Entre las dinastías III y XIII del Antiguo Egipto, aproximadamente en el arco cronológico que transcurre entre el Reino Antiguo y el Segundo Periodo Intermedio (2686-1649 a.C.), el río Nilo, mucho más caudaloso que en el presente, se dividió en varios brazos en algunos sectores. Y uno de ellos, de 64 kilómetros, habría sido clave en la construcción de una treintena de pirámides concentradas hoy en día en una desértica e inhabitable franja entre el yacimiento de El Lisht, al sur, y la meseta de Guiza. Sería una suerte de autopista acuática activa durante las obras de estos impresionantes monumentos funerarios que se empleó para mover las pesadas piedras y otros materiales, así como para el transporte de los trabajadores.
Esa fue la principal conclusión presentada en un estudio publicado la semana pasada en la revista científica Communications Earth & Environment y que se basaba en imágenes de satélite, evidencias geofísicas y el análisis núcleos extraídos del suelo. Pero el hallazgo anunciado por Eman Ghoneim, geomorfóloga de la Universidad de Carolina del Norte en Wilmington (Estados Unidos), y su equipo no ha generado consenso en el mundo de la egiptología.
El excéntrico y showman Zahi Hawass, exministro de Antigüedades, ha compartido en sus redes sociales unos breves aunque duros apuntes sobre el trabajo de sus colegas, señalando que "la mayor parte de este artículo repite interpretaciones y conclusiones que se habían expresado antes". El comunicado está firmado también por Mark Lehner, arqueólogo con décadas de experiencia en Egipto y director del Ancient Egypt Research Associates. Entre sus investigaciones más destacadas están la documentación detallada de la Gran Esfinge de Guiza o el descubrimiento del asentamiento de los constructores de las pirámides.
Hawass y Lehner rechazan la aseveración de Ghoneim y su equipo de que hasta el momento no se había ofrecido una explicación convincente sobre por qué varias decenas de pirámides se concentran en esta zona. "Cualquier estudiante principiante de egiptología sabe que las pirámides de los reinos Antiguo y Medio corresponden a las necrópolis occidentales de Menfis, la capital tradicional de Egipto, y que el oeste era la dirección de los muertos", señalan.
También recuerdan que en 1971 el egiptólogo francés George Goyon ya planteó la idea de la existencia de un brazo occidental del Nilo que conectaba las pirámides y sus templos, identificando este canal con el Bahr el-Libeini. La nueva investigación asegura haber documentado varios segmentos de una vía fluvial distinta, hoy en día sepultada bajo campos de cultivo y la arena del desierto, que han bautizado con el nombre de Ahramat, que en árabe significa "pirámides". Hawass y Lehner añaden que durante más de un siglo los arqueólogos han tratado de arrojar luz a la hipótesis sobre la existencia de puertos al final de las calzadas ceremoniales elevadas que conectaban los monumentos con sus templos funerarios.
"En Guiza, durante años, hemos investigado una rama occidental del Nilo a lo largo del curso del Bahr el-Libeini y cómo alimentó los puertos de las pirámides de Guiza. Hemos encontrado y publicado límites y puntos de referencia en los muelles de Keops, Kefrén y Micerino, pero nuestros trabajos están totalmente desaparecidos en el de Ghoneim et al.", detallan los integrantes del Ancient Egypt Research Associates.
Además, aseguran que se ha olvidado otro importante descubrimiento realizado en 2013: un papiro que incluye el diario de un hombre llamado Merer que dirigió un equipo de entrega por barco de bloques de piedra caliza extraídos de las canteras de Tura, al norte, y utilizados para construir la pirámide de Keops. Según su descubridor, los materiales se habrían transportado por el canal Bahr el-Libeini. Por último, Hawass recuerda que en 1995, en colaboración con National Geographic, se desarrolló un modelo de esa rama occidental del Nilo que es "prácticamente igual" a la presentada por Ghoneim.
"Los autores o ignoran la totalidad de las investigaciones y discusiones publicadas sobre el tema o ignoran hasta qué punto su propuesta ha sido desafiada en trabajos académicos para que puedan presentar sus descubrimientos como nuevos. No encontramos nada nuevo", concluyen Hawass y Lehner. Otros egiptólogos como Okasha El Daly han apuntado que hubiera sido más preciso asegurar que esta última investigación utilizó tecnologías más modernas para confirmar lo que ya se sabía.