El líder de Jarcha sigue con libertad y sin ira: "La España vaciada está cabreada con PP y PSOE"
"PP y PSOE ni han hecho ni harán nada contra la despoblación. Y no tendrían problema en gobernar con un 70% de abstención" / "Yo sí quise 'Libertad sin ira', pero había compañeros del grupo que no. Estaban en la extrema izquierda" / "El PSOE de Felipe nos ponía un cheque en blanco para cantar en su campaña. Pero Jarcha no debía pertenecer a ninguna sigla".
22 mayo, 2023 03:30Cuando tiene que probar el micro, el entrevistado recita a Lorca, a Miguel Hernández, a Alberti… Engañándolo, como si no funcionase, le decimos que pruebe más. “A ver si se oye ahora”. Y él sigue con sus versos, con su voz grave. No lo hace de forma impostada, los lleva cantando toda la vida.
Ángel Corpa (Barajas de Melo, 1952) es un ermitaño que habita este pueblecito conquense de apenas novecientos habitantes. Con sus libros de poesía, con su cerámica de colores.
Pero hubo un día, no hace tanto, en que este candidato de la España Vaciada a las elecciones del 28-M tenía barba, veintitantos años y era una estrella de la canción. Fundó y lideró Jarcha. Cantó Libertad sin ira, una descarga eléctrica para la conciencia del país. Arrasaron en Francia, Alemania, Holanda, Latinoamérica...
Entre una y otra aventura –la de la libertad conquistada y ésta de las elecciones autonómicas– han transcurrido casi cuarenta años de silencio. Y esa es la pregunta que hemos venido a tratar de responder: qué ha pasado para que un hombre que decidió retirarse en una torre de marfil haya aceptado encabezar una lista electoral. Qué ha pasado para que un hombre exiliado en su estudio de madera se haya lanzado con el coche a los campos de Castilla.
Un resumen de lo que va a venir podría ser este: Corpa está hasta las narices de la “mierda” –la palabra es literal– que aparece en la televisión cuando la enciende. Una “mierda” que distribuyen, básicamente, PSOE y PP. Esta palabra suena todavía peor en la boca del juglar. La mierda.
Cuando se vino a vivir al pueblo, Corpa diagnosticó en los dos grandes partidos una especie de pacto no escrito para “repartirse el poder” y practicar el despotismo ilustrado en el mundo rural: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Cree que la manera de dar vida a todos estos territorios es dar un paso al frente y buscar el “cambio”.
Dice que lo más preciado que ha encontrado en este lugar es el silencio. Asegura que aquí puede tirarse un año y medio con un verso. Visto aquí, por escrito, parece una afirmación presuntuosa, pero hay que escucharlo. Mirarlo mientras lo dice. El gesto, los ojos. Entonces, uno traga saliva. Porque la voz de Corpa –la voz festiva de Libertad sin ira– es hoy una voz grave que quiebra el sosiego de Barajas de Melo. “¿Saben? En invierno, el silencio aquí es todavía más espeso”.
El artista regresó a su casa natal en 2009, cuando su madre estaba a punto de fallecer. No ha vuelto a salir. Aquí morirá. Pero antes disfruta de su último viaje, que ha descubierto como “el más verdadero”. Porque “uno abre las siete llaves y deja salir la bestia que lleva dentro”; "se atreve a conocerla".
Corpa acepta una entrevista en dos actos. El primero va a ser prologado por las míticas estrofas de Jarcha. El segundo, por el himno que ha compuesto para su partido, la matriz España Vaciada. En ambas partes, viajaremos del pasado al presente; y al revés.
Está sentado en el sillón. Guitarra española. La letra impresa en un papel, por si acaso. Empieza a tocar. No es una interpretación de circunstancias, realizada para un periódico que viene a entrevistarle con motivo de una campaña electoral.
Corpa elige el fragmento que habla de “así no hay gobierno que gobierne nada” y de toda esa gente que “tan sólo pide vivir su vida, sin más mentiras y en paz”. Ha elegido –no hay casualidad en esto– el fragmento que mejor se mimetiza con el mañana. No ha querido empezar hablando de la guerra: “Dicen los viejos que en este país hubo una guerra”.
Corpa es un hombre de conversación fácil, cálida. Se ocupa de que no nazcan los silencios incómodos. Pero cuando termina de tocar, calla. Guarda silencio, visiblemente emocionado.
–¿Qué siente?
–Soy incapaz de cantar sin emociones. Cada vez que la canto, hay un elemento que cambia: el público. No sé cómo, pero uno percibe perfectamente la circunstancia del oyente [se refiere a nuestra juventud, al interés por lo no vivido]. En función de eso, la interpretación sale de una manera o de otra.
–Teníamos reparo en pedirle que cantara Libertad sin ira porque pensábamos que, quizá, estuviera hasta el gorro de hacerlo.
–Nunca me he cansado de cantar esta canción. Porque es mucho más que una canción. La pusimos en el viento en 1976. Pronto fue una bandera donde ondearon las libertades que buscaba la gente. No conozco nada más bonito para un artista que ver cómo una de sus canciones trasciende y anida en el corazón de un pueblo.
Muy pocos recuerdan hoy –nosotros no teníamos ni puñetera idea– que Libertad sin ira nació como anuncio publicitario. En concreto, de Diario 16, un periódico alumbrado en la estela de la libertad que había marcado la revista Cambio 16.
Cuenta Corpa que su amigo Pablo Herrero –compositor de los grandes éxitos de Nino Bravo– llamó a los miembros de Jarcha y les enseñó el tema. Los quería a ellos, que estaban de moda y ya llenaban sus conciertos. Ellos eran siete chavales que habían formado su conjunto en un colegio menor de Huelva.
Sintonizaban con ese mensaje de libertad. Musicaban los versos de Miguel Hernández, Blas de Otero o Bertolt Brecht. Jarcha llevaba el nombre de las composiciones líricas árabes. Los siete jóvenes –Corpa y sus amigos– soñaban con ser los juglares de un tiempo nuevo. Una especie de resurrección de la barraca lorquiana, que consistía en llevar la cultura a los pueblos.
En esto también hay una conexión con la España Vaciada, un partido que promueve lo mismo, pero con un cambio verbal. Ya no es “llevar” la cultura a los pueblos, sino “devolvérsela”.
–Aceptaron la propuesta.
–Sí, pero no fue una cosa sencilla, ¿eh? En esa época, nos la cogíamos con papel de fumar. En Jarcha éramos lo más purista que ustedes puedan imaginar.
–¿En qué sentido?
–Le buscábamos los tres pies al gato... ¡a todo! Era un purismo exacerbado. Digo que éramos puros en el sentido de lo ingenuo. No teníamos dobleces. Éramos muy jóvenes. Nos creíamos de veras que, cantando, hacíamos un servicio a la sociedad.
–Y de repente llegó el capital, la tentación del dinero.
–Estuvimos tres o cuatro días discutiendo. Una parte del grupo decía que no debíamos hacer publicidad. En la otra sosteníamos: “Oye, no es lo mismo anunciar fregonas que un periódico”. Triunfó nuestra tesis y grabamos la canción.
La censura
Pasaron, como dice Corpa, “muchas cosas”. La primera… la censura. En cuanto se puso en circulación, el gobierno predemocrático –ya había muerto Franco, pero todavía no había llegado la democracia– la prohibió. Se montó el escándalo.
A las “dos semanas”, Televisión Española llamó a Jarcha. Querían que la cantaran en directo para “demostrar al público” que la censura no había sido buscada, sino “un error burocrático”: “Cantamos en la tele y se nos fue de las manos”.
Se le fue de las manos a Jarcha, pero también a los directivos del Grupo 16. Ya en esa época, se olvidó el origen de la melodía. Era un estribillo que estaba en la calle: en los bares, en las sedes de los partidos, en la radio, en las manifestaciones, en las casas de los españoles.
El éxito de Libertad sin ira resultó transversal, pero Jarcha también sufrió el acoso de esa parte de la sociedad llamada “búnker”. En alguna ocasión, “los de Fuerza Nueva” pincharon las ruedas de los coches del grupo y la emprendieron “a empujones”.
En contra de lo que pudiera parecer, el éxito de Jarcha entrañó una cercanía por parte de esa oposición que gritaba “libertad”, pero también la crítica de lo que Corpa llama “las élites de la izquierda”.
–¿Qué pasó?
–Cuando tuvimos éxito, nos dejaron de lado. Nos decían que nos habíamos vendido al capital. Nunca olvidaré una crítica en la portada de El País que firmó Moncho Alpuente. Decía que parecíamos un apéndice de los coros y danzas de la Sección Femenina. Conocía nuestro repertorio, los poetas que musicábamos. Había que tener muy mala idea para escribir algo así.
(...)
En este presente tan neurótico, suele confundirse “antifranquismo” con “democracia”. Para lograr lo segundo, hace falta ser lo primero. Pero siendo lo primero no se tiene por qué alcanzar lo segundo.
Numerosas organizaciones de la oposición al régimen soñaban con derribar a Franco, pero también con sustituirlo por un régimen totalitario de izquierdas. De hecho, dentro de Jarcha existía esa diversidad.
–¿Usted realmente quería “libertad sin ira”? Hemos leído que algunos miembros del grupo confesaron muchas décadas después que ellos, entonces, querían “libertad con ira”.
–Yo sí participé de esa “libertad sin ira”. Dos compañeros del grupo pertenecían a grupos de extrema izquierda. Tiraban muy fuerte en esa dirección. Les decía que no quería que el grupo fuese un activo político de unas siglas.
–¿Por qué tuvo claro siendo tan joven lo de la “libertad sin ira”? La ruptura tuvo muchísimos partidarios entre los que tenían su edad.
–Viví varios sucesos violentos. Dos de ellos con muertos de por medio. Ambos en el País Vasco. Uno en Santurce, durante una sardinada. El otro en Vitoria. Los famosos sucesos de Vitoria. Hubo manifestaciones, revueltas. Cerraron la ciudad a cal y canto. Murieron cinco personas. Cuando sientes las ráfagas de fusilería encima de la cabeza… Se te ponen las piernas temblonas. Tomas conciencia del momento. En mi caso, tener una percepción tan cercana de la violencia me alejó de las posiciones rupturistas.
–Bueno, en cualquier caso, ¡menos mal que Jarcha aceptó la oferta y cantó la canción!
–Sí. Pero después afrontamos un debate mucho más comprometedor.
–¿Cuál?
–En las primeras elecciones [había pasado un año desde Libertad sin ira], el PSOE de Felipe González nos puso un cheque en blanco sobre la mesa para que fuéramos a cantar a sus escenarios de campaña. Nos dolió mucho la cabeza.
–Dijeron que no.
–Poco después de que nos lanzaran la oferta, nos encontramos con Alberto Cortez [tiene un Grammy latino y una medalla de oro al mérito de Bellas Artes] en una gala que organizaba Luis del Olmo en Roda de Barà [Tarragona]. A él le había ofrecido lo mismo Adolfo Suárez. Me dijo: “Ángel, he dicho que no. Somos herederos de los juglares que van de aldea en aldea. Libres de ataduras, no respondemos ante nadie. Yo me siento así”. Me convenció.
–¿Intentaron fichar a Jarcha otros partidos?
–Creo que también el PCE. No recuerdo si hicieron algo con ellos, mi memoria no es fiable. Pero no ocurrió mientras yo estuve en el grupo. Lo dejé en 1997.
En determinados sectores de la sociedad, empieza a cundir esta opinión: “En los setenta, había más libertad que hoy”. A Ángel Corpa, como es lógico, le entra la risa. Sin embargo, pone el gesto serio cuando se le menciona el galope de lo “políticamente correcto”. Esa proliferación de manuales y códigos de conducta que encorsetan el debate. Por fortuna, y aun así, somos mucho más libres que en los setenta.
–Lo tiene claro.
–Sí.
–¿Siente, sin embargo, que estamos entrando en un periodo de regresión de libertades en el discurso público?
–Creo que hay más cobardía. Andar con discursos políticamente incorrectos te trae problemas. La gente no quiere afrontar problemas. Y menos dar la vida por uno de ellos si fuera necesario. Es como un conformarse. “Esto toca y esto hacemos”.
Corpa, que tiene una guitarra en la mano, mira por la ventana. Habla de la sociedad. Relata como si describiera lo que va viendo, que en realidad es un cielo entre el blanco y el gris: “La cultura está desapareciendo de nuestras vidas. Se oferta entretenimiento. Y el entretenimiento es embrutecedor. Una sociedad embrutecida jamás será valiente”.
Estamos de suerte. Aunque ya no hay que probar el micrófono, el líder de Jarcha comienza a recitar de nuevo a Miguel Hernández: “Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran”.
En aquel poema, Hernández dibujó, a grandes rasgos, dos tipos de “pueblo”. Uno de bueyes: manso, en calma, domesticado. Otro de leones y toros, con el orgullo en la zarpa y en el asta. La España de “libertad sin ira” –razona Corpa– era la de los leones y los toros. La de hoy, “embrutecida por su falta de cultura”, es la de los bueyes: “En lugar de afrontar la realidad, huimos. El miedo tiene muchas contraindicaciones. Este pueblo es cada vez más miedoso”.
–Ya que estamos volviendo la vista al pasado, ¿qué le parece la Ley de Memoria?
–No me gusta el uso partidista que se hace de la memoria. Sí estoy de acuerdo con que se pongan facilidades y se ayude a quienes quieren encontrar a sus muertos. Yo no soy de adorar a mis muertos. Me llevo bien con los míos, pero no forman parte de mi presente. Quizá porque no tengo un pensamiento muy católico. Entiendo a quien lo necesita y tienen todo el derecho. Desenterrar a alguien de una cuneta no es remover el pasado.
–Lo que pasa es que eso queda en segundo plano y, cuando se habla de memoria, ese no es el asunto principal.
–Las historias del pasado son utilizadas por unos y otros para la refriega. Las meten en la batidora, que produce una mierda fantástica. Para cuando te das cuenta, te han puesto de mierda hasta arriba.
Igual que el sol que había en el momento de nuestra llegada, Libertad sin ira se fue disolviendo en la democracia. Fue la paradoja de aquella canción: la libertad que buscaba fue la misma que la disolvió.
Estuvo guardada en un cajón hasta 1997. El asesinato de Miguel Ángel Blanco la trajo de vuelta a las calles. De forma espontánea, los manifestantes que inundaron las calles hicieron de ella su himno.
–Fue terrible, pero emocionante.
–Sí, fue muy emocionante… Las canciones imprimen fuerza y cohesión. La música está muy presente en el devenir de la Historia. Cuando ETA secuestró y asesinó a Blanco, la gente contestó con esa canción. La melodía recorrió esta vieja piel de toro, de norte a sur y de este a oeste.
–Bildu está hoy en el centro del debate por presentar más de cuarenta terroristas en sus listas para el 28-M. ¿Qué pensó?
–Lo primero que pensé fue: ¿no hay gente suficiente en el País Vasco sin ese pasado y que pueda abanderar esa causa? ¡Seguro que los hay y muchos! Supongo que es una estrategia de Bildu para tensar, para fidelizar a los más radicales, no lo sé… A mí no me hace ninguna gracia. Dicho esto: si Bildu está en el Parlamento es porque la ley lo faculta.
–No es un debate legal, sino moral. La política no es sólo derecho.
–Obviamente. Pero es importante tener claro cuál es el terreno de juego. A partir de ahí entran las estrategias partidistas, las especulaciones y la mierda. Hoy, utilizan cualquier cosa [habla de PP y PSOE fundamentalmente] para meternos el dedo en el ojo. Una de las cosas que más me gusta de la candidatura que encabezo es que pretendemos tener una voz limpia: sin mentir, sin insultar, sin gritar.
–La izquierda, de la que usted proviene, tardó en reaccionar. El PSOE evitó criticarlo y sólo lo hizo cuando salió el PNV. ¿Qué sensación tiene?
–Creo que en los dos grandes partidos siempre priman las posturas tacticistas, que no responden a lo que realmente sienten, sino a lo que les puede reportar rentabilidad política.
–Los pactos con Bildu.
–Efectivamente. Ese punto de desvergüenza, ese tacticismo, esa mierda, me hace salir corriendo y apagar la tele. Creo que a ellos les va bien que la gente se dé la vuelta y gobiernen solos. No tendrían problema en gobernar plácidamente con un 70% de abstención.
–La última sobre la canción: a usted le molestó que Vox la utilizara en una manifestación contra Sánchez. ¿Por qué?
–Las canciones, cuando dejan de pertenecerte, pasan a ser propiedad del pueblo. El hecho de que a mí me guste o me deje de gustar es anecdótico. Pero sobre su pregunta: no me gusta que quien estuvo en contra de esa canción cuando nació la reivindique ahora.
–¿Quién estuvo en contra?
–Alianza Popular, Fuerza Nueva y los extremos de la izquierda. La ORT, los leninistas y el PCE durante mucho tiempo.
–Considera a Vox “heredero de Fuerza Nueva”.
–Es algo evidente: Vox es heredero de Fuerza Nueva. No me gusta la apropiación que se hace de los símbolos de todos.
Segundo acto
Corpa vuelve a colocar la guitarra en posición. Se dispone a cantar el himno de la España Vaciada. Él es candidato por +Cuenca Ahora, pero la matriz nacional ha hecho del tema un himno para todas las provincias.
Una vez dejó Jarcha, Corpa se ha dedicado a poner música a la poesía. Cuando hemos subido a hacer las fotos a la azotea, hemos podido asomarnos a su estudio. Una habitación de madera con guitarras colgadas en la pared. También un teclado. En el atril, unos versos de Rubén Darío.
Además del nicaragüense, Corpa ha dado voz a Neruda, Alberti, Hernández, Brecht… Tiene un disco en el cajón (¡A la busca de productor! ¡Aviso a navegantes!) sobre los Sonetos del amor oscuro, de Lorca. “Ahí se reúne lo fundamental de la copla popular española”, dice.
En contra de lo que pudiera parecer, Corpa no ha publicado poesía. Sólo la lee. Alguna que otra vez la ha escrito, pero no la da a conocer. Reitera que “poeta” es una palabra que le da vértigo, con la que no se atreve.
De hecho, llevaba treinta años sin escribir. “Soy un letrista mediocre”, insiste. Hasta que sus actuales compañeros de partido le pidieron una canción. Juzguen ustedes sobre la “mediocridad” de Corpa. Estos son algunos de los versos que está a punto de cantar.
“Ahora, la ciudad que gota a gota esculpió el agua en el medio de los pinos sale a buscarte porque tiene el alma rota, porque no camina nadie sus caminos. Sale a buscarte con el alma rota, porque en tus manos busca su destino. Es el tiempo de la sementera, el mañana vamos a sembrar porque suenan ya los vientos nuevos anunciando la prosperidad. Con los jóvenes vendrá la vida. Con la vida, un nuevo despertar… desgarrando las tinieblas de la libertad”.
[Corpa aclara que "la ciudad que gota a gota esculpió el aguau en el medio de los pinos" es un verso de Lorca. Lo demás pertenece a su cosecha]
–Esta aventura política comenzó con una macrogranja de cerdos.
–Vivía aquí en el pueblo, divinamente. Tuvimos noticia de que querían instalar una macrogranja. Estudiamos las consecuencias: era una bomba para la ecología. Nos echamos las manos a la cabeza. Montamos una asociación de vecinos, nos rascamos el bolsillo. Contratamos un abogado y conseguimos paralizarlo en los juzgados.
–Pero...
–Pero me contaron que iba a celebrarse un pleno en el Ayuntamiento donde se iba a debatir la concesión de la licencia a la macrogranja. Fui a verlo. El único en el público. Aquí no se entera nadie de cuando hay un pleno, es como si lo hicieran en secreto. Los políticos no quieren que la gente participe. Todos los concejales votaron a favor. PSOE y PP.
–Ese fue el empujón que necesitaba.
–La granja no se hizo pese a aquella votación por estar el tema paralizado en el juzgado. Quisimos montar un partido para concurrir a las municipales. No encontramos personas suficientes para formar la agrupación de electores. Fue cuando se cruzó en nuestro camino la marca de la España Vaciada, que nos prestó su infraestructura.
–¿Qué es este partido?
–No hay color político. No hay jefes ni en Toledo ni en Madrid. Nuestro jefe es el pueblo de Cuenca. Las decisiones se toman aquí. La marca nacional, digamos, España Vaciada, nos da esa autonomía. Eso nos gusta mucho.
–Y le pidieron una canción.
–Empecé a darle vueltas. Llegué a casa el mismo día que me lo pidieron y me puse con la guitarra. Salió con mucha fluidez. Dejé que reposara. Las canciones hay que dejarlas que se enfríen. Una canción recién parida siempre es buenísima. Pero cuando se enfrían… Tiempo después retomé, amasé y arreglé. Les encantó.
–Ya sabe que los periodistas tenemos una obsesión por etiquetarlo todo. ¿Dónde metemos a este partido de la España Vaciada? ¿Derecha? ¿Izquierda?
–Es un partido transversal. Hay gente que viene por cabreo con el PP y otra que viene por cabreo con el PSOE. No pierdo tiempo en calificar. Ya hay mucho sesudo que se dedica a eso [¡nos ha llamado “sesudos”!]
–Pero sabe usted que, si son decisivos, tendrán que decidir si dan el gobierno al PSOE o al PP. ¿Qué preferiría? [Aquí lo normal es que un político no conteste, pero…]
–Soy un hombre con un pensamiento de izquierdas. Pero me he ido moderando con el tiempo. Hay cosas que me siguen encendiendo la sangre, pero trato de no perder los papeles. Porque perder los papeles es perder la razón. Estoy en un momento de serenidad.
–PSOE o PP.
–Aquí no ha gobernado nadie que no haya sido PSOE o PP. Pactaremos con el partido que más se comprometa a cumplir nuestros propósitos. Pero si ellos siguen pilotando la nave en solitario, las cosas no cambiarán. Lo tenemos clarísimo.
–¿Cuáles son las claves de su programa?
–La despoblación es el problema más gordo que tenemos. Desde que comenzó la Democracia, la provincia de Cuenca ha perdido 50.000 personas. Tenemos dos grandes pantanos de agua. El de Alarcón sirve a Valencia. No sacamos rédito. Ni tenemos agua ni lo que el agua podría darnos. La riqueza se va fuera. Teníamos un tren que vertebraba la provincia y unía Madrid con Valencia pasando por Cuenca.
–Existe el AVE a Cuenca.
–Pero no pasa por los 27 pueblos que pasa el otro tren. No para siquiera en Tarancón. Nuestro programa consiste en revertir todas las causas que conducen a la despoblación: el agua, el tren, la industria, la sanidad, los servicios… En Soria o Teruel la problemática es similar.
–Volvió a este pueblo para acompañar a su madre en sus últimos días… y se quedó. Ahora que ella no está, ¿ha vuelto a encontrar aquí un sentido?
–Leí al profesor José Luis Sampedro. Escribió que el último viaje es el más bonito, el más introspectivo. Un reto fantástico. Sé que me queda menos para morirme, pero voy a tratar de alargar la vida todo lo posible. Cuando mi madre murió, yo ya estaba instalado en esta casa. La hice yo. La miro y me gusta lo que veo. Tengo tiempo y silencio. ¿Saben una cosa?
–Diga.
–Necesito el silencio como el comer. Miren, dejemos de hablar un segundo [nos callamos, apenas se oye el rumor de los pájaros]. Esto es mágico. Leo, reflexiono, crezco. Me siento bien.