La obra inédita de Josep Renau seguirá guardada en un almacén -al menos hasta el próximo mes de septiembre-. La Generalitat Valenciana se reunió al fin este lunes con Javier Parra, el artista que ha terminado el mural 32 metros cuadrados con la autorización de la Fundación Renau, que gestiona el legado del célebre muralista.
La intención de Parra es que se exponga antes de que expire 2022, ya que este año se celebra tanto el 115 aniversario del nacimiento del autor como el 40 aniversario de su muerte. Él cede el vistoso mural de forma gratuita, pero la administración autonómica le ha emplazado a una nueva cita en septiembre, cuando restarán solo cuatro meses para que expiren ambas efemérides.
Así lo confirman a EL ESPAÑOL fuentes de la Conselleria de Cultura de la Generalitat Valenciana, liderada por Raquel Tamarit. Manifestaron sobre el encuentro que ha sido "una primera toma de contacto". Llegaron a hablar sobre posibles espacios para exhibir el mural, como el Centro del Carmen de Valencia -donde estudió Renau-. Pero todo ha quedado pendiente de un nuevo encuentro que tendrá lugar el mes que viene.
Parra, por su parte, insistió a la administración sobre su voluntad de que se exponga en lo que resta de 2022, y recordó a la Generalitat de que necesitará la estructura que soporte todos los paneles que conforman el lugar. La indecisión y la necesidad de dicho soporte -aún por confeccionar- podrían retrasar todavía más su exhibición al público.
A su vez, el artista subrayó que la Generalitat Valenciana deberá coordinarse con entidades de Madrid y Barcelona, que se interesaron por la obra antes que las administraciones. Está por ver si llega a exponerse antes lejos de la tierra de origen de Josep Renau.
Javier Parra acabó en diciembre de 2021 el vistoso mural proyectado en 1969 por Josep Renau, una colorida composición encargada por la República Democrática Alemana titulada El futuro trabajador del comunismo.
El ejecutor de la obra, según explicó a este periódico, lleva desde finales del año pasado contactando con los departamentos de cultura de la Generalitat Valenciana, el Ayuntamiento de Valencia y la Diputación, todos ellos gestionados por Compromís. Pero, según sostiene, durante meses solo recibió la callada por respuesta.
"Yo creo que esto pasa porque soy Javier Parra, secretario general del Partit Comunista del País Valencià", explicó el propio autor a este diario. En efecto, se trata de un viejo conocido de la izquierda valenciana, concejal durante años en el Ayuntamiento de Paterna, célebre por sus descarnados enfrentamientos con otras formaciones progresistas o por entrar a formar parte de un gobierno de concentración con el PP en la localidad.
Considera que su adscripción política "ha pesado" en la decisión de las administraciones valencianas. Afirma además que tal actitud "contrasta con el interés que sí ha despertado en importantes instituciones de Madrid y Barcelona" -que no puede revelar por el momento-.
En su defensa, la concejalía de cultura del Ayuntamiento de Valencia, liderada por la concejal de Compromís Gloria Tello, manifiestó que el contacto de Parra con el departamento solo fue "informal", a través del comentario de un tercero en un acto.
Correo perdido
Por su parte, la consellera de Cultura de la Generalitat Valenciana, Raquel Tamarit -también militante de la coalición valencianista-, negó inicialmente haber recibido comunicación. Parra le replicó que le remitió un correo electrónico con el dosier de la obra dos días después de que accediera al cargo.
Tamarit revisó su bandeja de entrada y constató que así fue. Le pidió disculpas por ello y lo citó para el encuentro que tuvo lugar este lunes. Ha sido el primer encuentro con el artista de la Generalitat Valenciana tras ocho meses ignorando el proyecto, los que han pasado desde que Parra exhibió su obra terminada. La Generalitat Valenciana, el Ayuntamiento de Valencia y la Diputación de Valencia estaban invitadas a la inauguración, pero nadie acudió en su inauguración.
Todo ello se produce a pesar de que, según expone Parra, cuenta con autorización de la Fundación Renau, la que gestiona el legado del artista, para llevar a término la obra inconclusa del célebre muralista valenciano. Renau había preparado el mural con máximo detalle. Realizó un minucioso boceto de 50 por 70 centímetros que Parra dice haber seguido al milímetro, "con los colores exactos, con el tamaño indicado de los tableros, con el relieve previsto en la cabeza de la figura".
"Me entrevisté con Marta Hofmann, su discípula, y con miembros del equipo que se disponía a materializar la obra", expone. A Renau se lo encargó la República Democrática Alemana, para la que realizó el grueso de sus trabajos. Iba a ocupar el vestíbulo de un edificio de un complejo del este de Berlín dedicado a la educación y la ciencia.
Sin embargo, el proyecto fue cancelado. "Oficialmente, lo cancelaron porque pintó a un solo trabajador, y los líderes socialistas no veían representada a la colectividad. Pero la versión oficiosa es que fue un ataque de celos de los muralistas de la Alemania comunista", indica Parra. En 1973 volvió a proponerlo, de nuevo sin éxito, para ubicarlo en el Palacio de la República. De nuevo, los artistas alemanes se impusieron al artista valenciano, que falleció en 1982.
"Es curioso, porque era su favorito, pero a la vez era su mural maldito", resume Parra, que explica que Renau lo llamaba "el mural de Pablo", porque se había inspirado en su hijo -así llamado- para la representación del hombre.
La historia de esta obra inconclusa fascinó a Parra, que realizó sobre el mismo un trabajo teórico para un máster cultural. Pero quiso ir más allá y ejecutar la misma. "Iban a hacerlo unas cinco personas en seis meses. A mí me costó casi dos años, haciéndolo todo yo solo. Me pagué el material y el alquiler de la nave. Y no he pedido nada por él. Lo cedo gratuitamente", destaca.
Pero su gratuidad, al menos hasta la fecha, no ha sido un aliciente para su exposición por parte de la izquierda que gobierna en las principales instituciones valencianas. Tanto es así que la Diputación de Valencia, con la que sí llegó a negociar, rehusó a vincularlo a su exposición por el 40 aniversario de Renau "por no pagar los 1.500 euros que cuesta la plataforma para sostener los tableros".