Manuel Valls agrieta la unidad que tratan de mostrar las Ejecutivas de PP, PSOE y Ciudadanos durante el inicio de la precampaña. El ex primer ministro francés es incómodo en Ferraz porque se trata de un socialdemócrata que desdeña los golpes bajos a Rivera. También escuece en la dirección naranja porque considera un error de bulto el veto al PSOE. Y duele a los dirigentes conservadores que lamentan el coqueteo de Casado con Vox en determinados compases de su discurso.
En definitiva, la gran coalición constitucional propuesta por Valls gusta a muchos mandatarios de PP, PSOE y Ciudadanos, que únicamente lo reconocen en privado por una cuestión de disciplina partidista. La carta enviada este sábado a Rivera, Sánchez y Casado ha impactado como un misil en el anclaje ideológico de las tres formaciones. Supone una enmienda a la confrontación de las dos Españas que caracteriza la campaña nacional.
La afinidad personal de Valls con los tres receptores de su misiva hace especialmente afilada la discrepancia. Tanto el francés como los líderes de PP, PSOE y Ciudadanos cuidan mucho sus argumentos cuando toca responder a esa diferencia.
Valls y Rivera
El "no" definitivo al PSOE fue sellado de forma unánime por la Ejecutiva de Ciudadanos. No obstante, y según ha sabido este periódico, varios miembros de la dirección mostraron su opinión discordante. Algunos, todavía hoy, lo consideran "un error". Una parte de los que se declararon favorables desde el principio admite a este diario que consiste en una especie de "todo o nada". Rivera lo argumenta así: "El PSOE ahora es Sánchez".
Un discurso que Valls no compra en absoluto. El candidato a la alcaldía de Barcelona, firmemente apoyado por Ciudadanos, apuesta en su carta por la suma de "centro derecha, socialdemocracia, liberales y ecologistas". En su última entrevista con este periódico, Rivera negó cualquier posibilidad de retractarse. Tampoco lo hará, confesó, en caso de que firmar de nuevo el Pacto del Abrazo fuera la única opción de que Sánchez no acordara con Podemos y el separatismo. "No comparto el veto", admiten dos dirigentes de Ciudadanos.
La relación personal entre Valls y Rivera es estrecha. Una circunstancia que ayuda a conllevar sus diferencias en torno a la gran coalición. Lliures, una organización nutrida de ex de Unió, también engrosa la plataforma electoral del francés. Uno de sus integrantes, Roger Montañola, aplaudió a Rufián uno de los días que más atacó a los naranjas en el Congreso. Un detalle que cabreó ostenisblemente a Juan Carlos Girauta. Esta es otra de las graves diferencias entre Valls y Cs, que ambos conjugan gracias al objetivo común de "derrotar en las urnas a populistas y separatistas".
Valls y Sánchez; Valls y Casado
Algo similar ocurre con Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno siempre admiró la labor de Valls como primer ministro francés. El tono que emplea contra Rivera no es asimilable a las opiniones que vierte acerca del alcaldable. Le salva, a ojos de Sánchez, el "no" absoluto de Valls a Vox, "ese partido de extrema derecha". Ciudadanos no cierra la puerta a Abascal y tampoco ha consensuado el adjetivo "ultra" para Vox, a pesar de que algunos de sus dirigentes lo utilicen fuera de micrófono.
Manuel Valls y Pablo Casado también mantienen una buena relación. El presidente del PP, consciente de su debilidad en la cita electoral barcelonesa, no ve con malos ojos investir al francés para "echar a Ada Colau" del Ayuntamiento. Según ha sabido EL ESPAÑOL de fuentes populares, Casado decidió presentar un candidato propio simplemente porque "juntos habrían sumado menos que por separado".
Valls lamenta la sintonía ocasional del PP con Vox, aunque Casado no percibe tanta marejada interna como Sánchez o Rivera, ya que su afinidad ideológica con el ex primer ministro es mucho menor que la de sus dos adversarios.
En definitiva, la carta de Valls es un claro golpe a los dos bloques, "las dos Españas" que mediáticamente han contribuido a levantar PSOE y Podemos por un lado; y PP, Ciudadanos y Vox por el otro.