Tiene su aquel que se publique hoy, en pleno auge de lo políticamente correcto, la biografía de un hombre adicto al juego, a los duelos a primera sangre, a la conquista de las mujeres y a casi todo lo oscuro. Y que lo haga FAES, la fundación que pilota José María Aznar.
A muchos de los autores que exhiben una vida privada similar a la que llevaba Benjamin Constant (1767-1830) se les amenaza hoy con la cancelación. Y, como decía Javier Marías, ¿qué importan los andares del cocinero si el plato es sensacional?
Ya en vida, Constant fue lanceado por sus adversarios debido a este motivo. Quienes querían desprestigiar sus teorías políticas a ojos de la sociedad encontraban un camino más rentable, por ejemplo, en la hija no reconocida que el escritor tuvo con Madame de Staël.
Pero, ¿qué tiene Constant para que Aznar haya querido rescatarlo hoy? La colección de biografías de FAES no esconde en su catálogo que se trata de "contenido político"; es decir, de libros que, en cierto modo, hacen política.
Benjamin Constant. Teórico y político liberal (Gota a Gota, 2022), escrita por Ángel Rivero, es de hecho la primera biografía en español que se publica sobre este pensador. Y resulta sorprendente porque Constant fue, en el siglo XIX, uno de los referentes más claros del liberalismo patrio. Fue un diputado del trienio liberal, Marcial Antonio López, quien tradujo sus obras por vez primera.
Hay en los escritos de Constant irreprimibles paralelismos con el presente. Tienen que ver con el parlamentarismo, las libertades individuales o la monarquía constitucional. Tres pilares de nuestro sistema vigentes, pero mucho más cuestionados que hace veinte, treinta y cuarenta años. Lo explica en una entrevista con este diario el autor del libro, Ángel Rivero, doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid y profesor de Teoría Política.
La primera, a bocajarro.
–¿Por qué Aznar ha elegido a Constant en un momento como este?
–Constant hizo una defensa de la monarquía parlamentaria en un momento complicado. Él venía de apoyar a la Revolución Francesa y a los republicanos, pero se dio cuenta de que la monarquía parlamentaria era el sistema que mejor garantizaba las libertades individuales. Hoy también vivimos un ambiente de extraño republicanismo y acoso a la monarquía. Y nuestro sistema en general ha decaído.
–¿A qué se refiere exactamente?
–Por ejemplo al ranking que publica The Economist sobre la salud de las democracias. Se da la paradoja de que diez de los veinte países más democráticos del mundo son... monarquías. España ha salido de ese ranking. Es un dato triste y revelador. La cuestión judicial ha sido determinante.
–Lo de la cancelación a causa de la vida privada no es nuevo. Constant lo padeció sobremanera.
–Sí. Sufría continuos ataques ad hominem. Primero, por su condición de nacido en Suiza. Lo llamaban "extranjero" e intentaban deslegitimarlo. Y se le dibujaba como una persona no respetable debido a su vida privada, efectivamente. Quizá por eso él fuera políticamente tan liberal, tan convencido de la importancia de un Estado de Derecho que protegiera la libertad individual.
–¿Y esas campañas de desprestigio surtieron efecto?
–Sí. Fue rechazado hasta tres veces por la Academia Francesa.
Constant es un escritor que se fue quedando sin defensores por su dificultad para asimilarlo a la izquierda o la derecha. Encaja mal con la dinámica de bloques. Un ejemplo paradigmático en España podría ser, aunque en un ambiente distinto, el de Manuel Chaves Nogales.
Harto de las arbitrariedades cometidas por la monarquía absoluta, Benjamin Constant se adhirió con entusiasmo a la Revolución de 1789. La concibió, según Rivero, como "el final de un tiempo oscuro, el del Antiguo Régimen".
Pero luego se desencantó del propósito revolucionario, el de "transferir la soberanía del monarca absoluto a un sujeto colectivo en cuyo nombre hablaban algunos". "Constant se percató de que ese sistema naciente fracasaba, como el anterior, en la protección de los derechos individuales", apunta Rivero.
Estas son palabras del propio Constant: “Durante cuarenta años he defendido el mismo principio, libertad en todo, en religión, en filosofía, en literatura, en industria, en política. Por libertad entiendo el triunfo de la individualidad tanto sobre la autoridad que quiere gobernar mediante el despotismo como sobre las masas que reclaman el derecho de someter a la minoría por la mayoría. El despotismo no tiene ningún derecho”.
En ese contexto, lo que le preocupaba a Constant no era tanto la forma, sino el fondo: "Realizar un orden político constitucional que pusiera fin a la Revolución, pero salvaguardando sus conquistas".
–¿Esto cómo se traduce?
–Constant es accidentalista. Lo que le importa no es la forma, sino el fondo; un gobierno limitado que proteja la libertad individual. Siempre dentro de la legalidad, del Estado de Derecho. Para muestra, un botón: sus modelos de inspiración fueron Gran Bretaña y Estados Unidos. Una monarquía y una república.
En su última entrevista con este diario, Aznar dio una respuesta algo constantiana. Preguntado por su condición de monárquico, explicaba que no lo era por ideología, sino por pragmatismo. Elegía la monarquía porque es hoy "la mejor manera de mantener la continuidad histórica de la nación".
Esto entronca con el siguiente razonamiento de Constant: “Un republicano ilustrado está mucho más dispuesto a convertirse en un monárquico constitucional de lo que lo está un partidario de la monarquía absoluta. Entre la monarquía constitucional y la monarquía absoluta, la diferencia está en el fondo”.
Cayetana Álvarez de Toledo, que trabajó para FAES, suele decir que la mejor manera hoy de defender los tradicionales valores republicanos en España pasa por apoyar la monarquía parlamentaria.
Rivero, en su libro, sostiene que los valores acuñados por Constant, en un inicio vinculados a la izquierda, son hoy más patrimonio de la derecha: "El desarrollo del Estado social tras la Segunda Guerra Mundial, liberal y democrático al tiempo, ha hecho que la derecha se defina por la libertad y la izquierda por la igualdad, haciendo de Constant y de Tocqueville figuras de la derecha".
–Sin embargo, ese auge del "autoritarismo" que usted detecta en la izquierda también se está produciendo en la derecha.
–Está teniendo lugar un deterioro general del discurso público. Cada día, la izquierda nos despierta con una nueva prohibición; esa obsesión de que la gente tenga las mismas ideas. Pero es verdad que estamos encontrando una reacción en el otro extremo parecida por su autoritarismo. Por eso es tan importante hoy la figura de Constant.
–Constant recibía ataques de la derecha y de la izquierda, ¿eso no lo hacía en cierto modo una figura centrista?
–Lo atacaba la derecha legitimista y reaccionaria, que buscaba la reversión de la Revolución. Pero lo atacaba con igual saña la izquierda jacobina que quería ir más allá mediante una revolución social ejecutada por una élite en nombre del pueblo.
–El centro.
–No exactamente. Constant colocaba en el mismo lado tanto a los defensores del absolutismo tradicional como a los defensores del absolutismo tumultuario. No es que él se coloque entre dos extremos, sino que sitúa a estos dos tipos en el mismo lado.
–No hemos hablado de Constant como fundador del parlamentarismo, de los grandes oradores de la época y de su respeto a la Cámara.
–Entonces, el Parlamento era una Cámara de resonancia donde se organizaba la vida política. No se veían estos ejércitos disciplinados de gente que vota lo que se les dice sin rechistar.
Por último, el libro de Ángel Rivero, la biografía de Constant, abre un debate literario muy interesante. ¿Qué debe hacerse con los papeles privados de un gran escritor? Dicho de otro modo: si ese gran escritor pide que parte de su obra jamás se revele, ¿debe ver la luz tiempo después de su muerte? En el caso de Constant, muchos de sus diarios privados fueron dados a la imprenta tras su fallecimiento. Lo decidieron así sus sobrinos, concluye Rivero.