El equipo de arqueólogos del yacimiento cántabro de La Garma ha encontrado dos nuevos depósitos funerarios de época visigoda que, junto a los hallados en la campaña de 2022, forman un conjunto único en la Península Ibérica. Lo usual en esta época era enterrar a los muertos junto a las iglesias y no en las profundidades de una cueva. Los restos humanos y los objetos y armas que se depositaron junto a ellos como ajuar pueden ser datados en torno al siglo VIII d.C., según los investigadores. En las dos últimas campañas han identificado huesos de una veintena de individuos.
Como han explicado este jueves el director del Museo de Arqueología y Prehistoria de Cantabria (Mupac), Roberto Ontañón, y el catedrático de Prehistoria en la Universidad de Cantabria, Pablo Arias, los nuevos depósitos funerarios se encontraban en la galería basal de La Garma, un sitio excepcional con yacimientos arqueológicos que van desde el Paleolítico, hace unos 400.000 años, hasta el siglo XIII. Ambos son los codirectores del proyecto de investigación desde hace más de veinticinco años
La galería basal atraviesa el arroyo que ha formado la cueva y para llegar al conjunto funerario hay que hacer un recorrido de casi tres horas de duración, que implica bajar desde la entrada actual, situada 50 metros por encima, y descender unos 500 metros por el cauce del río, cuyas aguas llegan a anegar completamente la cavidad cuando hay crecida.
En el depósito más complejo, localizado por Luis Teira durante la exploración de esta galería en su tramo final, se han hallado los restos de cuatro individuos, que fueron depositados de forma simultánea en un estrecho nicho de tres metros de longitud. Entre los objetos que han aparecido junto a los restos destacan un broche de cinturón liriforme, una cadena de bronce, un hacha de combate y un cuchillo de hierro con restos de la vaina de cuero.
En otro sector de la galería, descubierto por Daniel Pérez García de los Salmones, se encontró otro depósito funerario con restos de una mujer adulta y un individuo juvenil, además de un broche de cinturón. Los arqueólogos han mostrado algunos de esos objetos y un cráneo casi completo y de color negro por la acción del óxido de manganeso, que también ha teñido las paredes de la cavidad.
"Las armas tenían un gran valor simbólico. Es probable que las personas enterradas, o al menos alguna de ellas, fueran individuos correspondientes a los estratos más altos de la sociedad, en los que la actividad guerrera tenía una gran importancia", explicaba Pablo Arias a este periódico el año pasado en relación a los otros enterramientos identificados.
Gran misterio
Según Roberto Ontañón, los investigadores no tienen todavía una respuesta que explique el porqué de estos yacimientos funerarios, que se han encontrado también en otras cuevas de Cantabria, aunque llevan años "dándole vueltas". No es lo normal es una época en la que los visigodos, que se habían extendido por toda la Península Ibérica, "convertidos a la fe verdadera", enterraban a sus muertos en cementerios al lado de las iglesias.
Una de esas necrópolis visigodas al uso, El Castillete, está en el sur de Cantabria y además de "tumbas canónicas" en ella se han hallado objetos como los que han aparecido en las profundidades de La Garma, una catacumba natural que poco tiene que ver con la liturgia cristiana. "¿Por qué los enterraron ahí? No lo sabemos. Incluso hay individuos que sabemos que correspondían a la élite de estos grupos sociales. No eran gente pobre o gente del común que no podía pagarse un entierro digno; al contrario", ha explicado Ontañón.
El destino definitivo de este conjunto funerario será un espacio específicamente dedicado a la arqueología de época visigoda en Cantabria, que constituirá una de las principales novedades de la exposición permanente del nuevo Mupac. El equipo de La Garma está trabajando además en esta campaña en excavaciones de la época paleolítica y de la Edad del Hierro y en un castro de la época romana.
La cueva de La Garma, reconocida con el II Premio Nacional de Arqueología y Paleontología de la Fundación Palarq, alberga una de las secuencias culturales más amplias y completas de toda Europa y sobresale por haber permitido a los investigadores estudiar suelos y estructuras del Paleolítico superior y documentar los rituales de los seres humanos que vivieron allí durante el último periodo glacial. El complejo kárstico cuenta con varias galerías. En la inferior se produjo hace 16.500 años un desprendimiento que selló un espacio de 800 metros cuadrados, generando una "cápsula del tiempo".
La cavidad, que pasó de hábitat humano a espacio funerario, esconde uno de los mayores conjuntos de arte rupestre del mundo —sus más de 400 representaciones han sido declaradas Patrimonio Mundial por la UNESCO, entre las que destaca la inusual imagen de un ciervo gigante del Pleistoceno—, restos de cabañas de sus antiguos habitantes, una excepcional colección de objetos fabricados en huesos o plaquetas de piedra e incluso huellas de pies de niños neolíticos de entre 6 y 7 años. Una lista interminable de hallazgos que convierten al yacimiento en un unicum a nivel mundial.