La vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, sacó a pasear este miércoles en el Congreso de los Diputados su actitud más beligerante. En ausencia de Pedro Sánchez, de viaje en Nueva York, llevó el peso del debate y arremetió con dureza contra los portavoces de la oposición.
"Qué papelón le ha tocado tener al hacer una pregunta que le debería dar vergüenza", espetó a Jaime de Olano (PP) cuando éste cuestionó el nombramiento como consejero en la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) del marido de la vicepresidenta Teresa Ribera.
A las palabras de Iván Espinosa de los Monteros (Vox), que dijo que los españoles le piden que le den las gracias por abaratar la cesta de la compra, ella respondió: "No entiendo por qué hace usted chistes y chascarrillos con un tema tan serio".
A Inés Arrimadas (Cs) la acusó directamente de registrar una pregunta porque "quiere salir en televisión".
Pero lo cierto es que, aunque la de este miércoles ha sido la última, no es la única ocasión en la que Calviño ha mostrado un tono áspero. Esa actitud sorprende más en una persona que suele marcar un perfil técnico en el Ejecutivo y que ni siquiera está afiliada al PSOE.
Estos arrebatos sirven como termómetro de la economía en España. La experiencia da indicios de que, en medio de 'marejadas' relacionadas con la economía, la vicepresidenta tiende a enseñar los colmillos, expresión que la RAE define como "manifestar fortaleza, hacerse temer o respetar".
La actitud de Calviño en la intervención de este miércoles coincide con un momento en el que España atraviesa una situación económica compleja. La inflación sigue disparada y lleva tres meses seguidos por encima del 10%. Las medidas del Gobierno están frenando ligeramente los precios, pero menos de lo esperado por el propio Ejecutivo. Mientras, la economía sigue desacelerándose y varios pronósticos ya alertan de que España entrará en recesión técnica a finales de año. Pero hay más.
Mejor yate que Falcon
El pasado mes de agosto, Calviño se convirtió en el primer miembro del Ejecutivo en echar en cara al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, la famosa foto que éste tiene junto al narcotraficante Marcial Dorado en su yate. Esto ocurrió después de que el popular criticara el uso que Pedro Sánchez hace del avión oficial.
Feijóo aseguró que si él fuera presidente, limitaría mucho el uso del Falcon, que no lo utilizaría para acudir a actos de partido y que sus ministros tendrían que seguir un protocolo estricto al respecto. A ello, la titular de Asuntos Económicos respondió: "En materia de medios de transporte, ya sabemos que al señor Feijóo le gustan más los yates".
¿La actitud de Calviño era especialmente dura por un contexto económico adverso? En agosto, el Gobierno ya no podía presentar el mercado laboral como los brotes verdes que le quedaban a la economía. El paro creció en más de 40.000 personas y la Seguridad Social perdió 190.000 afiliados.
Además, fue un mes negro para los hogares españoles. La electricidad marcó récord de precio medio mensual, con 307,8 euros el megavatio hora. Y todo ello pese a la existencia de la excepción ibérica, que impidió una subida mayor.
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Del INE a Texas
Un par de meses antes de aquello, en junio, Calviño volvió a sacar su faceta dura y se alzó vencedora del pulso que mantenía con el Instituto Nacional de Estadística (INE). El presidente del organismo, Juan Manuel Rodríguez Poo, dimitió tras las críticas del Gobierno a los cálculos del IPC y del PIB, abandonando una institución vital para el funcionamiento del país.
Entonces, la inflación y los precios seguían siendo uno de los principales problemas de la economía española, algo que ha sucedido todo el año. Pese a las medidas del Gobierno, en junio los precios subieron un 10,2%, el nivel más alto desde 1985. En julio, el IPC se elevó todavía más, hasta el 10,8%.
Justo tras la salida de Rodríguez Poo, el Ministerio de Economía publicitó la reforma de la Ley de la Función Estadística Pública y anunció la aprobación de un estatuto nuevo para el INE.
La publicación de malos datos económicos coincide también con dos escenas, cuando menos llamativas, provocadas por Calviño. Primero, se marchó de una fotografía grupal del Madrid Leaders Forum por ser la única mujer -ya había avisado de que lo haría si sucedía, eso sí-. Más tarde, el día 25, acusó a Vox de querer repartir armas entre los españoles justo un día después de la matanza de Texas en la que murieron 19 niños y dos profesores de una escuela primaria.
En mayo, la economía española ya acusaba el desgaste que estaba provocando la guerra en Ucrania, sobre todo por el componente energético. En este contexto, la negociación entre patronal y sindicatos para pactar subidas salariales mínimas en el Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva (AENC) fracasó y el diálogo sobre los sueldos lleva roto desde entonces.
Ello ha hecho prácticamente imposible el acuerdo de rentas en el que insisten tanto Pedro Sánchez como la propia Calviño.
Por otro lado, las palabras de Calviño a Núñez Feijóo sobre el yate recuerdan irremediablemente a otra situación en la que la ministra arremetió contra Pablo Casado, en diciembre de 2021, cuando éste todavía dirigía el PP.
Casado había hablado de los abusos a menores en la sesión de control al Gobierno y ésta, en un acto posterior en la Confederación Española de Asociaciones de Jóvenes Empresarios le espetó que estaba "asqueada por lo que has dicho".
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Después, en una conversación con el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, llamó "desequilibrado" a Casado.
En aquel diciembre, los sectores productivos españoles se estaban resintiendo por las bajas provocadas a raíz de los contagios de Covid-19. Además, ya se estaban moderando las expectativas de crecimiento del PIB nacional debido a los problemas de suministro de materias primas, que todavía se arrastran, provocados por la propia pandemia. Fueron las famosas Navidades en las que muchos españoles pensaron que no iban a contar con bebidas espirituosas para Nochevieja.
Aunque Calviño suele mostrar este tono con los partidos en la oposición, tampoco se han librado de él algunos miembros de su propio Ejecutivo. Para la memoria queda aquel día en el Congreso en el que la vicepresidenta empezó a poner caras y a resoplar ante una intervención de la titular de Trabajo, Yolanda Díaz, que estaba diciendo que iba a "derogar" la reforma laboral de Mariano Rajoy.
Esto sucedió en mayo de 2021. La tensión en el Gobierno de coalición era entonces muy alta por los choques que generaban las diferentes visiones sobre las reformas incluidas en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia.
El principal motivo, en este caso, era ese, que Díaz quería derogar completamente la legislación anterior. Aunque la cuerda se tensionó -como tantas veces, sin llegar a romperse-, los enfrentamientos finalmente se recondujeron.
Al final, se consiguió una reforma laboral pactada con los agentes sociales y, paradójicamente, pactada también dentro del propio Ejecutivo. Pero, como esto va de contextos, Yolanda Díaz no se libró y se llevó una muestra del carácter de Nadia Calviño.