Esta semana se activará en Cataluña el reloj de la repetición electoral y es prácticamente imposible adivinar qué sucederá. Todo depende de ERC, aunque ni siquiera los republicanos ven la situación como una oportunidad. Su actual líder, Marta Rovira, está deshojando la margarita ante el complejo dilema que tiene delante.
En EL ESPAÑOL hemos analizado cómo se ha comportado el voto en las tres repeticiones electorales que ha habido en España desde la democracia. Pero también qué dicen estos datos y otros estudios demoscópicos más recientes en clave catalana. De ahí se pueden extraer múltiples hipótesis.
Por un lado, está el perfil de los votantes de ERC. Estos tienen una mayor tendencia hacia la indecisión, votan menos en clave identitaria y son menos fieles a su partido que los de Junts. Además, las repeticiones electorales provocan una bajada en la participación y la izquierda suele sufrir en ellas cierta desmovilización.
A ello hay que sumar que los votantes suelen penalizar al partido que consideran culpable de provocar la repetición. Todos estos factores juegan en contra de que ERC busque provocar una repetición electoral y convierten la opción de pactar con Salvador Illa en una forma viable de controlar los daños.
Pero, por otro lado, el pasado 12-M los votantes de ERC preferían que gobernara Junts en vez del PSC. Además, consideraban a Carles Puigdemont más capaz que Illa para resolver los problemas de Cataluña y le prefieren como presidente de la Generalitat antes que al socialista.
Es decir, los votantes de ERC son más proclives a un acercamiento a Puigdemont, pero esto entraña un peligro: si hay una repetición, una parte de los votantes de ERC se pueden escapar a Junts.
Hay otras dificultades añadidas: tras la dimisión de Oriol Junqueras, ERC no tiene actualmente liderazgo, el partido está muy dividido, y una parte de sus votantes pueden apoyar a Junts como única fuerza independentista con opciones de disputar al PSC la victoria. A estas alturas, todo está abierto.
El presidente del Parlament catalán, Josep Rull, firmará este miércoles la resolución de un "acto equivalente" a la investidura, al no haber de momento un candidato con mayoría suficiente para ser elegido. Activará así el reloj de la repetición electoral. Illa tiene hasta el 25 de agosto para convencer a ERC. Si no lo consigue, los catalanes volverán a votar el próximo 13 de octubre. Veamos qué dicen los datos.
La repetición de 2019
La repetición electoral más cercana fue la de noviembre de 2019. Además, aquel año también estuvo el asunto de Cataluña muy candente en la agenda política, con los disturbios organizados por el Tsunami Democràtic contra la sentencia del juicio del procés. Pero antes de entrar en Cataluña, centrémonos en los aspectos más generales.
Los españoles habían acudido a votar el 28 de abril de 2019 y dieron ganador al PSOE, aunque lejos de la mayoría absoluta. Pedro Sánchez podría haber pactado con Ciudadanos, dirigido entonces por Albert Rivera, o buscar una mayoría alternativa, parecida a la actual, con Unidas Podemos y otros socios.
Finalmente, Sánchez descartó pactar con Podemos –dijo que no podría dormir tranquilo con Pablo Iglesias en el Gobierno– y Rivera descartó pactar con el PSOE, creyendo que en una repetición electoral Ciudadanos podría sorpasar al PP. Los votantes de estos dos partidos no avalaron lo que pasó y terminaron por desmovilizarse en la repetición electoral del 10 de noviembre de 2019.
Los que habían votado a Ciudadanos en abril fueron los más desmovilizados de todos: el 9,5% se pasaron a la abstención. Además, Albert Rivera sufrió un voto castigo notable y un 14,6% de sus electores pasó a votar al PP. Como resultado de ello, Ciudadanos cayó 9,06 puntos y perdió nada menos que 47 escaños. Ante este resultado, Rivera acabó dimitiendo.
Después de Ciudadanos, el PSOE fue el partido que mayor desmovilización sufrió. El 6,9% de los que habían votado a Sánchez se pasaron a la abstención. En general se produjo una desmovilización del electorado de la izquierda.
Todos los partidos de izquierdas, menos Compromís y Bildu, obtuvieron peores resultados en noviembre de los que habían obtenido en abril. Los de derechas, menos Ciudadanos, subieron todos.
ERC puede extraer ahora dos lecciones: el relato es importante y la izquierda se desmoviliza en una repetición. Si el partido de Marta Rovira aboca a los catalanes a una repetición electoral y sus votantes no lo entienden, podrían desmovilizarse, lo que reforzaría la hegemonía de Junts en el espacio soberanista. Más aún cuando Junts no tiene capacidad de alcanzar un gobierno per se y puede argumentar que han sido el PSC y ERC los que no han querido que Puigdemont sea investido.
El barómetro poselectoral de las elecciones de noviembre de 2019 que elaboró el CIS dejó otros datos interesantes. El 75% de los votantes de Junts reconocía que las violentas protestas contra la sentencia del procés les habían llevado a "votar por un partido que defiende la independencia de Cataluña". Entre los votantes de ERC, la cifra caía a un 60,4%.
Esto apunta a dos cuestiones. La primera, que ERC parece un partido más pragmático y Junts, en cambio, más identitario. La segunda, que las cuestiones relacionadas con la independencia de Cataluña reafirman el voto de Junts más que el de ERC. Estas cuestiones influirían en el resultado de una repetición electoral en Cataluña, según se plantee el debate, pero los republicanos tendrían que hacer más malabares para convencer a los suyos.
Y hay otro factor que se vio en la repetición electoral de noviembre de 2019. Según el mismo sondeo del CIS, los que habían votado a ERC en abril dudaron mucho si votar a otros partidos. En mucha mayor medida que los de Junts.
Los votantes de Junts dudaron en un 70% si votar esta opción o votar a ERC. Sin embargo, los de ERC dudaron si votar a múltiples formaciones de izquierdas, desde la CUP, hasta el PSC, Unidas Podemos o los comunes. Si bien esto podría implicar que ERC tiene capacidad de robar votos a Junts, también implica que si no gana la batalla del relato puede perder sus votantes a favor de otras formaciones.
Las de 2016 y Madrid
Pero la de 2019 no fue la única repetición electoral que se ha producido en España. Ha habido dos más: las generales del 26 de junio de 2016 y las autonómicas de 2003 en la Comunidad de Madrid. Cada una tiene sus propias características, aunque también sirven para extraer conclusiones generales.
Una es que, siempre que se repiten elecciones, cae la participación. En 2003, la caída fue de 6,69 puntos; en 2016 fue de 3,19 y en 2019 de 5,53. Otra conclusión es que, como hemos apuntado antes, la baja participación y la desmovilización terminan por perjudicar a la izquierda: el PSOE, el único partido de izquierdas que se ha presentado en las tres, ha caído en escaños en todas ellas.
Sin embargo, en la repetición de 2016 es donde mejor se ven diversas variables. El 20 de diciembre de 2015 se habían celebraron unas elecciones generales que dieron vencedor a Mariano Rajoy. Pero fue el primer año en el que irrumpieron Podemos y Ciudadanos y resultó prácticamente imposible para cualquier candidato armar mayorías suficientes para lograr una investidura. Rajoy llegó a rechazar la petición del Rey de formar Gobierno.
Según la transferencia de voto, los partidos de izquierdas sufrieron una desmovilización general, tanto que llegaron a perder un millón de votos. Se fueron a la abstención el 9,5% de los del PSOE, el 8,1% de los de Podemos, el 8% de los de Izquierda Unida y el 4,8% de los de ERC. Ciudadanos también cayó, pero por un refuerzo del voto útil, porque muchos de sus electores se fueron al PP.
Estos factores hicieron que el PSOE mejorara su porcentaje de voto, en apenas unas décimas, pero se dejó cinco escaños por el camino. Unidos Podemos, por su parte, no tuvo capacidad de sumar el porcentaje de voto de Podemos e Izquierda Unida. Sin embargo, la unión de ambos partidos permitió salvar la caída y subir en un escaño, aunque todas las marcas locales (En Marea, Comunes, etcétera) cayeron.
En el ámbito catalán ocurrió algo interesante. En el espacio que ahora representa Junts se presentó en 2015 una coalición bajo el nombre de Democràcia i Libertat (DiL), que incluía a Convergència, pero en 2016 se presentó Convergència sola, sin la coalición. El 15,3% de los que votaron a DiL en 2015 se pasaron a la abstención en 2016, la cifra más alta.
Sin embargo, ERC no tuvo la capacidad de aprovechar ese caladero de votos. Los republicanos sólo subieron 0,24 puntos en porcentaje de voto y se quedaron igual en escaños. ¿Por qué? Si bien fueron capaces de atraer a algunos (12,9% de los votantes de DiL), los suyos se escaparon a la abstención y a otras fuerzas de izquierda como los comunes (6,2%).
Esto confirma lo que apuntaba el CIS publicado en la campaña electoral de las catalanas del pasado mayo: que si bien ERC puede recoger votos de Junts, también corre el riesgo de que sus electores se repartan entre otros partidos de izquierdas, algo que podría perjudicar a los republicanos si hay, finalmente, una repetición en octubre.
Las elecciones de la Comunidad de Madrid de 2003 tienen también sus propias características. Fueron las del llamado tamayazo. Los ajustados resultados de los comicios del 25 de mayo llevaron a los partidos de izquierdas a pensar que podrían arrebatarle la presidencia al PP, pero dos diputados del PSOE no acudieron a la sesión en la que se elegía al presidente de la Cámara.
La ausencia de ambos –Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez– permitió al PP hacerse con la Mesa de la Asamblea, pero ni PP ni PSOE consiguieron después formar gobierno, así que se repitieron los comicios el 26 de octubre del mismo año. El movimiento del tamayazo llevó a los ciudadanos a perder la confianza en los socialistas –de nuevo gana el relato– y la candidatura de Rafael Simancas perdió dos escaños que ganó el PP.
¿Y el 12-M?
El CIS todavía no ha publicado el estudio poselectoral que está elaborando de las elecciones autonómicas catalanas del pasado 12 de mayo. Ahí habrá muchas conclusiones que seguro los partidos tendrán en cuenta a la hora de decidir si les compensa o no una repetición electoral. Sin embargo, publicó dos sondeos durante la campaña, cuyos metadatos arrojan algunas pistas.
En el CIS preelectoral, publicado en abril, un 23,8% de los encuestados aseguraban que iban a votar en blanco, que se iban a abstener o que aún no sabían a qué partido votar. En un fenómeno poco habitual, esa cifra aumentó al 35,3% en el sondeo de mayo, el último antes de las elecciones.
Por partidos, fueron los votantes de Junts y ERC los que más pasaron a la indecisión conforme avanzaba la campaña. Pero los de ERC superaron a los de Junts. Esa desmovilización provocó que la de Puigdemont fuera la segunda candidatura más votada en los comicios y la de Pere Aragonès la tercera. Los posconvergentes lograron ahí sorpasar a los republicanos.
Esto viene a señalar que ERC no llegó al 12-M con sus votantes movilizados, por lo que una repetición electoral podría ahondar aún más esa herida. Además, hay que añadir otra variable que podría influir: los votantes de ERC son menos fieles que los de Junts.
Según el último sondeo del CIS de las autonómicas, el 49,2% de los que habían votado a ERC en las elecciones autonómicas de 2021 reconocía que decidían si votar a un partido u otro "según lo que más les convenza en ese momento" y sólo el 18,6% reconocía votar siempre al mismo partido.
Entre los votantes de Junts, el 23,3% reconocía votar siempre al mismo partido y los que decidían según lo que más les convenciera bajaba al 43,4%. Estas cifras indican que hay mayor grado de fidelidad entre los electores de Puigdemont que entre los de ERC, algo que también podría influir en una hipotética repetición.
Por otro lado, el CIS también preguntó a los votantes de 2021 qué partido o coalición querían que ganara. Los que habían votado a ERC volvían a apostar por ERC en un 50%, apostaban por el PSC en un 13,4% y por Junts en un 17%. En cuanto a los votantes de Junts, el 70% prefería a su partido, el 7,3% al PSC y el 3,5% a ERC.
Esto vuelve a demostrar que a ERC se le podrían escapar votantes a otras formaciones y que, además, tienen una preferencia en clave independentista por Junts, frente a Salvador Illa. La formación de Puigdemont, en cambio, tiene mayor capacidad de retener a los suyos.
Además, en cada pregunta que este sondeo del CIS hacía sobre cada candidato, los votantes de ERC mostraban tener preferencia por Puigdemont frente a Illa.
El 17% de los votantes de ERC en 2021 prefería que ganara Junts, frente al 13,4% que prefería al PSC. El 18% consideraba que Puigdemont está más preparado para resolver los problemas de Cataluña, frente al 16,5% que apostaba por Illa. El 21,5% prefería que Puigdemont sea el presidente de la Generalitat tras las elecciones y sólo el 14,3% prefería a Illa. Aunque son diferencias pequeñas, todas apuntan en la misma dirección.
Por lo tanto, algunos votantes de ERC podrían acabar penalizando la cercanía de los suyos al PSC. Pero ahí entra de nuevo el relato, ya que ERC puede ir a una repetición electoral vendiendo que lo hace por oposición a Illa e intentar que cale la idea de que no intentaron investir a Puigdemont porque no tenía ningún tipo de probabilidad. Como decíamos, al final todo está abierto.