Jordi Sànchez y Jordi Turull están en huelga de hambre... contra su jefe y su aliado. El ayuno que prometen "indefinido" debería ser contrarrestado -en una hipotética urgencia- por el propio Quim Torra, que rige los destinos de las penitenciarías catalanas. Y el supuesto chantaje va dirigido a Pedro Sánchez, un presidente que el separatismo sostiene con sus votos en el Congreso de los Diputados.
Cuando los terroristas De Juana Chaos y Bolinaga hicieron lo propio, se plantaron contra lo que entendían como su enemigo: el Estado. Pero los dos Jordis presionan con su gesto a sus compañeros de trinchera y al Gobierno que hacen posible desde el pasado junio, véase la moción de censura.
La huelga de hambre, casi siempre entendida como recurso desesperado, no entraña urgencia esta vez. Si Esquerra Republicana y Junts Per Catalunya quisieran realmente presionar a Sánchez, podrían convertir la Carrera de San Jerónimo en un verdadero vía crucis, repleto de vetos a toda ley con sello socialista. Ya lo dijo Karl Marx sobre el 18 de Brumario: "La Historia se repite. Primero como tragedia y luego como farsa".
Basta con reseñar dos circunstancias que rodearon a sus predecesores: el cáncer terminal de Bolinaga y la hospitalización urgente de De Juana. Los "presos políticos" catalanes, en cambio, posan sonrientes en el patio de Lledoners.
Para más inri, el principio y el fin de la convocada huelga depende directamente de Quim Torra. La Generalitat, competente en materia de prisiones, deberá confirmar día tras día que los Jordis ayunan y, a tenor de la doctrina marcada por el Tribunal Constitucional, tendría que alimentarlos forzosamente si sus vidas corrieran peligro.
Los recién estrenados huelguistas acusan al Tribunal Constitucional de bloquear automáticamente todos sus recursos de amparo para así vetarles el acceso a la Justicia Europea, una opción sólo posible si se ha recorrido el camino anterior.
De momento, el Ejecutivo se limita a expresar que el poder judicial "es independiente" y que "hará Justicia". Pedro Sánchez no descarta reunirse con Quim Torra, pero le avisa de que "hay que guardar las formas" y añade que la causa de la huelga "no es cierta". Una premisa con la que pretende trasladar al separatismo que tanto la condena como la excarcelación no depende de Moncloa. Los mandatarios independentistas -ambos diputados de Junts Per Catalunya- tratarán, no obstante, de ablandar al Gobierno y a la Generalitat con su protesta.
Los precedentes de Bolinaga y De Juana
En agosto de 2012, Josu Uribetxeberria Bolinaga, cárcelero de José Antonio Ortega Lara, puso fin a quince días de una huelga de hambre que inició para pedir su libertad. Acababan de diagnosticarle un cáncer sin cura posible. En señal de apoyo, más de doscientos terroristas presos se comprometieron al ayuno en cárceles de toda España, algunos de ellos de forma tramposa -se les encontró comida en las celdas-.
Bolinaga volvió a comer porque así se lo aconsejaron los médicos. "Ha decidido priorizar su vida", explicó el colectivo Herrira, de apoyo a los presos de ETA. Otegi o Pakito -Francisco Múgica Garmendia- fueron algunos de quienes pusieron su granito de arena en aquel chantaje al Estado.
Finalmente, recabados los informes médicos, Bolinaga consiguió la libertad provisional. Corría septiembre de 2012 y el entonces ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, reiteró que la decisión no tuvo nada que ver con "presiones externas". Un extremo que diversas asociaciones de víctimas no creyeron. Distintos profesionales de la medicina arguyeron que Bolinaga podría haber recibido el tratamiento en la cárcel. Josu Uribetxeberria vivió casi tres años fuera de la celda. Falleció en su casa de Arrasate (País Vasco) en enero de 2015.
Iñaki de Juana Chaos clausuró en agosto de 2006 una huelga de hambre que duró 63 días. Exigía, como luego hizo Bolinaga, su puesta en libertad. La Administración le alimentó forzosamente cuando su situación se tornó crítica. En julio de 2008, cuando el ayuno ya se había repetido en más de tres temporadas distintas, fue liberado. Condenado por 25 asesinatos, había cumplido 21 años entre rejas. Posteriormente, viajó a Irlanda. Allí, tras imputársele nuevos cargos, amenazó con una nueva huelga de hambre en caso de ser extraditado, lo que la Fiscalía de este país calificó de "chantaje". La última vez que se le vio fue en Venezuela.