Cumplir casi dos mil años necesariamente deja huella. El Panteón de Roma ha conseguido resistir al paso del tiempo pero, para que siga asombrando al mundo del futuro, requiere un mantenimiento meticuloso que ahora se centra en su inmenso suelo de piedra, cuarteado por las grietas de sus milenios de historia.
"El monumento goza de buena salud, pero obviamente necesita una manutención continua, porque no debemos descuidarlo, aunque presenta buenas condiciones y una óptima situación de estabilidad", asegura a EFE la directora de este antiquísimo templo, Gabriella Musto.
El Panteón es un lugar único, no solo por la geometría perfecta de su arquitectura, coronada con una cúpula todavía capaz de asombrar a los constructores modernos y con un "óculo" ideado como un inagotable "reloj solar", sino también porque ha logrado resistir a dos milenios de historia prácticamente igual a cómo lo veían los antiguos romanos.
El edificio actual fue construido por el emperador Adriano entre los años 118 y 125 d.C, en el mismo emplazamiento donde siglos antes el cónsul Marco Vipsanio Agripa había levantado un templo consagrado a las siete divinidades planetarias por orden de Augusto.
La erosión del turismo de masas
Desde entonces, el Panteón ha sobrevivido al inexorable paso del tiempo, a guerras viejas y nuevas, a saqueos, reformas como los campanarios u "orejas de burro" que Bernini le puso en el siglo XVII y, en los últimos tiempos, al turismo de masas.
Por ello, para asegurar su conservación, desde hace un año Musto dirige un programa de restauración que ya ha arreglado el gigantesco portón de bronce original de época "adriánea", asegurando algunas partes de las bisagras que corrían "el riesgo de romperse".
Ahora, la atención se centra en su pavimento de mármol, que visto desde las alturas se extiende como un gigantesco mosaico formado por grandes cuadros y círculos de diferentes colores, las figuras que dominan todo el edificio.
El mármol que los romanos usaron para su suelo es de altísima calidad, traído en barco desde Asia Menor o Egipto, como el pórfido rojo, el 'giallo antico', de tono amarillento, o el 'pavonazzetto', codiciado por los antiguos por sus vetas marrones y púrpuras.
Pero, pese a la excelencia de este material, la directora sostiene que el trasiego de personas ha generado "corrosiones y rupturas" que deben ser arregladas. Primero para su conservación, pero también para evitar baches y tropiezos entre sus visitantes.
En busca de imperfecciones
El restaurador Emanuele Marconi pasa la mañana de rodillas buscando entre las grietas restos de suciedad, que retira pacientemente con un pequeño aspirador, mientras algunos turistas lo observan desde el otro lado del redil que le protege.
Una vez limpias estas hendiduras de la piedra, las rellena con una resina o mortero pigmentado con un color similar pero no igual, para que los expertos del futuro puedan identificar las partes originales. Todas las intervenciones son reversibles, apunta Musto.
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Por otro lado, también se está restaurando un antiquísimo icono mariano de madera -"Odighitria" o 'Virgen que indica el camino'- que se cree que llegó al Panteón en el año 609 d.C, cuando el emperador bizantino Foca se lo regaló al papa Bonifacio IV, que convirtió el edificio en la actual iglesia de "Santa María ad Martyres".
Además, pronto se emprenderá la adecuación de la parte trasera de templo, el lapidarium y los restos de la antigua Basílica de Neptuno, para abrirse al público.
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Porque el Panteón está cambiando su forma de ofrecerse al turismo y el pasado julio dejó de ser gratis, cobrando 5 euros por entrada (excepto si se va a misa).
La iniciativa, del ministro de Cultura Gennaro Sangiuliano, recaudó 5,3 millones de euros, gracias a los 1,4 millones de visitantes hasta noviembre, un monto que servirá para mantener el edificio a punto y para otros fines (se han destinado cientos de miles de euros a afrontar el aluvión de Emilia-Romagna).
El Panteón, el "vestigio más bello de la Antigüedad romana", como lo ensalzó Stendhal, ejemplo sublime de proporción, es el testimonio más antiguo y mejor conservado de la gloria pretérita de la capital, que resuena desde las alturas de su extraordinaria cúpula.
Por eso, todos los esfuerzos de su dirección están dirigidos a proteger este prodigio milenario de la arquitectura, para que siga siendo un testigo impertérrito de todos los avatares que la historia reserve a la Ciudad Eterna del futuro.