Raúl Solís: "El 8-M de 2018 jubiló a todo el viejo feminismo como el 15-M jubiló a la vieja izquierda"
El periodista publica La batalla trans, una documentada crónica sobre la guerra que la Ley Trans ha provocado en el movimiento feminista: "Nadie que se diga de clase trabajadora puede estar en contra del movimiento trans".
9 noviembre, 2022 04:28El día que la Ley Trans pasó su primer examen en el Congreso de los Diputados la ministra Irene Montero respiró aliviada. Ya lo había hecho meses antes, cuando salió del Consejo de Ministros, y pronunció aquel recordado "por fin". Dos palabras que contenían años de batalla interna con el PSOE, con los letrados de la Cámara y con una parte del feminismo que se negaba a abrir los ojos. Por fin estaba tranquila, pero no fue la única.
Raúl Solís (Mérida, 1982) también respiró aliviado. La pugna por el poder en el seno del movimiento, entre las instituciones y en las mismas entrañas de los partidos políticos le sirve al escritor y periodista como arena de combate para su último libro, La batalla trans (Edicions Bellaterra). Un texto que no es de feminismo ni de transexualidad, sino de derechos humanos.
Para Solís, la guerra empezó un 8 de marzo de 2018, el día que cambió el paradigma del feminismo como ideología emancipatoria, pero también el día que hizo resurgir a los monstruos de la reacción antitrans. Esta crónica de los últimos años es la de las oprimidas que jubilan a los dinosaurios, las que se levantan y empujan la historia.
Estamos en un momento complicado para el movimiento trans, con pocas certezas. ¿Cómo observa el panorama?
Desolador, la verdad, se están dando debates que hace cuatro años nadie hubiera pensado; nadie hubiera dicho que la reacción antitrans fuera a surgir de dentro del propio PSOE. Es un movimiento que hay en toda Europa, pero que suele surgir de la derecha… muy derecha. Ni siquiera de los partidos liberales. En España la excepción ibérica es que el movimiento antitrans salga de un partido como el PSOE.
¿Cree que acabarán aprobando el proyecto de ley?
Espero que sí. Si no, el PSOE no podrá poner un pie en el Orgullo en su vida.
¿Qué ocurrió el 8-M de 2018 para que todas las voces fuesen a una? ¿Qué ha cambiado?
En realidad no hubo la unidad que pensamos. Lo que ocurrió es que hubo un desborde popular que superó a las propias organizaciones políticas y a las propias entidades feministas. Eso es lo que provoca la reacción antitrans, que no es que esté debatiendo sobre la letra de la ley, sino sobre el control del movimiento feminista a raíz del 8 de mayo de 2018. Ahí se hace mayoritario un feminismo popular que lo quiere cambiar todo, que no quiere solamente la mitad del pastel y que jubila a las burócratas del feminismo.
Se refiere a la generación de Carmen Calvo.
A esas burócratas las pueden representar Carmen Calvo, Alicia Millares, Amelia Valcárcel... todas estas señoras que han estado vinculadas al poder institucional y al PSOE. Me refiero a todas las que están todavía en los departamentos de género de las universidades que han creado las unidades de igualdad, que han puesto en marcha las consejerías, las direcciones generales y que son las burócratas de las políticas de igualdad de los últimos 40 años.
Es a ese feminismo institucionalizado, el que tiene mucho poder, al que supera el 8 de mayo de 2018. Y por eso ocurre la reacción contra la Ley Trans, pero la ley es sólo la excusa: de lo que estamos hablando en realidad es de la lucha por el poder dentro del movimiento feminista.
¿Por qué precisamente ellas son las que más se están revolviendo contra la Ley?
No se explica de ninguna manera. Hasta en 14 comunidades autónomas ya hay leyes claras que contemplan la autodeterminación de género; que en realidad lo único que significa es que reconoce que las personas trans no son enfermas mentales, que no están locas. Lo que pasa es que, por ejemplo, hay comunidades autónomas como Galicia, Castilla y León o Asturias donde no hay ningún tipo de legislación. Hay una desigualdad territorial, y por eso se necesita una ley estatal.
Ángeles Álvarez, que era diputada del PSOE y que es una de las voces más presentes en los medios para hablar en contra de la Ley Trans, en 2017 impulsó y votó a favor de la autodeterminación del género. Entonces la pregunta es, ¿por qué cuando el PSOE aprueba las leyes trans no se borran las mujeres y cuando las aprueba un ministerio de Podemos sí? ¿Qué están defendiendo, el feminismo o la lucha partidista?
Creo haberle escuchado alguna vez que empezó a formarse en feminismo a partir de estas mismas mujeres que ahora critica.
Por supuesto. Trabajo en Sevilla y, cuando venían a presentar sus libros, les hacía muchísimas entrevistas porque para mí eran las referentes. Por ejemplo, Amelia Valcárcel era una institución para mí, y como ella muchas otras. Y todavía les aplaudo y les valoro muchísimo todo el trabajo que han hecho en estos 40 años. La verdad es que han hecho muchísimas cosas y que el avance del feminismo es innegable gracias a ellas, pero eso no quita que no se hayan sabido adaptar.
Antes estaban ellas solas.
Claro. Ahora hay muchas mujeres jóvenes que se han incluido dentro del movimiento feminista y me temo que ellas se han enfadado porque no son las únicas. Pasa un poco parecido a cuando nació el 15-M, que mucha gente de la izquierda clásica, del PSOE y del PCE, lo recibieron huraños... Vieron el nacimiento de Podemos como el de unos niñatos que venían a decirles lo que tenían que hacer. Fue una incapacidad de adaptarse a los nuevos tiempos.
De hecho, en el libro plantea que aquel 8 de mayo de 2018 fue "el 15-M del feminismo".
Totalmente, y ha habido la misma ruptura interna dentro del feminismo que hubo con el 15-M. Lo mismo. Es un mundo nuevo que nace y separa al viejo, que ha estado en el viejo feminismo profesionalizado, que ha hecho carrera gracias al feminismo... El 8-M de 2018 jubiló a todo este viejo feminismo como el 15-M jubiló a la vieja izquierda.
¿Por qué?
Porque de pronto las feministas de toda vida ven que otras mujeres están moviendo el suelo por donde pasan. Tú ahora vas a una librería a la sección de feminismo y te encuentras a Amelia Valcárcel, que ha sido consejera de Estado, estuvo a punto de ser nombrada directora del Instituto Cervantes, ha ido a miles de conferencias... y también te encuentras a muchísima gente joven.
Esa gente joven aporta otras miradas distintas, no sólo las de las que han estado en los consejos de administración. Son las mujeres que limpian los suelos, las mujeres que cuidan a los ancianos, las mujeres migrantes, las mujeres trans y las mujeres de todos aquellos sectores que están en la exclusión. Y esas son a las que [las feministas clásicas] han tenido abandonadas durante muchísimo tiempo. Luego, mientras tanto, no les temblaba el pulso para votar a favor del artículo 135 que obliga a pagar antes la deuda de los bancos que las políticas contra la violencia de género. Y ahora vienen a darnos clase de pureza de sangre...
¿Le han decepcionado?
Sí, la verdad, muchísimo. Nunca me hubiese esperado que Carmen Calvo o Amelia Valcárcel fueran a tener un discurso indistinguible del de Macarena Olona. No lo hubiese imaginado en la vida. Recuerdo cuando a Carmen Calvo la nombraron consejera de Cultura en la Junta de Andalucía, que los periodistas decían que era estupenda, muy pedagógica, era muy moderna... y de golpe ha envejecido mentalmente 80 años.
¿Son más excluyentes, entonces?
Ahora el movimiento feminista, afortunadamente, es atractivo para muchas mujeres, pero en lugar de alegrarse del éxito empezaron a plantearse el sujeto del feminismo. Empezaron a plantear que los hombres no podían entrar...
En realidad, el feminismo antitrans tiene mucho que ver con el antifeminismo de Vox, porque ambos defienden la guerra entre sexos. Consideran que es un conflicto entre hombres y mujeres, en lugar de entre personas y machistas. Y los machistas pueden ser mujeres o pueden ser hombres.
Con esta vertiente de pensamiento, ¿cree que el PSOE está perdiendo la bandera del movimiento?
Yo creo que sí. El PSOE era el dueño moral de los orgullos LGTBI y en los últimos ha tenido problemas para poder hacer el recorrido completo porque los propios colectivos se les han puesto enfrente. Ha perdido la autoridad moral del Orgullo y si no aprueban la Ley Trans no podrá volver a pisarlo.
Sí quiero decir que no todo el PSOE es así. Hay muchísima gente, como Carmen Baños o Santi Rivero, que están dando una batalla tremenda dentro del PSOE, y esa batalla es importantísima, hay que ponerla en valor. Por dejarlo claro, no todas las feministas del PSOE son antitrans, pero sí todas las feministas antitrans están en el PSOE.
También hay sectores en determinada izquierda que dicen que este "nuevo feminismo" desvía de la contradicción principal, que es la lucha de clases.
Dicen exactamente lo mismo que este feminismo de dentro del PSOE, que además siempre ha sido un feminismo sólo para ricas. Da igual. Nadie que se diga de clase trabajadora puede estar en contra de la Ley Trans. La Ley Trans tiene una mirada a favor de las mujeres que viven en la exclusión más absoluta; no son derechos simbólicos, son materiales. Su exclusión, su estigma, las arrastra a comedores sociales, les prohíbe acceder a una vivienda, les prohíbe tener trabajo, les obliga a la prostitución... les obliga a la marginalidad más absoluta.
Eso sigue ocurriendo en España. No todas las personas trans son Bibi Andersen o la Veneno, eso es sólo lo que sale en los medios, pero fuera de todo eso hay mucha marginalidad. De hecho, la mayoría lo son. El error es ese, pero en la clase trabajadora hay de todo.
¿Cree que hay reconciliación posible?
El PSOE tiene que decidir si quiere estar al lado de un feminismo minoritario para ricas, que sólo defiende privilegios para cierto tipo de mujeres, o si quiere estar al lado de un feminismo popular donde no están solamente las mujeres, sino que está toda la población. Está en manos del PSOE decidir si quiere estar al lado de las personas LGTBI y lo tiene que decidir ya, porque tiene un contrato que cumplir con la ciudadanía, más allá de los debates que haya dentro de su partido, que son legítimos. Pero los debates de los partidos políticos, no lo olvidemos, son debates privados. A las personas trans no las pueden tener en el limbo.