Lilith Verstrynge tenía tendencia a acumular trabajos y tareas sobre las que otros preferían pasar de puntillas. Primero, como asesora en el Parlamento Europeo en una época en la que nadie en Podemos sabía nada de parlamentarismo. Luego, desembarcando en la Vicepresidencia Segunda del Gobierno cuando nadie sabía nada de gobernar. Y finalmente, como negociadora con Sumar en un momento en el que nadie quería negociar con Sumar.
Finalmente, la tercera punta del tridente que formaba con Ione Belarra e Irene Montero al frente de la formación morada ha sucumbido a la presión. En los 10 años de vida del partido, la Secretaría de Organización se ha convertido en una auténtica trituradora política para los cuatro que han ocupado el puesto: Verstrynge, la única mujer de la lista, aguantó tres.
Fuentes de la dirección del partido deslizan que la renuncia de su hasta ahora número 3 se debe a motivos de salud. A Verstrynge le ha tocado surfear por los años más convulsos del partido, embarcado en una profunda crisis electoral y económica que obligó al despido de cerca de un 70% de la plantilla y a un cambio de dirección política sin precedentes. Entremedias, las dimisiones de los críticos no han dejado de sucederse.
Durante los últimos tres años Verstrynge fue la figura más importante del partido de puertas adentro. Con Belarra y Montero enfocadas en sus ministerios, la secretaria de Organización tuvo que hacer de política, fontanera, negociadora, pacificadora y urdidora de un Podemos en descomposición, socio minoritario de un Gobierno en guerra permanente.
Todo esto compaginado con una Secretaría de Estado conflictiva, la que había dejado Enrique Santiago (IU) tras perder la confianza de Belarra, y la amenaza constante de Sumar, que desde su nacimiento no ha dejado de bregar con Podemos para absorber a su electorado.
En este contexto, a Verstrynge le tocó otra vez el papel más difícil: dirigir las negociaciones con el equipo de Yolanda Díaz antes y después de la formación del partido. Nunca se levantó de la mesa ni dejó de proponer durante más de un año de encuentros asfixiantes, muchos de ellos de varias horas dando vueltas sobre los mismos acuerdos incumplidos.
Fuentes de la dirección de Podemos explican que las negociaciones con Sumar han sido, precisamente, "una de las gotas que colmaron el vaso" para la diputada. En el mismo sentido, voces oficiales bajan una marcha y definen la labor de Verstrynge como "una tarea muy exigente en condiciones muy difíciles".
[Anatomía de una ruptura: los 10 conflictos que llevaron a Podemos a abandonar a Yolanda Díaz]
La otra gota sería el plano organizativo de Podemos, que es de hecho el que más tiempo le ocupaba. El partido se encuentra en pleno proceso de reconstrucción después de las dimisiones de dirigentes, candidatos y fugas de cuadros a Sumar. A ello se suman el problema del ERE, la candidatura a las elecciones europeas, gallegas y vascas y los ocho procesos de primarias para elegir a las nuevas direcciones territoriales.
Todo esto caía directamente sobre una secretaria de Organización con cada vez menos fuerzas físicas para afrontar el proceso. Una que, además, debía compaginar estos trabajos con el puesto de diputada en el Grupo de Sumar, primero, y en el Mixto, después.
Así, la consecuencia política más inmediata se percibirá en el Congreso. Al renunciar al acta de diputada, además, la formación pierde uno de sus cinco escaños y se corre la lista electoral hasta Candela López, coordinadora de los comunes y miembro de la Ejecutiva de Sumar. Ione Belarra pierde una diputada y Yolanda Díaz la gana. Por tanto, la gana también Pedro Sánchez.