Como en casi todo, la historia se cuenta desde diferente versiones. Hay quien ve en él a un traidor y quien lo ve como un ejemplo. El dilema de siempre: héroe o villano. En este caso, la dualidad de opiniones puede estar bastante fundamentada: el personaje en cuestión es de los que marca una época, de los que generar adeptos o rechazos y de los que, sobre todo, se quedan impresos en la historia.
Hablamos de Gonzalo Guerrero, al que algunos, efectivamente, le colgaron el mote de 'El Renegado' y otros le catalogaron como una divinidad e incluso le dieron la categoría de jefe. Su vida dio para todo eso, a pesar de durar menos de 70 años. Por eso siempre ha copado el interés de estudiosos y de productoras de cine: esta experiencia vital da para más películas o series que las de algunos protagonistas actuales.
Porque una de las claves es que Guerrero era una persona corriente. No pertenecía a la realeza ni ostentaba un alto cargo militar. Fue un marinero, un trabajador, que nació en Palos de la Frontera en el siglo XV. Apenas hay información de su juventud en este pueblo de Huelva. Se conocen más otras gestas que sucedieron cerca de este punto de salida al Atlántico, por donde tomaron su camino las carabelas de Cristóbal Colón.
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De hecho, ese suceso fundamental en la historia de España y en la de este rincón de su geografía marcaría también la vida de Gonzalo Guerrero. Este vecino, cuyo nacimiento se sitúa en 1470, se enroló al ejército como arcabucero, una unidad especializada en el manejo de armas de fuego.
Algunos le ubican en la conquista de Granada, de 1492. Sometido el reino nazarí, Guerrero se enrolaría junto al capitán Gonzalo Fernández de Córdoba (apodado 'El Gran Capitán') y combatiría en las dos campañas de Nápoles, donde sería testigo en primera fila de las reformas militares y nuevas estrategias implementadas por este alto cargo.
En 1510, Guerrero marchó hacia las Indias como parte de la tripulación de Diego de Nicuesa, gobernador de Veragua (actual Panamá). Su salida estaba destinada a continuar con la colonización iniciada años antes en el continente. Esta vez, en la isla 'La Española', la actual Cuba. Una tormenta desvió sus planes, y terminó naufragando cerca de Jamaica.
Un total de 20 hombres (contando con él) terminaron salvándose en una pequeña embarcación. Pero se quedaron en el agua, a merced de las mareas. Y acabaron en la península de Yucatán, en México. Ya habían perdido a más viajeros en la travesía. Y los que resistieron fueron arrestados y terminaron como prisioneros por una de las tribus mayas del lugar.
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Tiempo después, sólo permanecieron vivos el religiosos Gerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero. Del resto, nada: habían sido sacrificados, devorados, asesinados o muerto a causa de las enfermedades y el agotamiento. Los dos supervivientes fueron tratados como esclavos y vendidos de cacique en cacique. Y mientras uno mantenía su fe cristiana, el otro fue asimilando las costumbres mayas.
Fue, claro, Guerrero, quien adoptó la cultura y se ganó la confianza del cacique maya Na Chan Can. Le enseñó algunas de las técnicas de combate que había aprendido como soldado. Supuestamente, una de estas enseñanzas salvó a un capitán de este líder y, gracias a esto, consiguió no solo su libertad, sino que se le entregara como esposa a Na Chan Can.
Pronto, Gonzalo Guerrero se identificó con esta cultura. Se hizo los tatuajes y perforaciones oportunas, vistió sus trajes y olvidó su pasado. Convertido en luchador maya, se llegó a enfrentar con los españoles que llegaron a la zona. Entre 1517 y 1518, durante las expediciones de Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva, el ejército de México se defendió con las tácticas del español.
No solo ilustró sobre el arte de la guerra, sino que saltó a cargos más importantes. Tanto, que cuando Hernán Cortés llegó a la isla de Cozumel, en 1519, organizó una expedición para rescatar a los dos náufragos, solo Aguilar respondió: Guerrero prefirió quedarse con su familia y el pueblo que le había acogido. El desencuentro hizo que el conquistador español lo tuviera como un rival, ya que había decidido ser parta de su nueva familia.
Bajo esta postura, Guerrero dedicó el resto de su vida a luchar junto a los mayas y frenar el avance de los españoles. Engañó a algunos conquistadores; lideró, en 1531, una batalla contra Alonso de Ávila; y en 1532 provocó la huida de muchos conquistadores a Honduras. Siguiendo a este grupo, Gonzalo Guerrero pereció en el país centroamericano.
Según algunos documentos, su cuerpo se hallaba entre otros atacantes mayas. Tenía sus mismas señas -hasta el punto de que le registraron como un alto mandatario de esta cultura- y estaba abatido por una herida de arcabuz, el arma que más conocía. Antes, supuestamente, se le había clavado una flecha de ballesta. En cualquier caso, Gonzalo Guerrero quedó para la posteridad. Para algunos, como "padre del mestizaje". Para otros, como un traidor. Varias estatuas (una de ellas en Mérida) le recuerdan con una lanza, sin decantarse por ninguna versión.