Los miembros de la plataforma memorialista Gambogaz amanecieron el pasado jueves con una sonrisa en el rostro tras la salida del general franquista Gonzalo Queipo de Llano de la basílica de La Macarena, pero no quieren que su cruzada para borrar todo lo posible la huella del militar se quede ahí.
Este domingo por la mañana lo celebraron con una concentración a las puertas del templo. Asistió casi medio millar de personas y el ambiente fue de júbilo total.
Con la nueva ley de Memoria Democrática en la mano, no cejarán en su empeño en que el cortijo de Gambogaz, en el término municipal de Camas al pie del Guadalquivir y que continúa en manos de sus herederos, engrose al patrimonio público y convertirlo en un lugar de memoria. Actualmente su aspecto es casi de abandono.
Tampoco para que el Gobierno suprima su título de marqués que hoy día ostenta uno de sus nietos, tras ser renovado en 2012 por el Gobierno central, ni para arrojar luz sobre la creación de la Fundación Benéfica Social Agraria Gonzalo Queipo de Llano, creada en 1937 con la que compró la finca.
A través de ella, bajo el nombre actual Fundación Pro Infancia Gonzalo Queipo de Llano, sus familiares actualmente gestionan 150 hectáreas de arrozal en la localidad sevillana La Puebla del Río, según aseguran desde la plataforma.
Judicializar la propiedad
La organización memorialista sigue con sus labores de investigación para llevar ante un juez cómo ese cortijo de 480 hectáreas acabó en las manos del militar en diciembre de 1937 tras pagar 1,3 millones de las antiguas pesetas. Allí trabajo el matador de toros Curro Romero cuando era un niño mientras soñaba con ser torero al escuchar los olés de la Maestranza en las tardes de viento. También con escapar de la miseria.
Curro, como muchos sevillanos, pensó que aquellas tierras, donde pasaba sus días y casi sus noches trabajando, se las había regalado la ciudad de Sevilla al general cuando terminó la guerra a través de una colecta popular. Creía que había sido en agradecimiento por liderar el golpe militar contra la II República.
Pero, segúnla plataforma memorialista, no fue así y quiere que acabe como el pazo de Meirás de los Franco, en manos del patrimonio público. Lo que ocurre es que la finca gallega sí estaba considerada como un lugar de Estado y era de dominio público. En el caso del cortijo sevillano no, es una propiedad privada.
Llevan años investigando al respecto y en marzo de 2021 hubo un hallazgo peculiar. Su comité técnico, conformado por historiadores y abogados, pudieron comprobar que Queipo no lo adquirió ni con dinero propio ni con la citada colecta.
"Lo hizo con dinero público del Banco de España, sin que exista una respuesta clara sobre la procedencia de ese capital", remarca en conversación con EL ESPAÑOL uno de los portavoces, Bonifacio Cañibano, quien asegura que no consta en ningún lado que devolviera este dinero.
Desde el colectivo insisten en que Queipo "divulgó ese bulo, que se ha extendido en Sevilla hasta nuestros días, para justificar la disponibilidad del dinero, que de otro modo no tendría justificación". Creen que, a diferencia de Francisco Franco, Queipo de Llano hizo "una ingeniería económica" para comprarle el cortijo al ganadero gaditano Manuel Camacho Naveda, quien a su vez había adquirido el lote de suelos a la familia Vázquez de la Lastra.
[La Justicia da al Estado la custodia de todos los bienes del Pazo de Meirás, salvo las alfombras]
Camacho estaba encarcelado en 1937 acusado de tráfico de divisas con el Peñón de Gibraltar cuando Queipo le compró estas tierras. Sin embargo, según testimonios orales de su familia recogidos por la plataforma, el ganadero fallecido en los años 80 habría manifestado que "no recibió un duro" por los terrenos de Gambogaz pero "salvó la vida" gracias a desprenderse de los mismos.
La plataforma, sin embargo, lamenta la falta de implicación de las instituciones de distintos signo político, como ayuntamientos y la Junta de Andalucía, para indagar más en este asunto. Incluso de la propia Secretaría General de Memoria Democrática.
"Nos pusimos en contacto con ellos -la Secretaría- no hace mucho porque nos dijeron que tenían información sobre Gambogaz y finalmente no había nada", asegura el portavoz.
Su objetivo es la creación de una comisión histórica y jurídica para reunificar toda la documentación pertinente y llevar este caso ante la Abogacía del Estado. Sobre todo porque la nueva ley, en su artículo 31, les da esperanza al recoger que se investigarán "las incautaciones producidas por razones políticas, ideológicas, de conciencia o creencia religiosa durante la Guerra Civil y la Dictadura". También reconoce el derecho al resarcimiento de los bienes incautados.
En cualquier caso, la plataforma va a seguir con sus labores de investigación. Para ello, en los próximos meses organizarán la tercera marcha al cortijo y unas jornadas en el la propia finca para seguir arrojando luz al asunto.
La fundación
Lo mismo ocurre con la mencionada fundación. Según las investigaciones del colectivo, el mismo día de la compra-venta de la finca, el 24 de diciembre de 1937, el general la constituyó bajo el nombre Fundación Benéfica Social Agraria Gonzalo Queipo de Llano y le donó la propiedad. Lo hizo en presencia de un notario de confianza, el vasco Fulgencio Echaíde Aguinaga. El sueldo de Queipo rozaba las 2.250 pesetas mensuales de la época y ni él ni su familia tenían otras propiedades.
Sin embargo, años más tarde, tras no desarrollar la supuesta labor social que era su motivo de ser, en 1943 cambió su condición a particular y le donó el cortijo a Queipo como persona jurídica, según la documentación investigada por la plataforma.
Según una información de eldiario.es, sus cuentas tienen un antes y un después de 2013. Hasta ese año permanece "sin actividad" para atender a la "infancia desvalida", pero a partir de entonces, sí ha destinado diversas cantidades a financiar proyectos solidarios.
Los fondos monetarios de la actualmente denominada Fundación Pro Infancia Gonzalo Queipo de Llano tienen una única vía de ingreso, según esa información: las rentas obtenidas por 150 hectáreas de arrozal compradas en enero de 1945 por valor de 1.650.000 pesetas, que procedían de los beneficios de explotación de siete años de Gambogaz.
La ley también se pronuncia al respecto. En su diposición adicional quinta recoge que las fundaciones que no persigan el interés general "concurrirán en causa de extinción". Este periódico ha intentado sin éxito contactar con los familiares del militar para obtener información al respecto y conocer bien el funcionamiento del ente.
El marquesado
Por sus servicios durante la Guerra Civil y los años posteriores -el historiador Paul Preston le atribuye la autoría de 45.000 muertes-, Francisco Franco le concedió en 1950 el título de Marqués de Queipo de Llano que un año después, al morir, heredó su hijo Gonzalo Queipo de Llano Martí. Hoy lo ostenta su nieto Gonzalo Queipo de Llano Mencos.
Al respecto la ley sí es taxativa en su artículo 41 sobre su supresión. Al objeto de esta norma, quedarán suprimidos 33 títulos nobiliarios concedidos entre 1948 y 1978, entre ellos el de Queipo de Llano, Duque de Primo de Rivera, Duque de Calvo Sotelo, Duque de Mola o Conde del Alcázar de Toledo, entre otros.
La desaparición de este marquesado se une a la retirada de otros honores que se han producido durante los últimos años, como la condición de hijo adoptivo de Sevilla y la anulación de la medalla de la ciudad. También en 2016 el poblado Queipo de Llano en la localidad sevillana de La Puebla del Río pasó a llamarse Poblado de los Cinco de la Riuela, perdiendo así otro reconocimiento más.
Sí mantiene la condición de hermano mayor honorífico de la hermandad de La Macarena -como se le indetificaba en su tumba-, en agradecimiento al impulso que le dio a las obras de la basílica tras ser incendiada el mismo día que comenzó la Guerra Civil. En aquellas fechas tuvo que ser trasladada la propia imagen de la Virgen al domicilio particular de un hermano para ponerla a salvo de las llamas.
Queipo murió en su cortijo el 9 de marzo de 1951 a causa de una insuficiencia cardiaca. Al día siguiente fue enterrado con honores en un acto multitudinario. Todo lo contrario a lo que ocurrió el pasado jueves. Salió de noche, sin aviso previo por parte de la hermandad para evitar altercados, fue incinerado y entregado a su familia.
Y tras todo ello, lo que fue su tumba y la de su mujer Genoveva Martí Tovar durante siete décadas fueron tapadas por una alfombra, lo que muchos no ven como un simple cambio estético, sino histórico.