Mientras la pandemia se ha desatado de nuevo y la sexta ola ha desbaratado los planes navideños de los ciudadanos y del Gobierno, Pedro Sánchez cierra el año con un crecimiento que es la mitad (4,6%) del previsto (9,8%) y con una inflación que triplica (5,5%) lo presupuestado (2%). Y a pesar de que España es "el primer país europeo en recibir las transferencias de los fondos europeos" -por fin, este martes, han llegado los 10.000 millones que el Ministerio de Economía lleva más de 10 días anunciando-, sus efectos en el PIB, evidentemente, aún no se ven.
Fuentes cercanas a Moncloa confirman a este diario que la apuesta del gabinete del presidente es la de confiar en darle un impulso a la vacunación y confirmar los datos que empiezan a atisbar los epidemiólogos. "Confiamos en que ómicron remita en unas tres o cuatro semanas", apuntan. Entre otras cosas, porque "la economía no soportaría más restricciones".
A lo de la caída rápida se agarraba este lunes, también, el viceconsejero de Sanidad madrileño. Antonio Zapatero explicaba que, según lo que ocurrió en Sudáfrica, se puede concluir que "el pico de ómicron es muy vertical, que sube en 3 o 4 semanas", y que, a partir de ahí, "espero que si se comporta igual, que esto va más ligado a la característica del virus, entiendo que empecemos a bajar", remarcó.
Y a lo que se refieren las fuentes del Gobierno es, sobre todo, a la economía real, la de andar por casa. Por ejemplo, el cierre de fronteras que ya nos ha aplicado algún país -incluso de la Unión Europea, el último fue Alemania- no sólo afecta a las compañías aéreas, sino a toda la cadena de valor del turismo (hoteles, taxis, hostelería, museos, compras...).
Y por eso España, necesitada de visitantes, no la aplica.
Y las medidas que, un día antes de la Conferencia de Presidentes, anunció Pere Aragonès en Cataluña, restricciones en los aforos de los bares o el cierre del ocio nocturno, no sólo afecta a los trabajadores y empresarios del sector, "sino al proveedor de cervezas, al gasolinero que llena el depósito de ese camión..."
Y por eso Pedro Sánchez no incluyó nada de eso en su decreto, aprobado el jueves en un Consejo de Ministros extraordinario y monográfico.
Explica la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, cada vez que se le pregunta, que "las previsiones en este entorno son muy volátiles", como motivo para que sus cuentas se hayan quedado tan lejos de lo que previó en los Presupuestos de 2021.
Y que "con una recuperación tan intensa, es normal que la inflación se dispare, ante la reactivación de la demanda"... lo cual son dos explicaciones creíbles a posteriori, pero no aclaran el porqué de que no las contemplase hace un 12 meses, al elaborar las cuentas públicas de este año que se cierra.
Y eso es lo que hace menos creíbles las que se votan en el Congreso este martes, los de 2022. Decretar cierres implicaría nuevas partidas de gasto social, que ya no están contempladas en estas cuentas públicas.
Recuperación "muy justita"
Repasando ahora, no la economía del día a día, sino "las cifras macro", como las llama la propia Calviño, resulta muy revelador el ranking publicado por la revista The Economist el pasado domingo. La prestigiosa publicación británica ha estudiado la "sorprendentemente rápida recuperación" de la economía global "a niveles similares a la prepandemia" en casi todos los países de la OCDE.
Pero no en nuestro país. De las 23 economías estudiadas, "España ha sido la peor".
The Economist ha elegido cuatro indicadores: el Producto Interior Bruto (PIB), la renta per cápita, el comportamiento de la Bolsa, y el balance de las inversiones. El primer país en el ránking es Dinamarca, cuyo PIB ya es un 2,1% superior al del cierre de 2019, el año anterior a la llegada del coronavirus; la renta per cápita ha crecido un 3,4%, la Bolsa se ha revalorizado un 57,3% y las inversiones han crecido un 12,1%.
Por el contrario, el PIB de España sigue un 6,6% más bajo que antes de la Covid, la renta per cápita ha caído un 6,3%, la Bolsa ha perdido un 7,2% de su valor y las inversiones siguen un 6,5% por debajo de los niveles prepandemia.
Es decir que, a pesar de que España "ya ha cumplido los hitos exigidos por la Comisión Europea, y somos líderes en las reformas", no es sólo que el dinero europeo no se note, es que las reformas tampoco tiran.
El Ejecutivo hablaba de "recuperación justa"... y se está quedando en "muy justita". Y la economía española, al menos de momento y en comparación con otros países de nuestro entorno -como Francia o Italia, en el puesto 15-, está enormemente rezagada.
Las CCAA lo entendieron
Las principales quejas de los líderes autonómicos en la conferencia de Presidentes fueron las siguientes: que "todo estaba decidido" antes de que ellos pudieran hablar; que cuando les tocó hacerlo "ya se habían publicado en la prensa todas las medidas"; que además Moncloa les puso "un cronómetro de cuenta atrás" para que no hablaran más de 300 segundos cada uno... y, sobre todo, que el presidente "tardó mucho en reaccionar" y que, ya que él no iba a decidir nada por sí mismo común para toda España, "esperó demasiado" para convocarlos.
Pero ninguno se quejó de que el decreto que (prácticamente) les leyó Pedro Sánchez incluyera una sucesión de ideas que sólo tendrán efecto a medio plazo... y ninguna atacara por la vía de la prevención para cortar de raíz el estallido de infecciones por ómicron.
La inmensa mayoría de los presidentes de las Comunidades Autónomas, pegados al terreno, entendieron ese mensaje. Es más, a la vista de la atonía económica, reclamaron "un nuevo fondo Covid para las autonomías en 2022".
Del "éxito" a "salvar la economía"
La nueva variante del coronavirus llegó a España con algo de retraso respecto a los países del entorno europeo. Hasta hace sólo dos semanas, el discurso del Gobierno versaba sobre "la fórmula del éxito de nuestro país", consistente en "vacunar y prevenir" con el mantenimiento de la mascarilla (ahora, también, en exteriores).
Pero a pesar de que la incidencia acumulada se empezó a descontrolar hace ya mes y medio, cuando se conoció la nueva variante, la curva se convirtió en un muro infranqueable, suspendió cenas de empresa, canceló reuniones familiares y, sobre todo, colapsó los centros de atención primaria.
Es decir, comenzó a afectar directamente a la economía real, la del día a día.
Por eso, la portavoz del PP en materia de Sanidad, la exministra Ana Pastor, calificaba de "vergonzoso" todo lo anunciado -sobre todo, el regreso "acientífico" a la mascarilla en exteriores-, la "tardanza" en hacerlo... y la "incomprensible falta de escucha del Gobierno, que rechaza nuestra mano tendida para elaborar una ley de pandemias y luchar todos juntos contra el virus".
Y es que el Gobierno tenía decidido de antemano no tomar ninguna decisión "con repercusiones económicas", como ya informó este diario el pasado miércoles. "El objetivo principal es salvar vidas", apuntaban fuentes del Gobierno, pero en esta ocasión había un componente clave más: salvar la economía, cuya recuperación no termina de arrancar.
Moncloa no se podía permitir restricciones que lastraran aún más el despegue del PIB. Ahora, fuentes cercanas al Ejecutivo de Sánchez reconocen que no hubo más remedio que actuar así, porque preocupa profundamente agravar el frenazo en el crecimiento.