En el patio del castillo de la Mota, en Medina del Campo, Francisco Franco proclamó un discurso donde ensalzó los valores de Castilla y de Isabel la Católica -la reina falleció en 1504 en en Palacio Real de la localidad vallisoletana y no tras los muros de la fortaleza-. El fortín fue utilizado a mediados del siglo pasado como escuela de la Sección Femenina de la Falange, en cuyainauguración se lanzaron al vuelo varias palomas blancas como símbolo de la Paz. Aunque lo cierto es que en este imponente enclave se libraron incontables combates.
En el lugar existía una pequeña fortaleza desde el siglo XIII levantada sobre las ruinas de un asentamiento romano. En 1433, Juan II de Castilla decidió emprender grandes reformas y erigir un castillo que cambió de bando varias veces en la guerra civil que le enfrentó a Juan II de Navarra, quien caería derrotado en la batalla de Olmedo de 1445.
Durante el reinado de Enrique IV, hijo de Juan II, se terminaron las obras en la fortificación, que sería la diana de un vendaval artillero en 1473 durante la guerra de sucesión castellana entre Isabel la Católica y su némesis Juana "la Beltraneja".
Los Reyes Católicos se instalaron en el castillo durante una temporada. Debido al especial cariño que sentía Isabel por el mismo, continuó haciendo nuevas refromas que incluyeron una galería de artillería o un profundo foso. La barrera defensiva adicional terminada en 1483 convirtió al enclave en uno de los primeros en estar preparado para el creciente uso de la artillería de asedio.
La fortaleza también desempeñó un papel relevante durante la rebelión de los comuneros. La artillería alojada en el castillo fue el motivo del catastrófico incendio de Medina del Campo de 1520. Sus cañones fueron requeridos con el fin de utilizarlos para sofocar la revuelta en Segovia liderada por Juan Bravo.
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Los habitantes de Medina del Campo se reunieron para impedirlo en solidaridad con los comuneros de Segovia. En represalia, las tropas realistas prendieron fuego a varios edificios hasta que se retiraron de la villa. El incendio causó importantísimos destrozos además de prender la chispa definitiva para la rebelión generalizada de las Comunidades de Castilla contra el emperador Carlos V.
Presos ilustres
Con la ejecución de sus líderes en Villalar en 1522 y la progresiva pacificación de la Península Ibérica, el castillo fue reconvertida en una cárcel en la que se alojaron los presos más ilustres de la corona. No obstante, sus muros ya habían sido el lugar de enciero de Juana "la Loca" en 1503. La princesa protagonizó un curioso episodio: tras conocer el paradero de su marido, Felipe el Hermoso, intentó marchar en su búsqueda tal y como estaba, a medio vestir. La guardia no lo permitió siguiendo las órdenes de su padre y se produjo un forcejeo, donde la desdichada quedaría llorando desconsolada en el patio.
No fue la única prisionera que pasó por la fortaleza: el intrigante noble César Borgia, finalmente prendido por el Gran Capitán, estuvo encarcelado un año antes de darse a la fuga. En su huída fue sorprendido por un guardia quien cortó la soga de la que se sujetaba. El malherido condiotero logró de todas fromas hacerse con un caballo y dirigirse hacia Navarra.
Otro de sus presos más conocidos fue Francisco I de Francia, quien visitó sus rejas en 1525 tras su contundente derrota en la batalla de Pavía, donde fue apresado por soldados de los Tercios. Finalmente fue enviado a Madrid, donde sería obligado a firmar un tratado cediendo sus derechos sobre importantes regiones de toda la península itálica.
Entre nobles, políticos, princesas y reyes falta el hermano del conquistador de Perú, el también conquistador Hernando Pizarro, qué pasó 20 años entre rejas acusado de estar detrás del asesinato de Diego de Almagro, cumpliendo condena desde 1543 hasta su liberación en 1561.
Puesta en valor
Desde entonces el castillo cayó en desuso hasta que tras una breve visita de Alfonso XII en 1875 atrajo de nuevo la atención de las autoridades. A lo largo del siglo XX financiaron varias obras para su rehabilitación, siendo retratado por Sorolla en 1912. Su conservación mejoró tras declararlo monumento nacional en 1904, encargándose del mismo el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes.
Por toda su historia plagada de combates, reyes y princesas, en 1939 finalizada la Guerra Civil, fue cedido a la Falange, organización que en 1942 utilizó el castillo como Escuela Mayor de Mandos para su Sección Femenina. En su inauguración el 29 de mayo, el castillo se decoró con cientos de banderas rojinegras con yugos y flechas para recibir a la cúpula del régimen, con Franco a la cabeza seguido del ministro de Exteriores Serrano Suñer y de Pilar Primo de Rivera.
La fortaleza se dedicaría entonces a ser el Cuartel General espiritual de la Sección Femenina, donde se educaba a sus alumnas para ser los futuros mandos del movimiento. Como explica la historiadora Mercedes Peñalba Sotorrío, "debían recibir formación en Religión, Nacional-sindicalismo, Doméstica, Música y Educación Física".
Las instalaciones medievales y el modo de vida de sus alumnas en régimen de internadas imprimieron a la escuela un cierto aire monástico. En 1962, a Pilar Primo de Rivera le sería otorgado por Franco el título de Condesa del Castillo de la Mota.
La organización femenina se disolvería finalmente en 1977, pasando el lugar a pertenecer al Ministerio de Cultura hasta ser transferido a la Junta de Castilla y León. Desde entonces el castillo ha sido objeto de multitud de programas dedicados a su estudio y documentación además de abrir sus puertas al público con fines turísticos desde que en 2007 se inaugurase el Centro de Recepción de Visitantes, organizando talleres y visitas guiadas.