Guillermo Díaz: "Que las pensiones hayan subido un 30% y los salarios un 5% es inadmisible e insostenible"
"Los que creen posible igualar las pensiones al IPC están mintiendo" / "Me preocupa una mayoría del Congreso a favor de abolir la prostitución" / "Estoy cabreado con Sánchez, pero eso no quiere decir que quiera a Rajoy bis"
30 julio, 2022 03:16Noticias relacionadas
Desde el salón principal del restaurante Nerva de Málaga se escucha el ruido que generan las ruedas de una maleta. Tras recorrer los cinco o seis metros del pasillo, aparece el diputado de Ciudadanos (Cs) por la provincia, Guillermo Díaz. En las últimas semanas, la formación naranja ha estado inmersa en una vorágine de ideas, planteamientos y calendarios que han de culminar con la refundación de los liberales.
Cualquiera podría pensar que en esa mochila guarda las actas y hoja de ruta planteada para los próximos meses. Sin embargo, antes de que nadie le pregunte, enseña el último cómic que se ha comprado, pocos minutos antes de la entrevista: "No lo he podido evitar", bromea.
Junto al Olimpo pintado por Eugenio Chicano, referente del pop art andaluz, Díaz ordena los pasos que su partido ha dado antes de llegar hasta aquí, a las puertas de un proyecto político renovado. La escena se convierte pronto en un collage cultural. A los retratos de Manuel Alcántara, Juan Ramón Jiménez, Curro Romero o García Lorca se suman las referenciar a Michael Ignatieff, Mark Lilla o Cayetana Álvarez de Toledo.
Preocupado ante el avance de políticas identitarias, imposición de morales o la equiparación de las pensiones al IPC, el diputado liberal por Málaga deja claro su diagnóstico y tratamiento ante la España de la vieja del visillo: "No hay que proteger al ciudadano de la verdad".
En estos últimos meses, ha tenido un papel clave dentro del partido como portavoz del proceso de refundación y como líder del think tank liberal. ¿Hasta qué punto están marcadas estas fases por su sello?
Han sido dos líneas distintas. Por un lado, la propia refundación, pensada de manera interna; por otra parte, el proceso externo que se va a acometer gracias a la fundación que encabezo yo por designación de Arrimadas. Ella consideró que mi perfil, más ideológico, era el adecuado. ¿Qué vamos a hacer? Partimos de dos reuniones, con mesas de trabajo, en la que muchos cargos de Ciudadanos (alcaldes, concejales…) plantearon su visión y recogieron las propuestas.
A esto hay que sumar el papel de los afiliados. Se han apuntado más de 2.000 personas para poder participar y decidir qué quieren ser. Pero va más allá, con una tercera vía pensada para los que consideran que el espacio de Cs es necesario, pero que no quieren trabajar con un partido político. Para ellos hemos articulado la fundación, que nos permitirá engranar la parte profesional y técnica que aporte al proyecto.
El primer paso de cara al electorado ha sido presentar un documento con 10 principios capitales. ¿De dónde nace?
De la libertad entendida como dogma; el único que tenemos. Puede sonar demasiado amplio, pero se concreta en cada uno de los puntos. Partimos de una base: la libertad en el sentido más puro e individual de la palabra. ¿Cuáles son las pulsiones del panorama político español? La imposición de la identidad al individuo. ¡Ojo! ¡A la derecha y a la izquierda! Identidades nacionales, identidades de gustos… Se generan burbujas a las que atender y para las que legislar, pero siempre en detrimento de la persona. La colectividad se está convirtiendo en el nuevo individuo, y eso no puede ser.
Se va desgranando en distintos apéndices: España, medioambiente, igualdad… incluso sobre la verdad. ¿Cuál es el vínculo que hay entre ambas realidades?
Tiene que haber libertad a la hora de conocer la verdad. Son dos términos muy relacionados. ¿Por qué? Si no conoces la verdad, no puedes decidir en total libertad. Si dispones sobre una ficción, estás partiendo de una falsa premisa. Esto no quiere decir que todo el mundo mienta, pero ahora mismo hay una corriente que invade parte de la sociedad civil. El problema llega cuando entra en la política. Esa corriente plantea que las opiniones y los hechos son perfectamente equiparables, habiendo tantos hechos como opiniones.
No es así. Usted tiene derecho a dar una opinión, pero no a que le den la razón. Tiene derecho a hacer un análisis de la realidad, pero no a que ese análisis sea la realidad. Recientemente hemos visto un ejemplo muy claro con las pensiones: se está diciendo que hay que igualarlas al IPC. Están mintiendo. Saben que es insostenible, igual que yo e igual que cualquiera que vea que un incremento de entre el 8% y el 10% cuesta más de 14.000 millones de euros.
¿De dónde va a salir? Porque el dinero es el mismo, pero hay que moverlo. ¿Cómo lo conseguimos? Posiblemente de la limitación de salarios a personas que tienen que pagar esas pensiones. No es admisible para en un país, mientras las pensiones han subido un 30%, los salarios lo hayan hecho un 5%.
Estoy convencido de que hay muchos pensionistas que prefieren que sus hijos puedan pagar una casa antes que pasarle una parte de su pensión todos los meses. Y aunque trabajen, porque ese es el gran drama: empleados que no pueden llegar a fin de mes. Nadie dice nada porque piensan que los pensionistas votan en función de si les suben o no. Nosotros vamos a apostar por decirles que queremos que su hijo y su nieto tengan un salario más alto, pero no que vamos a subir la pensión en función del IPC.
¿Pretenden recuperar la idea de tratar al votante como un adulto?
Y no como un cliente. Hay que hablarle al ciudadano, pero no protegerlo de la verdad. Eso se parece mucho a una distopía en la que se van poniendo velos para hacer cómoda la realidad y convertirte en un atractivo para el voto. Es letal a largo plazo porque todo se basa en mentiras. Todos hemos visto cómo ha acabado el mandato de Trump, con una invasión al Congreso y un tipo vestido de bisonte. Una humillación para la democracia norteamericana durísima. Todo el mundo se ha metido con ellos (menos Vox), pero todo el mundo le imita. En mayor o menor medida intenta plantear su relato y sus hechos alternativos, lo cual es un eufemismo.
Por todo esto decimos que queremos contar la verdad, eliminando el maquillaje de la realidad. Queremos apostar porque la gente diga: "Este partido me está diciendo la verdad porque yo sé que existe". No me viene con paños calientes, sino que me está dando soluciones a unos hechos.
Cayetana Álvarez de Toledo, en su libro Política indeseable, escribe sobre la necesidad de proteger el legado del 78 para impugnar las políticas identitarias que anulan al ciudadano y dividen el demos. A esto, añade: "En España, su última esperanza fue Ciudadanos, la ilusión perdida".
Ella puede tener esa percepción, pero también diré que tenemos muy buena relación. Escucho y leo con atención todo lo que dice y escribe. Me parece una mente muy a tener en cuenta. He tomado nota y os sorprendería saber cuántas cosas que digo, hago o propongo, a lo mejor, tienen su origen una conversación información con Cayetana. Lamento que no tenga un papel más destacado en la política española. Tiene un talento y un potencial perfectamente explotable para el servicio y bien de los españoles. Está en otro partido, pero me unen cuestiones muy importantes ideológicamente hablando como para desearle lo mejor, que será bueno para todos.
Tras su destitución como portavoz del Grupo Parlamentario Popular, y el posterior giro asentado tras la llegada de Feijóo, ¿ha asumido Cs el rol de abanderados de la guerra cultural?
Hemos tenido varios frentes. Cayetana ha dado la batalla cultural, pero nosotros también lo hemos hecho a nuestro modo. Cs empezó a hablar español en el Parlamento de Cataluña. Ese fue el primer movimiento contra el nacionalismo en esta línea. Albert Rivera, Inés Arrimadas, Jordi Cañas, Carlos Carrizosa, y otros. Ellos fueron quienes empezaron a señalar a Pujol como un corrupto, mientras que para el resto era un hombre de Estado. Eso era guerra cultural.
Muchas veces es metamórfica y va cambiando sus aspectos. Ahora se están planteando una serie de tesis, sobre todo desde los ministerios de Podemos, que se basan en hombres de paja: hay que enfrentarse a ellos.
Sin embargo, la herramienta de la guerra cultural no es algo hegemónico de Ciudadanos o del PP. La izquierda también plantea su estrategia por estas vías.
Por supuesto. Es más, el elemento principal que hay que conseguir con respecto a la izquierda española es no permitirles jamás que se pueda ser de izquierdas y nacionalista a la vez. No puedes defender el privilegio territorial y al mismo tiempo la igualdad de oportunidades. Eso es mentira. Esa es la madre de todas las batallas con respecto a la izquierda española. No puedes ser de izquierdas y del PSC porque es imposible. O te importan las piedras o te importa la gente; o besas el musgo o defiendes los derechos, pero las dos cosas a la vez no. Que el PSC sea homologable a un partido de centro izquierda me parece una anomalía democrática.
En el programa de refundación defienden un concepto capital: lo personal es político es una idea totalitaria. ¿A qué se refieren?
Hay un libro muy bueno, Fuego y ceniza, de Michael Ignatieff que parte de una lección principal para cualquier persona que se meta en política: nada es personal. Es más, debe acabar ahí. La política tiene que terminar en la puerta de tu casa. La política tiene que asegurarte unos derechos y libertades, pero no imponerte unos dogmas y unas morales. Y estamos en el punto en el que quieren empezar a imponerlas a izquierda y derecha.
Estoy bastante preocupado cuando veo una mayoría absolutísima de diputados del Congreso que están dispuestos a votar la abolición de la prostitución. ¿Por qué? Si usted cree en el amor libre, y que uno puede dormir con quien quiere, ¿por qué quiere prohibir la prostitución?. ¿Cuál es el problema? ¿El dinero? Lo suelen mezclar con la trata de blancas y los proxenetas, pero eso son delitos. ¡Delitos! Relacionados con la prostitución, pero no es la prostitución. No le han preguntado a las mujeres y hombres que eligen esta profesión libremente, que existen. Nos hemos reunido con ellos y se sorprenderían de saber que Vox, PP, Podemos y PSOE están de acuerdo.
Están de acuerdo en la idea de que los niños nacidos por gestación subrogada son mercancía. Y lo dicen desde Vox hasta Podemos. Están de acuerdo en regular la pornografía. ¿Quiénes creen que son? ¿La vieja del visillo? Coinciden en qué libertades suprimir, pero no en qué libertades ampliar. Que haya una mayoría superabsoluta para abolir libertades y no haya una mayoría, aunque sea simple, para ampliarlas es un drama. Por eso un partido como el nuestro tiene que estar fuerte, refundado y en plena forma.
Ha llegado a un punto en el que te dicen hasta qué película puedes ver. ¿Quiénes son para meterse en mi televisión? No quiero un cartel que me pida perdón antes de ver Peter Pan. No me tutelen. Se pegan como la humedad a la piel; un pringue que no puede seguir así.
¿El Estado está tomando el papel de esa Iglesia, guardiana de la moral?
Iglesia civil. Es imponer una moral que no has pedido. Hay unos que quieren meterte la moral por narices y otros que se burlan de ti si tienes esa moral. ¡Oiga, déjeme, que no le he llamado! España tiene muchos muertos por llegar al punto en el que estamos. Respétenlos. Quiero leer lo que me apetezca. Si quiero rezar, rezo. Si quiero ver La maja desnuda, la veo.
Incluso entran en las propias contradicciones internas, las cuales no me importan. ¿Usted comete delitos? No. ¿Paga sus impuestos? Sí. ¿Me respeta? Sí. Pues que le vaya bien. La gente se ha aburrido y agotado del sistema. Y es verdad que los populismos trabajan muy bien haciéndote creer que vives en un cubo de basura y que aspiras a vivir mejor.
Hay muchos videos reenviados en los que cuentan un poco de verdad y mucho de mentiras para que tu conclusión sea: vivo fatal. No. Es verdad que es mejorable y estamos en un momento de dudas y de replantearnos un cierto agotamiento del sistema. Pero puedo garantizar que nosotros que estamos aquí sentados, españoles europeos del 2022, somos más afortunados que todos los seres humanos que nos antecedieron en el pasado. Mucho cuidado con hacer experimentos y con jugar con lo que tenemos.
Hablan incluso de que no van a aceptar interpretaciones divisivas del feminismo. ¿Por qué han decidido explorar este campo ahora?
El feminismo se ha fragmentado en muchos pedazos. El PSOE por un lado, Podemos por otro… Tienen cacao tremendo. Lo escribe muy bien Mark Lilla, el ideólogo del Partido Demócrata, en su libro El regreso liberal, en el sentido anglosajón de la palabra. Ahí señala la política de identidad como el gran mal de los demócratas.
Es interesantísimo, porque te señala la identidad como el gran problema. No puedes hacer dos millones de políticas para satisfacer a los zurdos, a los que tienen las uñas largas, al que tiene el pelo largo, al gótico, al punk y al mediopensionista. Si haces eso, te has cargado el Estado. Mejor que se preocupe de que todos ellos tengan los mismos derechos y libertades. No se puede hacer una política clientelar de la identidad, sino garantista del común para que, libremente, cada uno se las arregle y encuentre su lugar. Esa es la gran disyuntiva. Ya ha habido políticas identitarias, no es la primera vez, ahí están los años 30.
El papel todo lo puede soportar. Sin embargo, para que estas ideas cuajen necesitan el respaldo de la sociedad. ¿Cómo piensan atraer de nuevo al votante?
Tenemos que conseguir llamar la atención sobre nosotros, algo que superar, para volver a ser útiles como partido reformista que pone el dedo en aquellas cuestiones y más. A partir de septiembre abriremos melones que van a gustar mucho y muy poco a la vez. Vamos a meternos en asuntos muy polémicos, pero verdaderos.
¿Alguno se puede adelantar?
No, porque entonces me cargo el timing que tenemos establecido. Tenemos que ir lanzando las cosas en un calendario para que no se diluyan. Si las noticias fueran permanentes, no habría problema. Pero la dinámica hace que lo que dije hace tres meses parezca que está en el Pleistoceno. Tenemos que medir mucho los tiempos. Pero igual que con las pensiones, tenemos más de una decena de asuntos que nos pueden meter en la agenda política.
Hay una cuestión importante. Muchos españoles no están contentos con el Gobierno del presente. Yo mismo estoy cabreado con Pedro Sánchez, pero eso no quiere decir que quiera a Rajoy bis. El presente no se soluciona volviendo al pasado, sino mirando al futuro. Y yo quiero plantear una opción de futuro que no me haga volver a Rajoy. Porque no nos olvidemos que fue Rajoy el que nos llevó a Sánchez. De eso la gente se acuerda poco.
El mayor obstáculo de Sánchez para llegar a la Moncloa fue un bolso. No me parece que volver a ciertas fórmulas sea la solución. Son necesarios y es un partido muy importante, pero también muy inmovilista que necesita ciertas dosis de regeneración y de oxígeno interno. A ellos les va de maravilla, pero creo que volver a eso haría que estuviéramos en un tiovivo y no una autopista. No quiero que volver al pasado me devuelva a este presente en unos años. No quiero a otro Rajoy que me lleve a otro Sánchez. Quiero otra cosa.
¿Esta refundación pasa por un cambio de nombre, color y equipo?
Cuando te compras una casa, piensas antes en la distribución que en cómo pintar las paredes. Esto es lo mismo, vamos a ver cómo queda de metros, si los cimientos están bien asentados y el tejado tiene goteras, y después veremos qué color elegimos. Es un elemento ambiental, cosmético.
Pero quién vaya a liderar este nuevo Cs sí que tiene trascendencia, no es algo estético.
Está claro. Y está en cuestión, lo que pasa es que todavía no afronto esa fase porque estoy en un momento previo. No soy multitarea; estoy centrado en este segundo escalón. Lo otro llagará en la fase cinco o seis.