Paolo Vasile, en una imagen reciente.

Paolo Vasile, en una imagen reciente. Mediaset

Política ENTREVISTA

Paolo Vasile, el hombre de Berlusconi en España: "La izquierda utiliza a la multitud, Silvio la amaba"

"Berlusconi daba miedo a las personas normales" / "Lo políticamente correcto me da náuseas. Siempre he reconocido mi amor por Berlusconi" / "Lo de 'telebasura' me parece una estupidez. Sólo hay dos clases de televisión: la que se ve y la que no se ve" / "En el futuro se estudiará 'Sálvame', es un movimiento popular que ganará importancia con el tiempo".

14 junio, 2023 02:33

–No pensábamos que fuera usted a coger el teléfono.

–Nosotros hablamos siempre en días complicados.

El "nosotros", tratándose de Paolo Vasile (Roma, 1953), tiene que ver con una estirpe: la de los magnates de la televisión. Las cosas que dice de Berlusconi podían decirse de Vasile en España –en una escala diferente– hasta hace unos meses. Fue el jefe de Mediaset aquí durante casi veinticinco años.

Vasile dice lo que no esperábamos que dijese con una claridad escalofriante; enfatizando con algunas palabras en italiano. Que en cuanto se produce la muerte el sujeto poderoso deja de dar miedo. Y que muerto Berlusconi se estrena una especie de libertad en Italia –quizá también en España– para hablar de Il Cavaliere.

Luego utiliza esta reflexión para poner la tesis de su parte: asegura Vasile que, si ahora que Berlusconi está muerto, la mayoría de medios en Italia alaba su legado... es porque se lo merece. "Hoy ya no tiene sentido ser un hipócrita", sostiene con voz rasgada al otro lado del teléfono.

Con Vasile no funciona del todo esa 'teoría Berlusconi' según la cual el fallecimiento –vital o profesional– del individuo poderoso acaba con el pánico que desprende. Él, Paolo Vasile, ya no es el jefe de Mediaset España desde enero, pero sentimos cierta inquietud cuando escuchamos: "He dicho lo que pienso. Confío en que ustedes así lo reflejen".

Probablemente sea un temor injustificado, enraizado en el imaginario berlusconiano. Porque Vasile, al que estamos conociendo en este instante, es un hombre aparentemente simpático, que no rehúye ninguna pregunta y acepta de buen grado la provocación. "Aparentemente", pensarán sus subordinados. Vasile, sobre Berlusconi, da otra clave que, suponemos, podría aplicársele a él: "El jefe no comparte sus miedos con los trabajadores".

Pelo blanco y corbata, siempre de traje oscuro, es el creador de lo que él llama "telerrealidad". Con esa voz quebrada, como de hombre acostumbrado al silencio, explica el 'modelo Sálvame' con el sentimiento de culpa judeocristiano que impera en Italia y España: "Cuando somos felices, necesitamos ver sufrir. A los católicos nos encanta el dolor, la reconciliación, el perdón... y lo prohibido".

A través de esta entrevista, por mucha repregunta que haya, podrán ustedes conocer a un Silvio Berlusconi que parece Churchill, a un italiano que se desvivió por sus compatriotas. A un revolucionario que cambió la tele, la construcción, el fútbol y la política. Ese es el retrato que traza Vasile.

No esconde el juego de lealtades que lo condiciona: insiste en que todo lo que tiene se lo debe a Berlusconi y reconoce sin remilgos que entregó su vida a Il Cavaliere. Cuando se le pregunta por el retrato estándar, ése auspiciado por Sorrentino en su película, el de un Berlusconi despiadado y mujeriego, contesta Vasile: "La izquierda intelectual, por llamarla de alguna manera, siente que debe hablar mal de Berlusconi para que la consideren culta".

Esta entrevista nace de una deuda religiosa que une al entrevistado con Berlusconi. Ése es el motivo que le ha llevado a aceptarla: defender a su valedor en un país donde la gran mayoría de editoriales lo ha descrito como "fundador del populismo moderno". Pide centrar la entrevista en su jefe, pero a través de Berlusconi hablaremos de más cosas: la televisión, las masas, el poder, la política... el ser humano.

¿Pudo despedirse?

No. Estos últimos días, Berlusconi estaba muy enfermo, muy rodeado de quienes le cuidaban. Ni me lo planteé. Hay momentos en que uno debe quedarse al otro lado de la puerta.

¿Cuál fue la última conversación?

El día que me hicieron una fiesta sorpresa de despedida con motivo de mi marcha de Mediaset España. Me llamó esa noche, estando en la fiesta. Fue una charla muy afectuosa y amigable, como siempre.

Usted siempre dice que le gustaría “morir en un segundo”, y no morir poco a poco, enfermo durante días, semanas, años. ¿Lo ha conseguido Berlusconi?

Berlusconi ha vivido hasta el último segundo. A pesar de su enfermedad y sus complicaciones, no ha dejado de vivir. Ha sido un león hasta el final. No ha abandonado la vida; la vida le ha abandonado a él.

¿Hablaron de la muerte alguna vez?

Nunca hablamos de la muerte desde un punto de vista existencial. Pero sí de manera colateral. Porque estuvo muy presente en la muerte de mis padres y en la enfermedad y muerte de mi hermana. Berlusconi no hablaba de la muerte, pero era muy consciente del dolor que la muerte genera. No sólo en sí mismo, sino en los demás. Daba peso e importancia a la muerte del otro.

¿Creía en Dios?

Es muy difícil hablar de la fe de otro. No debe hacerse si no se conoce con seguridad. Lo que sí puedo decirle es que la manera de ver las cosas de Berlusconi era profundamente católica. La fe es mucho más personal que el partido al que se vota. Berlusconi era católico desde un punto de vista cultural, pero no puedo ir más allá.

Berlusconi trataba de encarnar el arquetipo de hombre viril, exitoso, carismático y seguro de sí mismo. ¿Le confesó algún miedo?

Francamente, no. Un jefe no habla del miedo con sus subordinados. Mi sensación es que Berlusconi sí tenía en cuenta el miedo, pero entendido como un peligro que debía superar. Su máxima era la certeza de la voluntad. Eso nos transmitía a quienes estábamos cerca: “Si te dedicas a una cosa, la consigues”. Si te planteas así las cosas, no te da tiempo a pensar en el miedo. Le contaré algo.

Diga.

Un día, siendo él presidente del Gobierno, me invitó a Palacio. Tomamos el aperitivo. Nada alcohólico, ¿eh?

¿Por qué lo especifica? ¿Los aperitivos solían ser alcohólicos con Berlusconi?

No, no –suelta una carcajada–. Había patatas fritas. Estábamos hablando y le transmití una preocupación. Me dijo: “Mañana me ocupo yo”. ¡Era el jefe del gobierno de Italia! ¡Y le estaba hablando de una cosa que no tenía siquiera una gran importancia para mí!

Cuando se lo hice saber, me contestó algo que se me quedó grabado: “Paolo, si tienes que pedir algo, pídeselo a alguien que esté muy ocupado. Si se lo pides a alguien que tiene tiempo, se distraerá y no lo hará”. Aquel aperitivo también me enseñó a no ningunear los problemas de los demás. Es importante para mí porque es importante para ti.

Suele decirse que en España enterramos muy bien. ¿Qué tal se entierra en Italia? Habrá leído los periódicos, visto la tele y escuchado la radio.

A Berlusconi se le ha enterrado muy bien. Incluso ahora que no da miedo se le ha reconocido la transformación de los sectores donde trabajó: la construcción, la tele, la política y el fútbol. Eso es innegable, aunque no te guste el Milan, Forza Italia o Mediaset.

Se ha hablado mucho de su amistad con Putin. ¿Cómo la explica?

Prefiero no entrar, no tengo suficiente conocimiento sobre eso.

Me ha dado a entender que el respeto que se tiene a Berlusconi se debe al miedo.

Los gigantes siempre dan miedo a las personas normales. La grandeza de Berlusconi daba miedo en el mundo editorial, en la tele, en la política… Daba miedo porque ocupaba muchos espacios. Pero cuando uno deja de vivir, deja también de poder sacar los conejos de la chistera.

Tendría que ser al revés, ¿no? Si ya no da miedo, algunos que antes no se atrevían podrían atreverse ahora. ¿Cómo de fuerte era el poder que tenía Berlusconi al morir? O dicho de otra manera: ¿cuánta gente se está jugando el empleo escribiendo su obituario?

Ahora que Berlusconi no está, los que antes no querían reconocer su grandeza pueden decir lo que piensan. Usted me preguntaba si se le ha enterrado bien. Y la respuesta es sí… pudiéndose hablar libremente. Nadie tiene por qué ser hoy un hipócrita.

Amar hoy a Berlusconi es políticamente incorrecto.

Conozco muy poca gente más políticamente incorrecta que yo.

Por eso quería provocarle.

Lo políticamente correcto me da náuseas. No es cosa de hoy. Siempre he reconocido el amor que siento por Berlusconi. Todo lo que tengo se lo debo a él. Es verdad que también le he dado todo lo que tenía: todo mi tiempo, toda mi energía, todo mi trabajo. Pero, joder, seamos claros: Berlusconi habría sido Berlusconi sin Vasile. Pero Vasile no habría sido Vasile sin Berlusconi. Esto no es políticamente correcto o incorrecto, es la realidad. Tenía 29 años cuando empecé a trabajar con él.

¿Cómo lo conoció?

A través de un guionista con el que yo había trabajado. Berlusconi estaba en Milán. Le dijo a este guionista que quería producir también en Roma. Yo no lo veía nada claro, pero mi mujer me animó. Construimos el Centro Palatino en Roma. Berlusconi venía una vez por semana. Se pasaba a vernos por la noche. A las doce, íbamos al quiosco a por los periódicos. Así estuvimos durante años.

En España, usted lo sabe, el retrato estándar de Berlusconi es parecido al de la película de Paolo Sorrentino: un hombre inteligente, sin escrúpulos, capaz de todo por el dinero y el poder, tremendamente mujeriego. ¿Esa es también su imagen predominante en Italia?

No me gusta ver esas películas. En Italia, hay todo un mundo de intelectuales de izquierdas que se sienten mejores que nosotros. Digo “la izquierda intelectual” por decir algo… Porque muchos de ellos no han leído ni los diarios de Anna Frank. Para quedar bien, hay que hablar mal de Berlusconi. Funcionan en virtud de este tópico: “No te tratarán como alguien culto si no hablas mal de Berlusconi”. Yo he conocido a Berlusconi muy de cerca: no se trata de una persona sin escrúpulos. Fue una persona de una humanidad enorme.

Llevamos meses escuchando que Mediaset, tras la salida de Paolo Vasile, afronta una nueva etapa. Se dice que la cancelación de 'Sálvame' es sólo la punta del iceberg. ¿Cómo va a influir la muerte de Berlusconi en la televisión española?

No creo que la muerte de Berlusconi tenga influencia en ese sentido. Desde que entró en política, se mantuvo al margen. No va a influir.

Explíqueme la diferencia entre telerrealidad y telebasura.

No se trata de defenderme a mí o a Berlusconi, sino a los espectadores. Llamar “telebasura” a algo que a la gente le gusta es ofender al público. No es educado hablar de “telebasura”. Es muy ofensivo hablar de “basura” cuando consiste en algo a lo que la gente dedica tanto tiempo. Yo nunca me he ofendido al escucharlo. Me parece una gran estupidez. Sólo hay dos clases de televisión: la que la gente ve y la que la gente no ve.

A la izquierda no le gusta la multitud. No la quiere, la utiliza. Una característica muy llamativa de Berlusconi era la contraria: le encantaban las personas. No sólo las personas de su nivel, sino toda la gente. Independientemente de su clase, cultura, nacionalidad o religión.

¿Existe el modelo 'Sálvame' en algún otro lugar del mundo?

Ha sido un movimiento popular. Se revisará en el futuro. Suele pasar: algunas cosas son minusvaloradas en el presente y adquieren importancia con el tiempo. Todos los fenómenos de masas tienen un motivo. A los intelectuales, en directo, se les suele escapar ese motivo. Piensan: “Una cosa, para que sea buena, no se tiene que entender”. Y como esto se entendía… “es basura”.

¿Cree que Mediaset se arrepentirá de acabar con él? Creo intuir eso en sus palabras.

No tengo ni la más remota idea. Tras cuarenta años de trabajo en Mediaset España, decidí marcharme. No sé lo que está pasando. De España, ya sólo sigo la política. No sé nada de audiencias. Dejé de ver los datos el 1 de enero.

¿Por qué nos interesa lo que le pasa a Belén Esteban? Esa es la clave antropológica de todo esto.

Yo intenté frenar desde el principio eso de “Vasile, el antropólogo”. Sobre todo por los antropólogos de verdad. Sólo hice algunos exámenes. Luego, es verdad, hacer televisión es como asistir a clases de antropología todos los días. Pero abusar de un título que no se tiene es un delito: yo no soy antropólogo. Sin embargo, he dedicado toda mi vida a estudiar a los hombres. Primero con la música y el cine, luego con los cuarenta años de televisión.

Suele escoger como explicación ese sentimiento judeocristiano de la culpa para explicar el 'modelo Sálvame': cuando somos felices, necesitamos llorar.

Sí, es indudable. Nuestros países, España e Italia, tienen una raíz cultural y religiosa común: el catolicismo. Aunque nuestros caminos se separaron. La iglesia italiana es muy diferente de la iglesia española. Basta con ver las catedrales. Por otro lado, la historia reciente de España ha marcado una diferencia muy fuerte entre los católicos y los no católicos. Eso que usted me recordaba no es una opinión, sino una observación contrastada. A las personas de cultura católica nos gusta el sufrimiento, el perdón y lo prohibido.

Existe una paradoja interesante: en una televisión liderada por un político, Berlusconi, apenas se hace política. En Mediaset España hay muchos menos programas políticos que en su principal competidor, Atresmedia. ¿Es una cuestión de pudor o de convicción?

La política interesa mucho a los políticos y a quienes viven de hablar de los políticos. Pero a la gente no le interesa tanto. De lo que estoy seguro es de que a la gente no le interesa la política todo el año. Es un interés puntual, que aparece, por ejemplo, con las elecciones o con grandes cambios. La gente se apasiona con la competición, el conflicto, el amor, el odio… Cuando la política es eso, interesa. Pero no se debe institucionalizar el aburrimiento.

En mi opinión, la televisión debe hablar de política cuando es importante, no todo el tiempo. Ahora, en España, sí es un momento interesante para la política. Y lo sigo. Veo con interés lo que está pasando en la izquierda, en el PSOE…

¿Y qué hay de la derecha? Recuerdo esas notas de Berlusconi que captó la prensa. Hablaba de Giorgia Meloni como una persona “arrogante”, “prepotente” y “ofensiva”. Pero finalmente llegaron a un acuerdo de gobierno.

Creo que Berlusconi, al conocer más de cerca a Meloni, cambió de opinión. Y cambiar de perspectiva es inteligente. ¿Cómo vas a pensar lo mismo de una persona cuando no la conoces que cuando la conoces? Las personas de inmenso éxito como Berlusconi deben saber gestionar el acierto, pero también el error.

Hablemos del capítulo de sus errores. El soborno, la condena por fraude fiscal… ¿Supo gestionar esos "errores"?

Lo vivió como una injusticia, y no como un error. La historia es mucho más compleja de lo que parece. El asalto judicial que sufrió Berlusconi no tiene precedentes. Espero que a nadie vuelva a pasarle en el futuro. En cualquier caso, salió inocente de casi todo.

Berlusconi ya era muy mayor cuando dejó la presidencia de Italia por tercera vez. Fue incapaz de desprenderse del poder. Imagino que sabe de lo que le hablo porque usted afronta ahora, a otra escala, la misma situación: acaba de dejar el liderazgo de Mediaset España.

Los amigos y los enemigos de Berlusconi han entendido su fuerza. No es que Berlusconi abandonara el poder cuando el poder lo abandonó a él; se trata de algo mucho más profundo: Berlusconi llegó a convertirse en el referente de una manera de hacer política. Y de eso no te puedes escapar.