Un joven con la bandera de España atada a la cintura expresaba, en torno a las 10 de la noche, el descontento y la desazón de los manifestantes que a esa hora se seguían congregando en Ferraz. "Yo no he venido aquí para esto", le decía contrariado a un amigo. Ante ellos, varios centenares ondeaban una bandera franquista y coreaban lemas preconstitucionales. Ambos se marcharon instantes después.
Habían pasado 3 horas y el ambiente pacífico dio paso a 300 radicales de extrema derecha, muchos de estética neonazi, que fueron ocupando las primeras filas de la protesta ante la sede del PSOE con similares intenciones a las de la jornada anterior, cuando todo acabó con el barrio de Argüelles convertido en el escenario de una batalla campal.
Las arengas pacíficas contra la amnistía que Pedro Sánchez concederá a los independentistas quedaron oscurecidas por el Cara al Sol. El tono reivindicativo de horas atrás se desdibujó con los encapuchados, los brazos en alto y las banderas franquistas. Un joven con chaqueta de cuero marrón les reprendía en la distancia cuando entonaban el himno de la División Azul: "Sois una mierda. No representáis una mierda".
Fue solo el final de un día en la que la inmensa mayoría se propuso desterrar de la zona a los violentos. Por fortuna, la sexta jornada consecutiva de protestas ante la sede socialista terminó sin incidentes, sin heridos ni detenidos, pero con múltiples enfrentamientos entre la mayoría pacífica y los radicales que buscaron protagonismo en los últimos instantes de la jornada.
Hubo una calma tensa justo antes de que la muchedumbre se disolviera en Ferraz. De la séptima fila hacia adelante los ultras se habían hecho fuertes, anteponiéndose a centenares de ciudadanos pacíficos, relegados en el resto de la calle en la que la jornada anterior se produjeron los enfrentamientos. Fue una tarde en la que los 2.000 manifestantes, un tercio de los que hubo el martes, se afanaron por mantener alejada la violencia de la concentración, custodiada por cientos de antidisturbios.
Ambiente pacífico
La intención era desde el principio que el tono fuese totalmente el contrario al de la jornada anterior. Nadie de los presentes quería revivir las escenas de cargas policiales que se saldaron con 40 heridos, 30 de ellos antidisturbios de la Policía Nacional. Por eso, casi al inicio, se ovacionó con fuerza a un hombre que como en días anteriores asistió pertrechado de un megáfono y un escudo del Capitán América y animó a evitar escenas de violencia.
-"Ya que en los últimos días, moviendo las vallas solo hemos conseguido que nos den de hostias y que nos tiren gases lacrimógenos vamos a intentar no tocar la valla para no darles ningún motivo para que actúen".
[Crece la protesta en la sede del PSOE y los disturbios acaban en batalla campal con 39 heridos]
La gente estalló en aplausos: "¡Violencia no!", "¡no nos representan!", jaleaban una y otra vez. Ese fue el tono general. Tanto que durante las primeras horas aquellos que acudían encapuchados o con el rostro cubierto eran abucheados, señalados y expulsados por la mayoría de los asistentes.
Sin embargo, desde el perímetro policial que cercaba Ferraz la tensión creció con el paso de la jornada. Los pacíficos que pitaban a los ultras fueron sustituidos por gente más joven y con una actitud más violenta a medida que avanzaba la noche.
Se vivieron momentos de tensión, en los que los radicales se pusieron las capuchas y se taparon la cara con bufandas, haciendo oídos sordos de los silbidos de la mayoría.
Los ultras insultaron entonces a la Policía Nacional. Los antidisturbios eran numerosos, pero un contingente inferior a la de la tarde del martes. Por fortuna, en ningún momento tuvieron que ponerse el casco, un gesto habitual en las manifestaciones con el que se puede anticipar que se va a producir una carga.
Sin incidentes
Los radicales también insultaron a los periodistas en numerosas ocasiones, zarandearon a varios y les lanzaron algún que otro objeto de pequeño tamaño, como latas de cerveza vacías. Afortunadamente, no se produjeron mayores altercados.
A eso de las 23.15, la muchedumbre, de apenas un centenar de personas, se disolvió. Los extremistas se marcharon de manos vacías, tras acaparar el protagonismo en los últimos compases de la noche. Uno de ellos se plantó en medio de la calzada cuando los antidisturbios desalojaban la zona y extendió una bandera de España con el escudo recortado ante los furgones policiales.
Nadie le siguió. Los pacíficos le abuchearon desde ambos lados de la calle, ante de que la manifestación muriese ya en la esquina de la calle Princesa.