inicial, de 2005, se colocaron placas solares térmicas y cubierta ajardinada, pero no se llegó a los estándares definidos en Passivhaus. En el momento de realizar la ampliación con un anexo querían ofrecer un mayor confort”, explica Javier de Antón Freile, director del estudio CSO Arquitectura encargado del proyecto, a D+I.
Operativo desde el verano de 2019, es el primero de uso geriátrico-hospitalario con certificado Passivhaus en España y uno de los primeros quince que hay en el mundo. Sus características le han valido el Premio NAN Arquitectura y Construcción 2020 al mejor edificio sostenible de España y ha sido finalista, entre otras convocatorias, de los Premios FAD 2020.
Produce más energía de la que necesita
El nuevo edificio cuenta con una superficie total construida de casi 792 m2 en una sola planta con capacidad para 16 personas. Como ya ocurriera con el anterior, está orientado al sur. Esto permite que la luz entre en invierno pero no en verano, favoreciendo así unas temperaturas más confortables. Algo a lo que también contribuye el aislamiento térmico de fachadas y cubierta, y el uso de carpintería de madera con vidrio triple.
“Estas estrategias pasivas [pautas de construcción que se adaptan al clima del lugar] permiten mantener unos 24°C constantes en el interior sin apenas usar calefacción ni refrigeración y evitar picos de frío y calor”, explica De Antón Freile. Gracias a un sistema de ventilación mecanizado “el aire interior es completamente puro”. Un total de 76 placas fotovoltaicas, que generan 20 kW, producen más energía eléctrica de la que precisa la ampliación de la residencia. “La que sobra se deriva al edificio adyacente original”.
La construcción está formada por tres módulos unidos por un pasillo longitudinal. Dos de ellos acogen las habitaciones, cada una de ellas con dormitorio, salón, baño y una terraza con salida a un patio común. En el tercero están las zonas donde los residentes comparten su tiempo. Incluye un invernadero para cultivar sus propias hortalizas “que atempera el aire existente en invierno para aprovechar la cristalera a norte, mientras que permite la ventilación cruzada en verano”, explica el director del estudio.
“Hemos concebido el nuevo edificio como una máquina energética”, añade el arquitecto. “No solo permite el ahorro energético, sino que todas las estrategias desarrolladas en él consiguen obtener una mejor calidad del aire interior. Los usuarios ven que no solo las personas que los cuidan y atienden trabajan en su confort, sino que el propio edificio trabaja por y para ellos”.
Con el objetivo de que la huella ecológica fuera la mínima posible, los paneles se prefabricaron en madera en un taller de Barcelona y se trasladaron en camión a Zamora. Para el montaje en obra tan solo precisaron de una semana. Una empresa local había realizado previamente la cimentación, suelo radiante y solado. Después de montar la estructura y envolvente prefabricada, se terminaron las instalaciones y acabados.