"Aquí estoy, a falta de 25 días para las elecciones en Andalucía. Soy la candidata de Vox y la vecina de Salobreña". Macarena Olona se presentó al ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, como si no se conocieran. "Soy Macarana la de Salobreña, ministro Perejil".
Se presentó y se despidió así la líder de Vox, con el torero Morante y su puro en la camiseta, sólo para recordarle al ministro su desplante de hace una semana y la victoria jurídica de su partido, tras la polémica por el 'falso' empadronamiento en la localidad granadina, que a punto ha estado de dejarla fuera del 19-J andaluz.
El desplante de la semana pasada fue cuando Bolaños se mofó de que Olona no haya dejado aún su escaño: "Me sorprende verla aquí todavía, parece que se iba usted a Andalucía".
Y la victoria jurídica fue cuando la Junta Electoral dio por bueno el empadronamiento de la candidata de Vox a las elecciones autonómicas de Andalucía después de que la alcaldesa socialista de la localidad la diera de baja por supuesto fraude: "Ni vive aquí ni pasa la mayor parte de su tiempo en Salobreña".
Hizo aquello el ministro el miércoles pasado para seguir el desprecio que Pedro Sánchez le había hecho minutos antes a Edmundo Bal. Aquello de "debe de ser muy duro creerse tan bueno y que no le voten los ciudadanos en las elecciones madrileñas". Hace un año, el líder de Cs encabezó las listas naranjas en la Comunidad de Madrid, fracasó y no dejó el escaño en el Congreso.
Pero según la dirigente de Vox hizo algo más: "Usted salió del Congreso la semana pasada y llamó a la alcaldesa socialista de Salobreña, María Eugenia Rufino, para que le arreglara lo de Olona. Pero ¡vaya guantada se ha llevado! Urdieron un montaje chusquero, una cacicada como las que nos tienen acostumbrados en Andalucía, y la alcaldesa me echó del padrón". Es más, la líder de Vox se victimizó: "¡A mí, no a las decenas de miles de inmigrantes ilegales, no... a mí me echaron, a mí mandaron a la Policía investigar!".
El tono de la intervención provocó murmullos crecientes, discusiones, pateos y bronca. La presidenta Meritxell Batet tuvo que interrumpir, mientras Olona disfrutaba ante la concurrencia y seguía hablando. Finalmente, paró, templó, y rejoneó: "No se preocupen, que lo mejor está por llegar". Y arrancó los aplausos de su tendido, a los que lanzó un beso en saludo torero.
"Es que lo siguiente fue pura poesía, ministro Perejil. Los sindicatos judiciales lo denunciaron, y la junta electoral y la Justicia dijeron que mi padrón es legal. Llame, llame de nuevo ahora a la alcaldesa, y dígale que no se preocupe por la denuncia de prevaricación electoral, ¡que usted lo arregla!".
Olona y Bolaños no se replicaron. Sólo se batieron una vez... y parecía hasta pactado.
Ésta prometía ser una sesión de control sin ningún aliciente. Ni el habitual ni el que nuca se cumple. Es decir, ni había batalla política real ni se iba a llegar a acuerdos entre rivales. Porque no estaba ni Sánchez (en Davos), ni Alberto Núñez Feijóo (tomando posesión como senador), ni hizo acto de presencia Santiago Abascal (?).
Pero lo de "Macarena de salobreña" y el "ministro Perejil" subió tanto los decibelios de la Cámara que el siempre calmado titular de Presidencia levantó la voz como nunca.
"Todos los miércoles lo mismo, señora Olona. Sobreactuación, teatro, mentiras, una sonrisa forzada, y sus insultos. Es usted grotesca y se repite más que le ajo, se lo digo de verdad", comenzó Bolaños. "Usted ha tenido el atrevimiento de firmar en un documento público que vive en Salobreña. ¡Una trampa como una casa! Nunca lo ha hecho, ¡en su vida!".
Quedaba claro que los diputados tienen inmunidad en el pleno. Porque las acusaciones y la atribución de ilegalidades estaban llegando a un punto que en la calle suponen demandas, querellas y -casi seguro- condenas.
"Si el primer trámite es una trampa, ¿qué pueden esperar los andaluces de Vox, qué pueden esperar los españoles? ¿Qué se puede esperar de la candiatura Olona-Bonilla en Andalucía?", se preguntaba, animado por las ovaciones socialistas, el ministro. "Yo se lo digo: más trampas. Porque ustedes no tiene escrúpulos, ni morales, ni legales, ni éticos".
El quite de Bolaños fue de los que disfruta la afición. La propia, se entiende. Y de los que elevan al artista. Así que la estocada final, por supuesto, la diseñó el subalterno preferido del presidente del Gobierno acorde al inicio de su intervención.
"Si cumple usted su palabra y deja esta Cámara", culminó con brillo y filo, "lamentaré no debatir más con usted. Porque yo estoy en política para combatir precisamente todas las cosas como las que usted representa: el odio, el matonismo, los insultos y los desprecios".