El 11-S en el gabinete de crisis de Moncloa: "Avisa a los cazas. Si viene un avión aquí, sabemos qué hacer"
Tres ministros –Cabanillas (portavoz), Piqué (Exteriores) y Trillo (Defensa)–, el diplomático que estaba con Aznar en Estonia cuando conoció el atentado (Gil-Casares) y la mano derecha del presidente (Zarzalejos) rememoran el día de la infamia.
11 septiembre, 2021 02:48Los ministros de Aznar lo describen como el "nuevo desorden mundial". Glosan los atentados del 11 de septiembre como la puñalada mortal al triunfo de la "democracia liberal" estrenada por la caída del Muro de Berlín.
Cuando las torres gemelas comenzaron a derrumbarse, el presidente del Gobierno no se encontraba en España. Había viajado a los países bálticos. En ese instante, estaba entrando en el despacho del primer ministro de Estonia. Al ver las primeras imágenes del World Trade Center, canceló su agenda, encargó al vicepresidente Rajoy la formación de un gabinete de crisis y voló a Madrid.
El relato que sigue se construye a partir del testimonio de los ministros que encarnaron el poder aquella jornada: Pío Cabanillas (portavoz), Josep Piqué (Exteriores) y Federico Trillo (Defensa). También aportan sus vivencias Javier Zarzalejos (secretario general de la Presidencia, mano derecha de Aznar) y Ramón Gil-Casares, el diplomático que acompañaba al jefe de Gobierno en su gira por los bálticos.
Revelan las medidas tomadas, pero también descubren el miedo. Informan de sus contactos con los americanos, pero también confiesan el silencio que estalló cuando Aznar, esa misma noche, habló de una "gran oportunidad" para hacer de los Estados Unidos "un gran aliado contra ETA".
La perspectiva que da el tiempo –¡veinte años han pasado!– les permite narrar lo sucedido en Moncloa de manera descarnada, alejada del protocolo, sin el encorsetamiento de la diplomacia. Porque el 11-S también es la semilla de las guerras de Irak y Afganistán, el arranque de grandes aciertos y grandes errores.
"¡Que llamen a mi hijo!"
Cuando impactó el primer avión, José María Aznar estaba a punto de estrechar la mano del primer ministro de Estonia. Le acompañaban varios colaboradores, entre ellos Ramón Gil-Casares y Fernando García Casas, los diplomáticos que dirigían las relaciones internacionales de la Presidencia.
García Casas fue el primero en enterarse. Entonces, se lo dijo a Gil-Casares, que lo explica así a este periódico: "Fernando era muy bromista. Tenía un humor tremendo. Cuando me contó lo del avión y la torre, creí que era una broma. Le dije que no era el momento, que en unos minutos íbamos a ver al primer ministro. '¡Es cierto! ¡Es cierto!', me decía. Y se lo trasladé a Aznar".
–¿Cómo reaccionó?
–Pidió inmediatamente que llamaran a José, su hijo, que estaba estudiando en Nueva York. Quiso que averiguaran si estaba bien.
Gil-Casares, a petición del presidente, canceló la agenda. Regresaron a Madrid ya de noche. Se reunieron con el vicepresidente y los ministros. Gil-Casares había dejado de fumar. Volvió a hacerlo.
"¿Y si viene aquí un avión?"
Federico Trillo (Cartagena, 1952) era ministro de Defensa desde hacía poco más de un año. Había presidido el Congreso de los Diputados durante la legislatura anterior. Aquel 11 de septiembre, "cosa inusual", le había dado tiempo a ir a comer a casa.
Tenía la televisión encendida. Estaban con él su mujer y alguno de sus cinco hijos. En cuanto vio las imágenes del ataque a la primera torre, llamó al Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que todavía llevaba el nombre de "CESID".
"Les pedí que me dieran inmediatamente toda la información que hubiese. Había muchísimo desconcierto. Se podía palpar", saluda a EL ESPAÑOL. Al poco de colgar el teléfono, contempló en la pantalla el impacto de un segundo avión contra la otra torre.
"Ahí ya lo tuve claro. No era un accidente, sino un ataque terrorista. Volví a llamar al CESID. Les pedí que intentaran hablar cuanto antes con los servicios de información de los americanos", rememora.
Aznar, que estaba en Estonia, ya había puesto la televisión en el despacho de su anfitrión. Había convocado de urgencia un gabinete de crisis. Lo lideraba Rajoy, entonces vicepresidente y también ministro del Interior.
Trillo, que vivía y vive en el barrio de Salamanca, tardó muy poco en llegar al despacho de Rajoy, en el Paseo de la Castellana número 3. Antes de presentarse allí, hizo un par de llamadas. Al jefe del Estado Mayor del Aire y al JEMAD: "Pedí que preparan los cazas por si había que repeler cualquier ataque aéreo". "Justo después aparecieron Piqué y Pío Cabanillas", los otros dos ministros entrevistados para la elaboración del reportaje.
Una vez reunidos, el vicepresidente y los ministros catalogaron de urgencia las infraestructuras más emblemáticas: Moncloa, Zarzuela, el Congreso, el aeropuerto, Atocha... "Decidimos activar un plan de protección", revela Trillo.
Existía el miedo a que lo sucedido en Nueva York fuera el inicio de una serie de atentados en cadena contra Occidente. En esa reunión, alguien preguntó: "¿Y si viene aquí un avión? ¿Qué hacemos?". El ministro de Defensa respondió: "Lo que hay que hacer". Silencio.
Cuando llegó Aznar, ya puesto el sol, la reunión se trasladó al Palacio de La Moncloa. Se produjo, entonces, el otro gran silencio del día. Más prolongado que el que tuvo lugar tras la frase de Trillo.
Lo cuenta él mismo: "Es una de las pocas veces en las que he comprobado que algunos no llegan al poder por casualidad". Se refiere a José María Aznar. "Nos dijo: 'Tenemos que aprovechar la gran oportunidad que significa para España'. Ninguno sabíamos a qué se refería. Nadie estaba pensando en eso todavía. Añadió algo así como: 'Llevamos mucho tiempo soportando que algunos sectores norteamericanos tengan una visión tolerante con el terrorismo etarra. Ahora que lo han sufrido en sus carnes van a constituirse en nuestros mejores aliados para acabar con ETA'. Y fue una premonición".
Preguntado por el efecto que le causaron esas palabras, Trillo, además de la "impresión", alaba la "frialdad y la visión de Estado" de Aznar.
–El 11-S fue la semilla de las guerras de Irak y Afganistán. También un cambio brusco en las políticas internacionales y de defensa. Veinte años después, ¿qué aciertos y errores cree que se cometieron?
–El máximo acierto del Gobierno fue ver que aquello era una oportunidad para acabar con ETA. La colaboración norteamericana se tornó importantísima.
–¿Y el error?
–Se tuvo que haber matizado más el apoyo en la intervención de Irak.
–¿A qué se refiere?
–Vamos a dejarlo ahí.
"Ya no hace falta convencer a EEUU"
Josep Piqué (Barcelona, 1955) había dejado la portavocía del Gobierno para convertirse en ministro de Asuntos Exteriores. El 11 de septiembre estaba almorzando con Jaime Mayor Oreja en el Palacio de Viana –sede del ministerio–.
Un colaborador interrumpió la comida: "Poned la tele". Y la pusieron. Vieron lo que todo el mundo. Literalmente. Todo el mundo. "La primera reacción fue la estupefacción; después, el espanto".
Al contrario que Trillo, tuvo claro "desde el segundo uno" que aquello era "un atentado a gran escala". Pensó en los precedentes, sobre todo en los cruentos asesinatos sucedidos poco tiempo atrás en las embajadas de EEUU en África. Luego empezó a razonar sobre su "carácter simbólico".
–¿A qué se refiere?
–Era la primera vez que Estados Unidos recibía un ataque así en su propio territorio. El simbolismo ganaba enteros conforme adquiríamos información. Las torres gemelas eran el símbolo del capitalismo. El pentágono, la máxima expresión del poder militar. El cuarto avión, estrellado en Pensilvania por la oposición de los pasajeros, se dirigía, al parecer, al Capitolio, el poder político.
Piqué logró hablar con Aznar, que le contó desde Estonia la puesta en marcha del gabinete de crisis. Llegó al ministerio del Interior. Se unió a Rajoy, Trillo, Cabanillas... "No sabíamos cuál podía ser el alcance. La reacción primaria fue incrementar rápidamente nuestra seguridad", apunta.
Como responsable de Exteriores, intentó contactar con Colin Powell, el secretario de Estado del presidente Bush: "No hubo manera. Estaban colapsados. A lo largo del día, algunos de mis colaboradores sí hablaron con Estados Unidos. Lo que pasa es que, aunque parezca mentira, sabían lo mismo que nosotros".
En una conversación con National Geographic sobre los atentados del 11-S, Piqué criticó los "tics antiamericanos" de algunos sectores sociales. Preguntado al respecto, responde: "Todos nos acordamos del titular de un importante periódico nacional, que pareció estar más preocupado por las represalias de Bush que por el propio atentado". Aunque no lo nombra, se refiere a la portada de El País, que se tituló así: "El mundo en vilo a la espera de las represalias de Bush".
Confirmando las palabras de Aznar sobre la "oportunidad" que significaba el 11-S, dice Piqué: "Ya no hizo falta convencer a Estados Unidos de la importancia del intercambio de información en la lucha contra el terrorismo".
–Han pasado veinte años. ¿Un gran error y un gran acierto de lo que vino después?
–Creo que el gran acierto fue la identificación del terrorismo global como claro enemigo del orden mundial.
–El error.
–Tan importante era ese enemigo que quería destruir el orden mundial que se dejó a un lado la lucha con los adversarios estratégicos, que no atacan violenta y frontalmente, pero que tampoco aceptaban el sistema. Hablo de esos poderes que ahora han emergido, como China, Rusia, Irán o Turquía. Creo que no se calibró suficientemente.
"La rumorología"
Pío Cabanillas Alonso (Madrid, 1958) había dejado la dirección general de RTVE para entrar en el Gobierno como portavoz. Apenas con un año de experiencia en el cargo, le tocó comunicar la opinión del Ejecutivo sobre el que sigue siendo el acontecimiento más importante en lo que llevamos de siglo.
Cabanillas estaba ese día impartiendo una conferencia-almuerzo a todos los embajadores de España. En un momento dado, se acercó a él un miembro de su equipo y le entregó un papel. Ponía: "Una avioneta se ha estrellado contra las torres gemelas". Siguió hablando.
Esa misma persona se acercó a los pocos minutos con otro papel: "No era una avioneta, sino un avión. Además, un segundo avión se ha estrellado contra la otra torre".
"Llamé a Chencho Arias (embajador ante la ONU, en Nueva York) y a Javier Rupérez (embajador en Washington). Estaban allí conmigo. Les enseñé los papeles sin todavía decírselo a los demás. Después empezó un murmullo general. Paré de hablar. Cada uno se fue a donde se tuviera que ir. Nosotros fuimos a un despacho contiguo con televisión", recuerda Cabanillas.
Cabanillas, igual que Piqué, llamó a Aznar: "Fue una conversación muy breve. En cierto modo, tenía que darle un dato periodístico. ¿Cómo describir lo que estaba viendo? Se quedó pensativo. Me dijo que hablara con Rajoy. Fue escueto. La instrucción fue la del gabinete de crisis".
El entonces ministro portavoz detalla "dos preocupaciones básicas": "El seguimiento de los acontecimientos para adquirir información y descartar que el atentado tuviera consecuencias directas para España". Cabanillas confirma el temor de sus compañeros y también menciona la expresión "cadena de atentados".
Atendió llamadas. Habló con algunos directores de periódico: "Fui profundamente cauteloso. No quería sumarme al coro de rumores. Creo que dimos una rueda de prensa, pero no lo recuerdo con total seguridad. Mi obsesión era, como le digo, alejarme de la rumorología. Así que la comparecencia no fue especialmente reveladora".
El 11-S –cuenta Cabanillas– enseñó repentinamente al Gobierno dos lecciones: "El mundo había cambiado porque el terrorismo islámico había exhibido una capacidad de actuación que iba mucho más allá de las previsiones. También se introducía el riesgo de que en España hubiera atentados suicidas, como luego los hubo, y que eran desconocidos para nosotros".
–¿Qué aciertos y errores vinieron después?
–Salí del Gobierno en 2002, así que no me siento legitimado para evaluar las decisiones que llegaron.
"¿Cerramos el espacio aéreo?"
Javier Zarzalejos (Bilbao, 1960) era la sombra de Aznar, su secretario general de la Presidencia. Ese día no estaba con él cuando se produjo el atentado. La comitiva de la gira por los bálticos la formaron los miembros del departamento internacional.
"Me uní rápidamente al gabinete de crisis presidido por Rajoy en el ministerio del Interior", recuerda en charla con este periódico. "Nos enfrentamos a un problema urgente. Estados Unidos había cerrado su espacio aéreo y había aviones españoles viajando hacia allí. Los que estaban a tiempo dieron la vuelta y los que estaban llegando fueron desviados a Canadá", apunta el hoy eurodiputado del PP.
Zarzalejos, igual que sus compañeros, reitera que el temor a un atentado en España estuvo sobre la mesa: "Por eso activamos los mecanismos extraordinarios de protección de infraestructuras".
Se puso especial atención en las centrales nucleares, hidroeléctricas y resto de fuentes de energía. También en los centros de transporte, sobre todo el aeropuerto de Madrid-Barajas.
Las gestiones sobre el espacio aéreo no se limitaron a lo que sucedía cerca de Estados Unidos. Zarzalejos revela que faltó poco para que el Gobierno decidiera blindar el cielo español.
La serenidad –si se le puede llamar de esa manera– comenzó a extenderse entre los presentes conforme los servicios de inteligencia reseñaban que no había indicios de un atentado en España: "No detectábamos nada parecido".
–¿Cómo les cambió el 11-S?
–El terrorismo dejó de ser una cuestión doméstica. Vimos lo inimaginable, que no había límites en la capacidad de acción de los terroristas. Armas bacteriológicas, bombas sucias, destrucción masiva, secuestro de aviones comerciales...
Zarzalejos asevera que la Unión Europea dio importantes pasos al frente en materia de lucha antiterrorista tras el 11-S: "Se lanzó la lista de organizaciones terroristas, se impulsó la euroorden, llegaron las medidas contra el blanqueo, se armonizó el delito de terrorismo...".
También anota una cuestión psicológica: "Por primera vez, Estados Unidos se sentía vulnerable además de amenazado. Aquello era tremendo".