Un prisionero judío de las Brigadas Internacionales capturado por las tropas franquistas en el frente de Aragón.

Un prisionero judío de las Brigadas Internacionales capturado por las tropas franquistas en el frente de Aragón. BNE

Historia

Pasión y drama de los judíos que lucharon por la República: "En España me convertí en un ser humano"

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Nathan Cohen, Alex Sheller y Sam Masters eran hijos de inmigrantes judíos del este de Europa que habían llegado a Londres huyendo de los pogromos zaristas. Convertidos en militantes sindicales y trabajadores textiles, emprendieron en la primavera de 1936 un viaje hasta Barcelona montados en sus bicicletas para participar en la Olimpiada Popular, la antítesis y alternativa de los Juegos Olímpicos organizados por Hitler en el Berlín nazi. Pero no pudieron competir: el día antes de la inauguración un golpe de Estado empujó a España a una larga y cruenta guerra civil. Lejos de emprender el camino de vuelta, decidieron quedarse, alistarse para recibir instrucción militar y combatir por la República y contra el fascismo.

No fueron los únicos: hay multitud de ejemplos similares y excepcionales, como el de Emmanuel Mink, miembro de la selección polaca que se enroló en las Brigadas Internacionales —formó parte de la Compañía Botwin, una unidad judía que incluso editó un periódico en yidis—, luchó en frentes muy activos como los de Madrid y Aragón, acabó en campos de prisioneros franceses y sobrevivió a Auschwitz

La heterogeneidad fue la principal característica de las Brigadas Internacionales, el ejército de voluntarios antifascistas que combatieron en la Guerra Civil española: había izquierdistas de todo tipo —socialistas, comunistas, estalinistas, anarquistas—, centristas, demócratas conservadores, católicos, protestantes, ateos, musulmanes, agnósticos y judíos. Y a este último grupo, a conocer sus motivaciones y sus terribles microhistorias, está dedicada la nueva exposición del Centro Sefarad-Israel bajo el título de Por vuestra libertad y la nuestra, abierta hasta el 31 de mayo.

Algunos de los carteles antifascistas reunidos en la exposición.

Algunos de los carteles antifascistas reunidos en la exposición. D. B.

"Es un tema que apenas se ha tratado", explica a este periódico Almudena Cruz Yábal, subdirectora general de Divulgación de la Memoria del Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática, organismo responsable de la muestra junto al Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europa y Cooperación. El montaje, a través de varias decenas de libros, revistas, recortes de prensa, documentos, fotografías, carteles o panfletos —algunos inéditos, procedentes de colecciones privadas— y pequeñas biografías, refleja el enorme protagonismo que tuvieron los judíos en las Brigadas Internacionales. "La Guerra de España no era para ellos una guerra sin más, sino de principios, de lo que se les venía encima", resume la comisaria.

Aunque la documentación oficial refleja que solo hubo 2.224 judíos brigadistas, muchísimos más ocultaron sus orígenes y cambiaron sus nombres en varias ocasiones. Un cálculo más real podría situarlos entre 8.000 y 10.000, casi el 25% del total de voluntarios. Había miles viviendo en Barcelona antes de la sublevación militar —su bautismo de fuego fue en Irún— y muchos llegaron desde Estados Unidos e integraron la famosa Brigada Abraham Lincoln, como Hank Rubin, que justificó así sus motivaciones: "La experiencia histórica judía nos hace especialmente sensibles a la opresión en cualquier parte, y además es un imperativo moral del judaísmo luchar contra la injusticia y la inhumanidad".

Una de las salas de la muestra, con una réplica de la bandera de la XII Brigada Internacional Dombrowski.

Una de las salas de la muestra, con una réplica de la bandera de la XII Brigada Internacional Dombrowski. D. B.

Llama la atención el número de mujeres: 251 como mínimo, como la neerlandesa Fanny Schoonheyt, que destacó por su destreza con la ametralladora, o la argentina Mika Feldman, que alcanzó el rango de capitana. Pero su presencia es especialmente abundante en los servicios sanitarios, a cuyo sacrificio, jugándose la vida en las trincheras, se dedica una sala completa de la exposición.

Las "mamás belgas", por ejemplo, fueron un grupo de 21 enfermeras judías que trabajaron entre 1937 y 1939 en un hospital de Valencia atendiendo a soldados republicanos. Aunque no eran ni madres ni belgas, sino mujeres refugiadas en este país, se organizaron en el Socorro Rojo Internacional. Al término de la contienda regresaron a Europa central y trataron de esconderse de los nazis. Algunas de ellas, como Golda Luftig y su hijo, al que llamó Madrid, fueron víctimas de las cámaras de gas.

El doctor Shloyme Yankev, médico en la Polonia antisemita, se embarcó en la guerra de España porque consideraba que era la única forman que combatir a Hitler. "Allí me convertí en un ser humano porque siempre había sido un donnadie; la policía estaba detrás de mí, el gobierno estaba contra mí", confesó. "Y, en España, de pronto, soy alguien, formo parte de un ejército. Y estamos luchando, fue una sensación tremenda".

La muestra incide mucho en esa idea que la Guerra Civil fue interpretada en el momento como una avanzada crucial en la defensa de la libertad y la democracia contra los regímenes totalitarios. "Los judíos encontraron en España un lugar y un sentido de vivir en un mundo que les era tan hostil", subraya la comisaria, que también ha querido reflejar con materiales de la época —un texto de la embajada de Alemania sobre la "eterna cuestión judía", varios ejemplares de los best seller del policía propagandista Mauricio Carlavilla o panfletos de Acción Popular que señalaban al judaísmo y a la masonería como "enemigos de la patria"— el clima de antisemitismo imperante en los años 30.

Manifestación de mujeres antifascistas alemanas en España.

Manifestación de mujeres antifascistas alemanas en España.

El papel de las Brigadas Internacionales se dio a conocer en todo el mundo gracias a las instantáneas de la húngara Kati Horna, fotógrafa oficial de los anarquistas de la CNT-FAI, la polaca Margaret Michaelis o los más conocidos Robert Capa, Gerda Taro, o David Seymour. Todos ellos eran también judíos.

La victoria del bando sublevado se inauguró con destrucción de sinagogas en Barcelona, la ciudad a donde muchos judíos habían migrado en busca de un futuro menos tenebroso. Los brigadistas que no se marcharon durante la Retirada de 1938 fueron apresados y encerrados en campos de concentración, como el de Miranda de Ebro, que estuvo operativo hasta 1947. El nuevo régimen deportó a los de nacionalidad alemana y los entregó a la Gestapo. Todos sus temores quedaron confirmados por la política de exterminio de los nazis, inestimable aliado de las tropas de Franco.