Pablo Iglesias hubo de fajarse en su reunión mano a mano con Pedro Sánchez al término del Consejo de Ministros del pasado martes. El todavía líder de Unidas Podemos se plantó ante su jefe (pero su socio) y exigió que Yolanda Díaz mantuviera el mismo estatus del que él ha estado disfrutando en estos 14 meses como vicepresidente segundo.
Ella será, pues, la negociadora directa de todas las políticas con Sánchez; cerrará todos los temas comunes -más allá de la estructura organizativa, en la que está por detrás de Calvo y Calviño-, como ha hecho Iglesias hasta ahora; y resolverá cara a cara con el presidente los conflictos que surjan. Que no han sido pocos hasta ahora ni serán menos en el futuro, tal como ha demostrado esta penúltima bronca entre morados y socialistas.
Así lo han revelado a este periódico fuentes del entorno de Iglesias, que siempre se acogen a lo firmado. "Después de tantas negociaciones con el PSOE, ya aprendimos hace tiempo que todo hay que ponerlo por escrito". Y esto está por escrito.
La intención del presidente de degradar a la ministra de Trabajo a la Vicepresidencia tercera era una "reestructuración" que implicaba "una alteración sustancial de lo acordado".
"No me preocupa nada"
Al acabar la reunión del Consejo de Ministros del martes, Sánchez e Iglesias se quedaron a solas para abordar la nueva situación. La dimisión en diferido del todavía vicepresidente segundo del Gobierno había desatado una pelea en el seno de la coalición que obligó al presidente a acogerse a la cláusula 19 del Capítulo Quinto del Protocolo de funcionamiento del pacto entre PSOE y Unidas Podemos [consúltelo aquí en PDF]. Es decir, a renegociar -según lo firmado- los términos del acuerdo.
Entretanto, en su entorno más cercano, Yolanda Díaz trataba de evadirse de toda la batalla de egos que ha sucedido al terremoto causado por Pablo Iglesias. "Yo no estoy en esas cosas", ha confesado la ministra de Trabajo, "no me preocupan nada".
Sin embargo, fuentes gubernamentales confirmaron a este diario, a lo largo de la jornada, que hubo presiones del lado socialista del Gobierno para que Nadia Calviño no quedara jerárquicamente por debajo de quien, a todos los efectos, es su subordinada en el diseño de las políticas económicas del Ejecutivo, que es donde se encuadra el departamento de Díaz.
El mismo Sánchez se había atrapado el día anterior admitiendo que, según lo firmado, "la vicepresidencia segunda corresponde a Unidas Podemos". Pero eso incomodaba a Calviño, y la solución que propuso el presidente para "respetar" la palabra dada fue que Díaz dejara la cartera de Trabajo... es decir, vaciar de contenido su presencia en el Gobierno. Y, en caso de que Iglesias no aceptara, degradarla a vicepresidenta tercera "para mantener", según fuentes del propio Consejo de Ministros, "una estructura coherente".
A eso se refería el comunicado que emitieron las dos alas del Gobierno cuando, minutos antes de comenzar la rueda de prensa posterior a la reunión del gabinete, Moncloa afirmaba que Sánchez e Iglesias consideraban que había "acuerdo en los cambios que deben acometerse" pero que faltaba "rematar algunos detalles en base al acuerdo de Coalición". El diablo estaba en "los detalles", es decir, en cómo arreglar el conflicto entre lo firmado y lo "impuesto" por Sánchez.
Batalla perdida
Se acordó esa nota conjunta para no hacer pública la discrepancia y ante la conciencia, en el lado morado, de que sería una batalla perdida. Y que sólo se podrían arrancar otro tipo de compromisos. A Podemos no le convenía que Díaz, con un talante muy distinto del de Iglesias, comenzara su andadura con una bronca pública con Calviño y, en todo caso, degradada. Y a la protagonista, poco interesada en la pelea de cargos, menos aún.
La realidad es que, para tener todos los elementos negociadores, los servicios jurídicos de Unidas Podemos ya le habían confirmado a Iglesias que la jerarquía numérica en las vicepresidencias no tiene consecuencias administrativas. Es decir, que el argumento legal de que Calviño habría podido perder, por ejemplo, la presidencia de la Comisión Delegada de Asuntos Económicos o la interlocución con la Comisión Europea -esgrimido desde el lado socialista- no se sostenía. "Son ámbitos distintos", apuntan fuentes de Unidas Podemos, "jurídicamente era perfectamente posible".
La reunión mano a mano entre Sánchez e Iglesias -la primera desde hace más de un mes- duró poco. El presidente aceptó la exigencia del vicepresidente saliente y éste le reclamó garantías estructurales, para que todo el Ejecutivo fuese consciente de que, a todos los efectos, la vicepresidenta tercera "será la referencia para Sánchez, a la par", en las negociaciones políticas entre PSOE y Unidas Podemos.
Habrá conflictos
Según las fuentes, el peso de cada una de las formaciones ya está reflejado en el número de carteras, el contenido de las mismas y el peso presupuestario asignado. Para todo lo demás, socialistas y morados son socios y se rigen por lo acordado: donde estaba Iglesias ahora estará Díaz.
Eso sí, del mismo modo que Sánchez no aceptó este punto de los deberes que le dejó Iglesias en su vídeo de despedida -y Yolanda Díaz no es vicepresidenta segunda-, el presidente demostró pronto su poder. El líder morado también emplazó al PSOE a cerrar "la Ley de Vivienda, y otros puntos clave" antes de dejar el Gobierno. Este miércoles, como informó en primicia EL ESPAÑOL, José Luis Ábalos estableció que el Gobierno no intervendrá el mercado del alquiler de viviendas, pese a que lo exija su socio.
...y en los otros "puntos clave", ya se vio que Calviño mandará más que Díaz en la contrarreforma laboral, al tiempo que la Ley Trans sigue parada. Sí, habrá conflictos.