Dos meses y medio después de su última sesión de control, Pedro Sánchez regresó al Congreso. El presidente estrenó el año un 16 de febrero con las preguntas de sus dos opositores más encarnizados, Pablo Casado y Santiago Abascal, y de su socio parlamentario principal, Gabriel Rufián, todavía escocido por el juego del PSOE al cambio de alianzas en la reforma laboral.
Las elecciones de Castilla y León han abierto un nuevo frente, pero la discusión sigue siendo la misma entre PP y PSOE: quién de los dos es el que más está haciendo por "degradar las instituciones y la democracia". Uno le tiró a Vox a la cara, aprovechando las elecciones del 13-F; el otro le recordó que votó el martes -por quinta vez- con Bildu en contra de prohibir los homenajes a etarras.
"Le ha llegado la hora de la verdad, señor Casado", sentenció el presidente. Y es verdad, el propio líder de la oposición lo sabe, como se demostró en la emisión en directo públicamente de su discurso ante el Comité Ejecutivo del PP el martes. "Usted tiene que decidir si abre las puertas a un gobierno del PP con la ultraderecha, o no. Nosotros, porque nos tomamos en serio a la ultraderecha, estamos dispuestos a ayudar".
Cuando el domingo por la noche se supo que la única opción estable para Alfonso Fernández Mañueco es pactar con Vox, desde Génova se advirtió de que "los principios del PP son las condiciones" y desde el PSOE hubo, por primera vez en mucho tiempo, voces discordantes. Unos quieren "demostrar" que el socialismo es distinto, y debe ofrecer "una puerta abierta para que la ultraderecha no gobierne", es decir, abstenciones técnicas. Otros dijeron que "de ninguna manera"...
...Sánchez lo resumió este miércoles con una receta de tres píldoras para Casado: "Primero, pida ayuda; luego, diga por qué no quiere a la ultraderecha en su gobierno; y tercero, confirme que es para siempre y en todos los territorios".
El problema es que esa medicina, hoy por hoy al menos, es peor que la enfermedad del PP. Lo atrapa, y Sánchez lo sabe. Fuentes del PSOE se lo confirman a este diario. "No pueden cumplir, y ésa es la clave, porque si cumplen se hunden... son ellos los culpables de haberse metido ahí, que busquen la salida".
Algo parecido dijo en alto y con micrófono el presidente: "Ustedes pusieron una trampa y ahora están entrampados. Y ahora quieren que les ayudemos... pues pídanlo y comprométanse. La democracia sería mejor si ustedes colaboraran con ella".
De qué iba la pregunta
En teoría, la pregunta de Casado iba sobre los ongi etorri, sobre por qué el PSOE volvía a votar este martes junto a Bildu y en contra de una proposición del PP para prohibir los homenajes a etarras.
Y eso es algo que también sabe Sánchez. La exigencia, de hecho, está incluida en el borrador del dictamen de la misión del Parlamento Europeo que visitó España hace unos meses. Pero la cosa iba más de demostrar que el PSOE de Sánchez es más amigo "de los verdugos que de las víctimas de ETA".
Así, Casado siguió añadiendo ingredientes en la deslegitimación democrática del presidente del Gobierno: "Hasta The Economist dice que la democracia española se ha convertido en imperfecta desde que usted gobierna. Y es que usted no contesta ni cuando se somete a una sesión de control", espetó. "Pero yo le contesto a su emplazamiento: el CGPJ lo renovamos hoy mismo si usted deja que los jueces elijan a los jueces, como pide la Comisión Europea".
El líder del PP recordó también a Sánchez los cuatro informes contrarios a la decisión de los letrados, amparando a Meritxell Batet en su negativa a rectificar el voto equivocado de un diputado popular en la reforma laboral. Y cerró con otra respuesta, que era, de nuevo, una pregunta siamesa de una descalificación: "Nosotros nunca pactaremos con los verdugos, porque no podríamos dormir tranquilos, ¿le suena?"
El comodín del CGPJ
La última sesión de control en la que Sánchez contestó a Casado es del año pasado. El presidente ha encadenado la Navidad, con el enero sin sesiones parlamentarias y un par de semanas de viajes internacionales. En medio, han pasado tantas cosas, y en todas se han reprochado, "insultado y lanzado improperios", populares y socialistas... pero, una vez más, salió el asunto de la renovación del Consejo General del Poder Judicial.
El órgano de gobierno de los jueces se ha convertido en un comodín que ambas partes usan para llamar antidemócrata a la contraria. Pareciera más que prefieren mantenerlo sin renovar tres años después, como un instrumento de desgaste político, que evitarse el descrédito mutuo.
"Lleva usted dos meses sin aparecer por el Congreso, y ya le ha dado tiempo de perder otras elecciones, las cuartas desde que usted es presidente", espetó Casado de entrada. "Y todo a pesar de hacer trampas con el CIS, con el BOE y con los fondos europeos a la carta. Puso una socialista de fiscal general, renovó sin consenso el Consejo de Estado y luego quiso hacerlo con el Poder Judicial. Usted manipula y abusa de las instituciones, degrada la democracia, y aun así no le sale bien".
El presidente, con gesto exasperado y un tono entre la calma y el cansancio, se levantó, metió una mano en el bolsillo, suspiró y levantó el micrófono: "Mire, no contribuir a degradar las instituciones es también responderle con buenas formas a sus improperios y a sus insultos", dijo antes de un aplauso prefabricado de la bancada azul y la socialista.
"Nuestra democracia es perfectible, y entre todos podríamos contribuir. Sería mejor si ustedes contribuyeran renovando el CGPJ, que eso es simplemente cumplir la Constitución", dijo, para empezar. "Y si no fueran a Bruselas a sembrar dudas, si no usaran tránsfugas en las CCAA, y si no generaran infundios sobre los resultados de las votaciones de las Cortes poniendo en cuestión a los letrados y el trabajo de la presidenta del Congreso".